TOKIO, 26 de marzo (PL). —
Contrario a lo pretendido por Estados Unidos, el gobierno japonés
rechazó hoy la exigencia de ese país de que rompa sus relaciones
diplomáticas con Iraq, cuyas ciudades son bombardeadas por el
Pentágono pese al repudio de la comunidad internacional.
El viceministro de Asuntos
Exteriores, Toshimitsu Motegi, comunicó en rueda de prensa que la
embajada iraquí en esta capital no cerrará sus puertas, como lo
recomendó insistentemente la Casa Blanca.
Igualmente dejó bien claro que es un
derecho autónomo de Japón adoptar decisiones relativas al manejo
de las legaciones en su territorio.
"Necesitamos mantener canales
diplomáticos y hasta el momento no consideramos necesario
interrumpir nuestros vínculos con Bagdad", aseguró Motegi,
tras señalar que la decisión oficial ya fue trasmitida a
Washington.
Según la agencia Kyodo, aunque la
embajada de Japón en Bagdad está cerrada desde 1991, la
representación iraquí en Tokio seguirá funcionando, pues las
autoridades locales necesitan tener una vía de comunicación con
los ciudadanos japoneses que residen en esa nación árabe.
Esta es la primera vez que el primer
ministro japonés, Junichiro Koizumi, deja de acatar una encomienda
del presidente norteamericano, George W. Bush, pues los dos
comparten los mismos puntos de vista respecto al tema Iraq.
Desde que Bush dio luz verde el
jueves último a sus militares para que invadieran suelo iraquí, el
Primer Ministro japonés se vanaglorió de esa medida e incluso dijo
que de no prohibirlo la Carta Magna, sus soldados estarían ahora en
el frente de batalla.
La oposición política japonesa
advierte que la postura de Koizumi viola las leyes internacionales y
convierte a Japón en cómplice de un gobierno encaprichado en
destruir la paz mundial en beneficio propio.
La más reciente encuesta de opinión
pública realizada por Kyodo revela que cuatro de cada cinco
japoneses repudian la guerra unilateral de Estados Unidos contra
Iraq.
Washington instó la semana pasada a
varios países del orbe, incluidos algunos que no se identifican con
su política guerrerista, a que expulsaran a los diplomáticos
iraquíes por supuestas prácticas de espionaje.
Medios informativos locales estiman
que tal pedido busca desacreditar al presidente Saddam Hussein y
aislarlo por completo en la arena internacional.
Sin embargo, Indonesia y Malasia,
cuyos gobiernos rechazan el uso de la fuerza para resolver un
diferendo entre dos estados, ignoraron la petición estadounidense
al sostener que ningún país tiene el derecho a hacer exigencias
extraterritoriales que no le conciernen.