Ni por asomo imaginó cómo acabaría ese día, ni todo lo que se viviría después. El mayor José Luis Ramos Cortina, jefe del Comando de Bomberos de Varadero, terminó un día de trabajo normal en la península, y se fue a su casa, en Matanzas, a descansar.
Dice que todo sucedió tan rápido que ni siquiera dio tiempo a que le llegara el aviso por los canales establecidos: sintió primero la fuerte descarga eléctrica; y, a los minutos, un vecino lo llamó porque había visto el humo: «Bombero, vaya pa’ la Zona Industrial, que hay algo encendido».
El mayor José Luis Ramos acumula 35 años de experiencia y ha presenciado muchos accidentes, incluso la combustión de otros depósitos, pero nada –afirma– con la envergadura de lo ocurrido en la Base de Supertanqueros.
Fue al lugar lo más rápido que pudo, y allí ya estaban los compañeros del Comando Especial No. 2 de Supertanqueros. Como jefe de la especialidad, comenzó enseguida a apoyar en la organización desde el terreno. «La primera explosión nos sorprendió y puso en riesgo nuestras vidas».
Avanzada la madrugada, había necesidad de más agua. «Me dan la tarea de ir hacia el muelle de aguas profundas para organizar las labores de abastecimiento de las técnicas que estaban trabajando directamente en el tanque, y así poder surtir los diferentes pitones puestos para el enfriamiento. Sucede la segunda explosión, que fue la de mayor magnitud, y nos obliga a salir del área porque las condiciones eran muy inseguras».
Cortina cree que la experiencia y la madurez ayudan a enfrentar ese tipo de situaciones, «pero siempre te afecta, ha sido un gran impacto». Aunque no hay desaparecidos entre la fuerza directamente bajo su mando, sí hubo un lesionado.
«Una de las técnicas estaba en el lugar en el momento de la segunda explosión; iba saliendo del área a buscar agua al muelle donde yo me encontraba, y el jefe de esa dotación me sufrió algunas quemaduras, pero ese mismo día se le dio el alta médica».
El mayor José Luis Ramos hace tanto énfasis cuando dice «me sufrió», como en el «mis bomberos», con que se refiere a los muchachos que en el momento de la conversación con Granma (cuando aún el incendio estaba en curso) conformaban la dotación del Comando No. 1 de Matanzas. Ellos pertenecen a ese emplazamiento y al No. 2, y fueron protagonistas de aquella convulsa madrugada.
«Quisiera estar allá, todos quisiéramos, pero no podemos; aquí hay hospitales, el sector residencial, centros de trabajo…, y tenemos que defenderlos».
ELLOS ESTABAN AHÍ
Eran cuatro, y se les notaba la impaciencia por estar encargados de la vitalidad del Comando que protege la ciudad, y no donde su gente, para entonces, cortaba el paso a las llamas.
El soldado Oslay Mesa Morán tiene 19 años y aclara, mientras los demás asienten con la cabeza, que hacen lo que les gusta, «nunca me había enfrentado a un incendio de esta magnitud; pero, si me dejan, lo quiero seguir haciendo».
Enfundado en un overol verdeolivo, cuenta con serenidad una experiencia que nada tuvo de rutinaria.
«Salimos por un escape de gas. Cuando vamos llegando al Parque de la Libertad nos llaman y nos dicen que tenemos que ir urgente para allá atrás. Allí nos encontramos a los compañeros y empezamos a apoyarlos.
«A eso de las diez y pico estábamos enfriando el tanque, y revienta. Salimos corriendo, después volvemos a enfrentarlo. Siguieron llegando más técnica y más recursos.
«Luego me toca ir por el otro lado del tanque en combustión; estamos tirándole agua y nos dicen “¡Corran!”. Ahí el tanque se rajó delante de nosotros. Corrimos y corrimos. Yo solo oía los gritos».
Dairon Segura Hernández, de 21 años, estuvo desde la llamada inicial. Pertenece al Comando de Supertanqueros y resume la vivencia con una parquedad que estremece: «Sonó la alarma y fuimos. Desde que llegamos empezamos a tirar las líneas de combate para enfrentar el servicio. No se piensa en nada, solo en cumplir con la tarea».
Manuel Alejandro Herrera Gómez también es soldado del Comando de Supertanqueros y tiene 20 años; para él es algo más difícil, entre los desaparecidos está un amigo, y la tristeza se le nota.
«Estaba en mi casa, de pase, y recibí la llamada de que debía incorporarme al Comando, y la labor mía era cubrir la zona. Como a las 12:30 de la noche viene un compañero que estaba también de pase y me releva. Me monto en una pipa de agua que estaba surtiendo para el servicio, llego al incendio, y me pongo a cumplir junto con mis compañeros, que estaban “pitoneando”.
«Cuando ocurre la segunda explosión habíamos salido a descansar, vino el golpe de calor y nos tuvimos que mandar a correr». Recuerda, además, que su familia estaba muy preocupada, tanto que el teléfono no paraba, literalmente, de sonar.
–¿Te hace replantearte la idea de ser bombero cuando termines el Servicio?
–No, me gusta, al final yo me incorporé al pase porque quise, sabía a lo que iba.
–¿Y qué dicen tus padres de eso?
–Están asustados, pero bueno…
Karel Ernesto Díaz García pertenece al mismo Comando que Manuel Alejandro. A sus 19 años está a punto de empezar la carrera de Licenciatura en Geografía.
«Me gusta mucho mi carrera, pero esto también. Si puedo seré asociado. Estos momentos son los que te hacen entender de verdad lo mucho que se necesitan los bomberos. Cuando haya una catástrofe, yo voy a estar ahí».
Esa noche Karel tuvo suerte, pero el dolor de los otros puede ser muy duro también cuando se le adivina desde la distancia. «A mí se me dio la tarea de ir en el autocisterna, para conectarlo a un hidrante, tirar una línea hacia donde estaban los demás compañeros, y que tuvieran agua constante.
«Al llegar al servicio y ver la magnitud desde la carretera, se me ordenó venir aquí, al Comando No. 1, a buscar más medios. Cumplo la indicación, y al regresar me indican ubicarme en la parte de atrás del tanque y hacer un despliegue para que otros compañeros empezaran a “pitonear” y a enfriar el tanque que estaba en combustión, y el de al lado.
«Ahí es cuando viene el primer golpe de vapor; tuvimos que correr para salvarnos, pero volvimos y seguimos. Después se me da la orden de retirar el carro y venir para aquí a cubrir Matanzas, porque estaba desprotegida. Eso fue minutos antes de la explosión.
«Yo la explosión grande no la viví, pero mis compañeros sí. Lloré, de verdad, porque sabía que ellos estaban ahí en la primera línea, y no tengo palabras, de verdad, para describirlo. Lloré».
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Elpidio dijo:
1
19 de agosto de 2022
10:52:45
Nancy Marquez Frontela dijo:
2
19 de agosto de 2022
11:34:47
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