Luis Posada Carriles
El prófugo de Caracas
NICANOR LEÓN COTAYO
El
6 de octubre de 1976, horas después del monstruoso acto terrorista
contra un avión civil cubano en pleno vuelo, que costó la vida a
73 personas, los dos mercenarios venezolanos que colocaron los
explosivos, Hernán Ricardo Losano y Freddy Lugo, fueron capturados
en Trinidad Tobago.
Un periódico de
Caracas, El Mundo, insertó entonces una información de su enviado
especial a ese país en la que se exponía textualmente:
"El
funcionamiento de una vasta red de conspiradores de ultraderecha y
de elementos anticastristas ha sido detectado por las autoridades
policiales de Puerto España, después de los intensos
interrogatorios a que fueron sometidos los detenidos venezolanos."
En estas circunstancias
fueron detenidos en Caracas Orlando Bosch Ávila y Luis Posada
Carriles. Este último llegó a ocupar el cargo de Jefe de
Operaciones de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y
Prevención (DISIP) de Venezuela y en el momento de ser apresado
encabezaba una supuesta agencia de detectives privados.
Un comunicado difundido
por la policía venezolana el 15 de octubre de 1976 indicó que al
practicar un registro en las oficinas de Posada Carriles "se
encontraron pruebas acerca de las vinculaciones entre los ciudadanos
venezolanos detenidos en el exterior y dicha empresa, así como
documentos y equipos relacionados con el caso".
El 24 de octubre de
1976, The New York Times comentó que "los terroristas que lanzaron
una ola de atentados en siete países, durante los dos últimos
años, fueron productos o instrumentos de la CIA".
Para reforzar su
argumento, el Times situó los ejemplos de Orlando Bosch y Luis
Posada Carriles, quienes desde su arribo a Miami en 1960 entraron a
formar parte de la Central de Inteligencia estadounidense.
En diciembre de 1976, el
superintendente de la Policía de Barbados, Orville Durant, declaró
ante una comisión investigadora —y la agencia noticiosa francesa
AFP lo divulgó internacionalmente— que Ricardo y Lugo confesaron
que trabajaban para la CIA y que habían colocado los explosivos en
el avión cubano destrozado en pleno vuelo.
Durant aclaró que esas
confesiones fueron hechas ante el comisario principal adjunto de la
policía de Trinidad Tobago, Dannis Ramdawar, y añadió que Ricardo
había sacado una tarjeta de la CIA y otra donde se explicaban las
reglas para el uso del explosivo plástico C-4.
Al iniciar sus palabras,
Durant manifestó que el detenido trabajaba para Posada Carriles y
que en la casa de este último fueron encontrados documentos
escritos por Ricardo.
Con estos antecedentes,
entre otros muchos en cartera, la jueza venezolana Delia Estava
Moreno dictó auto de detención contra Bosch, Posada Carriles y los
dos mercenarios venezolanos por homicidio calificado, fabricación y
uso de armas de guerra y porte de documentos falsos.
Pero el proceso judicial
muy pronto se vería torcido por brutales presiones de la CIA y la
denominada Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA). Eso explica
la obligada renuncia de esta jueza y que a continuación no dejara
de correr el fango.
No obstante permanecer
estos reclusos en prisiones de "alta seguridad", el domingo 8 de
agosto de 1982 Posada Carriles y Hernán Ricardo trataron de
escapar, e incluso llegaron a la calle vestidos con uniformes de
oficiales, intento que repitieron el 4 de noviembre de 1984, hasta
una nueva oportunidad que llegó el 18 de agosto de 1985, cuando
Posada Carriles con el apoyo de sus poderosos aliados externos
abandonó el penal de San Juan de los Morros.
¿Por qué el marcado
interés desde entonces por salvar a ese terrorista? Fue el que más
altos cargos policíacos ocupó en Venezuela, el que más relaciones
estableció en su contexto político, quien mayor volumen de
informaciones comprometedoras pasó ante su vista, y todo mezclado a
su vinculación con la CIA y a la extrema derecha de origen cubano
de Miami.
Informaciones de la
prensa venezolana sobre esta "fuga" hicieron notar que entre las
últimas personas que lo visitaron en la cárcel estuvo Joaquín
Chafardett, un ex alto jefe de la DISIP, quien, de acuerdo con un
cable de ANSA fechado en Caracas siete días después del suceso,
está acusado "de trasladar al prófugo hasta un aeropuerto local
desde el que presumiblemente abandonó el país".
Además apuntaron que "el
día sábado, horas antes de la fuga, fue visitado a las 2:30 p.m.
por dos norteamericanos, de los cuales no ha podido obtenerse aún
los nombres" y días antes "fue visitado por varios oficiales
militares, quienes vestían sus respectivos uniformes".
Apenas había terminado
el paso de esta caravana de visitantes, cuando el muy solicitado "anfitrión"
de la cárcel de San Juan de los Morros salió tranquilamente del
penal.
Vale la pena transcribir
las informaciones que al respecto brindó la prensa local, para
tener una idea aproximada del cinismo, la frivolidad y la falta del
más mínimo pudor que envolvieron la escandalosa operación montada
por los antiguos cómplices del relevante tránsfuga del caso de
Barbados.
Así, cuatro días
después de la supuesta evasión, el diario El Nacional narró lo
siguiente:
"La
noche del sábado todo estaba arreglado para que Luis Posada
Carriles abandonara su celda y se fugara. A la hora convenida el
Ford Granada modelo 84 se estacionó frente a la puerta principal de
la Penitenciaría, mientras que en el interior se daban los últimos
toques a la planeada fuga... Posada Carriles salió de su celda a
las 11 y 30 minutos de la noche, caminó más de 1 500 metros del
pasillo. Se presume que en todo ese trayecto se encontraban
vigilantes y efectivos de la Guardia Nacional. En la puerta
principal, llamada de prevención, estaban otros efectivos de la GN,
quienes, según sus declaraciones, se encontraban de espaldas cuando
salió Posada Carriles...".
Años después, en su
libro Los Caminos del Guerrero, publicado en agosto de 1994,
el mismo Posada Carriles explicó que más tarde llegó por vía
aérea a Costa Rica, desde donde llamó telefónicamente a Miami, "y
ellos a su vez se comunican con las personas que nos esperan en El
Salvador".
Una de ellas era Félix
Rodríguez, conocido agente de la CIA involucrado en los
interrogatorios al Che en Bolivia antes de asesinarlo, y que
después en la década de los ochenta —como se reveló— fue
visitante asiduo en las oficinas del entonces vicepresidente de
Estados Unidos, George Bush (padre).
El Gobierno de
Washington durante años se ha codeado gentilmente con elementos al
estilo de Posada Carriles y Bosch Ávila, al tiempo que ha permitido
la conversión de Miami en una gran madriguera de grupos integrados
por individuos de su misma catadura.
Los 73 seres humanos
destrozados en Barbados así lo recuerdan, y el índice acusador,
más que a los autores del hecho, sigue apuntando hacia quienes
primero los formaron como perros del terrorismo y después han
seguido protegiéndolos como tales.
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