Aterrizaje forzoso para las aerolíneas

MARIELA PÉREZ VALENZUELA

Foto: APPOR SEGUNDA vez en 18 meses las aerolíneas del mundo, en particular las de Estados Unidos, ven amenazada su existencia, esta vez por la guerra contra Iraq que el Gobierno de George W. Bush aseguró arremeterá sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, al cual criticó duramente, y sin escuchar las millones de voces que en el mundo se oponen a tal genocidio.

Cuando la mañana del 11 de septiembre del 2001 aviones comerciales fueron secuestrados y estrellados contra los símbolos del poderío económico y militar de Estados Unidos, las principales compañías aéreas ya mostraban signos de debilidad resultantes del momento que vivía la economía mundial.

Pero fue ese hecho sin precedentes en la historia norteamericana el que —por su connotación psicológica ante el terror— arrastró al abismo a la industria de la aviación y a su hermana gemela, la turística.

Millones de personas cancelaron sus viajes temerosas de convertirse en víctimas de atentados terroristas, como los perpetrados contra las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York y el Pentágono, en Washington, en los cuales murieron alrededor de 4 000 personas, según estimados.

Aerolíneas en quiebra, aviones en tierra, vuelos suspendidos, rutas canceladas, despidos masivos, fueron algunos de los efectos de los ataques en la aviación. Ahora, cuando todo hace pensar que la agresión a Iraq podría comenzar en cualquier momento, las principales líneas aéreas del país norteño calculan que con el inicio de la guerra desaparecerán 70 000 empleos y perderán hasta 4 000 millones de dólares trimestrales, poco menos de los 6 700 millones que la industria esperaba perder en el conjunto del año.

Según la Asociación de Transporte Aéreo (ATA), que representa a las mayores aerolíneas de Estados Unidos, la guerra contra Iraq podría ocasionar más bancarrotas y obligaría, una vez más, a reducir los precios de los pasajes, para hacer frente a una de las peores crisis que hoy se anuncian.

Las líneas aéreas del país norteño advirtieron que se afectarán enormemente sus operaciones internacionales, tanto en América Latina como en el Pacífico y en el Atlántico.

"No podría decir exactamente cuál será el impacto sobre Latinoamérica, pero en rutas que cada día están más bajas en tráfico, no es necesario pensar mucho", sostuvo el presidente de la ATA, James C. May.

Solo en febrero, cuando el Gobierno decretó alerta naranja ante la posibilidad de un potencial ataque terrorista, el tráfico de pasajeros se redujo un 20%, a pesar de que las compañías se las ingeniaron para atraer más personal con tentadoras ofertas de precios.

Un mes antes, United Airlines, la segunda compañía aérea de importancia en Norteamérica, se declaró en bancarrota y se acogió a la Ley de Quiebras. Esta misma empresa reconoció hace pocos días que podría desaparecer, si estalla la guerra en el Golfo Pérsico.

Inmediatamente después de los ataques del 11 de septiembre, Estados Unidos cerró su espacio aéreo durante cuatro días, lo cual provocó millonarias pérdidas que obligaron al Congreso a asignar a las compañías entre 5 000 y 15 000 millones de dólares para hacer frente a la peor crisis de la aviación comercial hasta entonces.

Sin embargo, a principios de este año el Gobierno decidió suspender tal ayuda.

Durante el 2002 la industria perdió casi 10 000 millones de dólares, frente a 7 700 millones de dólares el año anterior. Ahora, con el anunciado incremento del precio del combustible, los seguros y el alza de los impuestos se prevén tiempos más difíciles para la aviación mundial.

De igual manera que sus pares norteamericanas, varias aerolíneas europeas mostraron esta semana su preocupación por el estallido bélico y anunciaron la reducción o suspensión de sus vuelos hacia el Medio Oriente, como medida de prevención.

Tal es el caso de British Airways, Swiss Air Lines, Air France y Lufthansa.

La depresión económica para este sector de la economía mundial se hará sentir —como antes— en miles de trabajadores y sus familias, que ven acercarse la pobreza tal como el Golfo Pérsico percibe la inminencia de la muerte.

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