Aquel muchacho y mi hijo menor se parecen mucho físicamente. Algo había en el color de su piel, en el pelo, en la mirada noble, que me hizo pensar enseguida en el más pequeño de mi casa, y me dieron ganas de abrazarlos a ambos.
Aquel muchacho luchó con el fuego la primera noche del incendio en la Base de Supertanqueros, y salió vivo. Cuando hablamos, tuvo todo el tiempo los ojos vidriosos. Atrás quedó un amigo de la infancia, y a pesar de ello dice que seguirá siendo bombero. Cuando le pregunté por lo que opinaría su familia, de cuyo miedo esa madrugada habíamos hablado, se encogió de hombros, como quien dice: «No hay vuelta atrás».
Desde ese día he pensado mucho en qué haría yo si algún día veo a mi hijo o a mi hija vestidos de bomberos; cómo reaccionaría si me dijeran que eso es lo que quieren para sus vidas; cómo viviría cada catástrofe, cada llamada.
Bastó una breve conversación con los hombres y mujeres que combatieron el incendio para saber que sus familias no paraban de llamarlos; incluso aquellos que perdieron sus teléfonos en el incendio, hablaban dos o tres veces cada día con su gente; no solo ellos estaban movilizados, no solo suya era la situación excepcional, desde casa se adivinaba que la familia no respiraba, que sus vidas estarían en pausa hasta saberlos de regreso, a salvo.
Hay que tener valor para ser madre de bombero, hijo de bombero, esposa de bombero, padre, hermana, tía... familia.
«Están orgullosos de mí», me contó uno; «Mis hijas me dicen que ya pare», confesó otro; «Están muy asustados por lo que ven en la televisión», me dijo un experimentado rescatista.
En sus historias se trasluce que la vocación es fuerte e inmutable, que quien los quiera debe aceptarlo; pero eso no lo hace, es evidente, menos difícil.
La otra heroicidad de estos días es la de las familias que esperaron y alentaron, las que se aferraron a una llamada como a un escudo protector, las que buscaron en hospitales, las que esperan partes médicos, y las que perdieron una parte de sí, irremediablemente.
Ninguna familia se consuela con la pérdida, los prefieren vivos antes que héroes; y, sin embargo, eso no resta que los demás los honremos, que les debamos tributo.
Hay que ser valiente para ser bombero, pero asimismo hay que serlo, tanto o más, para amar a uno. A esas familias también les debemos la sobrevida.
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Fernando dijo:
1
15 de agosto de 2022
14:58:22
María Esperanza dijo:
2
16 de agosto de 2022
19:51:51
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