GAETON FONZI
La arrogancia de
Washington es la misma que la de Posada
Fonzi es un ex
investigador del Comité Selecto del Congreso sobre Asesinatos, famoso
por haber dicho la verdad acerca de la conspiración para el asesinato
del presidente John F. Kennedy —su libro sobre el tema, The Last
Investigation, es considerado por muchos especialistas como su
referencia más respetada
JEAN-GUY ALLARD
(tomado de Granma
Internacional)
"LA arrogancia de
poder que la Administración de Bush exhibe ahora acerca de Luis
Posada Carriles, quien se ha infiltrado en Miami ilegalmente, es la
misma que vi en el hombre, a un nivel personal, cuando lo encontré
por primera vez", cuenta Gaeton Fonzi cuando se le piden sus
reflexiones sobre la solicitud de asilo en Estados Unidos para el
terrorista cubano-americano.
Fonzi es un ex
investigador del Comité Selecto del Congreso sobre Asesinatos, famoso
por haber dicho la verdad acerca de la conspiración para el asesinato
del presidente John F. Kennedy —su libro sobre el tema, The Last
Investigation, es considerado por muchos especialistas como su
referencia más respetada.
En una entrevista
realizada desde La Habana por correo electrónico, Fonzi recordó
cómo vio a Posada en la cárcel venezolana donde estaba detenido por
la destrucción en pleno vuelo de una aeronave de Cubana de Aviación
que costó la vida a 73 personas, en 1976.
"Yo era
entonces investigador con el Comité Selecto del Congreso sobre
Asesinatos y mi interés inmediato en Posada giraba alrededor de algo
que me había contado Antonio Veciana."
El cubano-americano
Antonio Veciana era el fundador de Alpha 66 y estuvo involucrado en
cierto número de intentos de asesinato contra el presidente cubano
Fidel Castro, incluso uno en Chile en 1971.
"La semilla de
ese plan, decía Veciana, había sido plantada por su ‘asesor
secreto’, un americano que conoció como Maurice Bishop, alias (lo
supimos más tarde) usado por David Atlee Philips antes de que fuera
Jefe de la División de la CIA para el Hemisferio Occidental.
"El complot
planificado para Chile preveía usar dos asesinos acreditados como
camarógrafos de televisión de Venezuela, con sus armas escondidas en
sus cámaras."
Veciana dijo que
"entre los involucrados en montar la operación, con credenciales
de prensa y documentos auténticos de Caracas, se encontraba Luis
Posada Carriles", recuerda Fonzi. "Era una tarea fácil para
Posada en aquel momento, pues, aunque siempre estuvo en la lista de
asalariados de la CIA, trabajaba con la DISIP, la policía secreta
venezolana".
Pero algo más que
ese complot interesaba al investigador del asesinato de Kennedy:
"No era el plan principal, pero un subcomplot que Veciana
identificó como urdido por el cerebro de Posada".
"Al igual que
Oswald fue utilizado para ser el chivo expiatorio en la conspiración
para asesinar a Kennedy, Posada concibió un plan donde un
insospechado coconspirador era creado para ser el ‘chivo’ del
complot para el asesinato de Castro. Cuando un impostor de Oswald fue
enviado para ser fotografiado entrando en la Embajada cubana en la
Ciudad de México, vinculándole así con Castro, Posada usó un
individuo parecido a uno de los camarógrafos fotografiados mientras
se acercaba para hablar con agentes de la Inteligencia rusa en Caracas
cuando, en realidad, sólo pedía fuego para prender su cigarrillo.
"El experto de
contrainteligencia, David Phillips, aseguraría luego, por supuesto,
que esas fotos tendrían una distribución mundial después del
asesinato de Castro. El plan completo se derrumbó cuando los
pistoleros se congelaron en el último momento."
Cuando fue publicado
el informe del Comité Selecto del Congreso sobre el asesinato de
Kennedy fue descrito como "una investigación plena y
completa", tal y como prevé la ley del Congreso que creó el
Comité.
Pero Fonzi tiene una
opinión muy distinta: "De hecho, la investigación fue más bien
una farsa, desmedrada por restricciones políticas y burocráticas de
la CIA. Constantemente fueron impuestas correas a los investigadores
del Comité que deseaban excavar más profundamente dentro de lo que
parecían áreas cruciales que explorar o importantes sospechosos que
entrevistar. Esto me ocurrió mucho a mí y a mi partner en
Miami, Al Gonzales, un ex as detective de homicidios en Nueva
York".
Fonzi y González
han hecho presiones durante mucho tiempo sin éxito para realizar
entrevistas bajo juramento con Luis Posada y Orlando Bosch.
"Nuestra
solicitud fue diferida por varias razones, incluyendo la fuerte
insistencia del asesor jefe, Robert Blakey, de que el crimen
organizado había matado a JFK.
"La profundidad
del esfuerzo o la falta de seguimiento no importaban, mientras se
salvaban las apariencias. Pareció obvio, hasta para Blakey, que no
investigar a Posada y Bosch resultaría una omisión demasiado visible
en el informe final."
En aquel momento,
Posada y Bosch estaban en la cárcel en Venezuela.
"Gonzáles y
yo fuimos complacidos cuando Blakey nos dio permiso de ir a Venezuela
para entrevistarlos, a pesar de que no estarían bajo juramento y la
amenaza de posibles cargos adicionales de perjurio.
"Para conseguir
entrevistas con Posada y Bosch, tuvimos que reunirnos primero con el
jefe venezolano de Seguridad del Estado, Orlando García Vásquez,
quien, lo supimos más tarde, era otro exiliado cubano de la lista de
pago de la CIA. García fue muy cordial y cooperativo y arregló para
nosotros la entrevista con Posada y Bosch, individualmente, en una
pequeña sala de visita del Cuartel San Carlos, una cárcel que
parecía ser manejada con bastante desenvoltura por las Fuerzas
Aéreas venezolanas.
"Con sus cejas
oscuras y sus espejuelos espesos, Bosch mostraba una palidez
carcelaria, una gran lasitud y una forma desordenada. Era cordial, no
expresó ningún rechazo a cooperar y, al final, dijo que consentiría
firmar una deposición o hacer una declaración jurada acerca de todo
lo que nos había dicho."
La valoración de
Bosch acerca del asesinato de Kennedy sorprendió a los dos
investigadores "aunque era la misma que la de Antonio
Veciana".
"Bosch dijo que
nunca había estudiado los detalles pero, al contrario de los otros
exiliados de Miami deseosos de provocar una reacción de EE.UU. contra
Fidel, Bosch dijo que no creía que Castro estuviera involucrado.
¿Qué ganaría Castro haciendo eso?", preguntó.
Bosch admitió que
era un "buen amigo" de Veciana y que sabía de su complot
contra Fidel en Chile en 1971.
"Sin embargo,
dijo que no había conocido los detalles del plan de parte de Veciana
sino de parte de un socio. Este ‘socio’, a partir de otros
puntos que Bosch reveló, era obviamente su compañero de cárcel y
co-conspirador en la destrucción del avión (Barbados), Luis Posada.
Bosch expresó una rabia profunda acerca de que los dos tiradores en
el complot en Chile fracasaron. Los llamó cobardes 'bastardos'."
Las francas
declaraciones ofrecidas por Bosch contrastaban completamente con lo
que obtuvimos de Luis Posada, dice Fonzi.
"Caminaba en la
sala relativamente seguro de sí, era un tipo bien parecido en sus
cuarenta años, con su camisa bien cortada y sus pantalones
cuidadosamente planchados. La vida carcelaria en Venezuela parecía
ajustarse a él.
"Posada puso
sus pies en la mesa, sonrió y admitió muy poco. Dijo que no conocía
bien a Veciana, que lo vio una o dos veces y que no estuvo implicado
con él en el plan de asesinato de Castro. Posada fue deliberadamente
vago acerca de la cronología de su asociación con la CIA. Dijo que
no recordaba cuándo abandonó la Agencia. También dijo que no
conocía a David Atlee Phillips, figura clave de la Agencia en su
guerra secreta contra Castro.
"Posada no
sabía entonces que el propio Phillips, al saber que el Comité tenía
acceso a ciertos archivos de la CIA, admitió que Posada era uno de
sus operativos y que trabajó activamente con él en sus actividades
chilenas.
"La arrogancia
y el desdén con que Posada trató a investigadores oficiales enviados
por un Comité del Congreso estadounidense para representar al pueblo
de los EE.UU., refleja el poder de un gobierno secreto dentro del
Gobierno de EE.UU. Durante por lo menos cuatro décadas, una parte
clave del poder de este gobierno secreto implica la influencia
política y financiera de la comunidad cubana de Miami.
"Desde esa
comunidad también vinieron los elementos más eficientes de la
acción encubierta del gobierno secreto, incluyendo a hombres como
Luis Posada. No hay que sorprenderse que individuos como Posada tienen
que regresar a su base de Miami y buscar, en sus últimos años,
consuelo y aceptación por su consagración de toda la vida al
terrorismo como arma política", dijo el investigador y
concluyó: "Sólo en Miami".
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