Llegué a Cuba el 11 de marzo del año 2000, con 17
años, apenas unos meses después de haber terminado mi bachillerato,
precisamente el día de mi graduación (8-enero-2000) había salido el
anuncio en el periódico del concurso de becas de Medicina a Cuba. No
recuerdo haber querido ser otra cosa que no sea doctora desde mi
tierna infancia, cuando jugaba a diagnosticarle enfermedades
extrañas a mi hermana que se resolvían con una operación que le
salvaba la vida… Estudiar Medicina era una meta importante de mi
vida, estudiarla en Cuba era mi máxima aspiración.
Llegar a La Habana, en aquel entonces "Ciudad de La
Habana", fue una aventura muy emocionante, no obstante, jamás
imaginé la experiencia de vida que sería para mí esos dos primeros
años en la Escuela Latinoamericana de Medicina, donde además de
darnos la formación inicial de médicos, "las ciencias básicas", nos
mostraron como sí es posible "un mundo mejor", encontramos la más
cálida sonrisa del cubano en el rostro de las tías del comedor, de
las carpeteras, de los choferes de los buses o "guaguas" (ya que
estamos en "cubano"), de los instructores, de los especialistas de
relaciones internacionales y por supuesto de nuestros muy recordados
maestros y directivos de la ELAM.
Anécdotas, miles, cada día fue una maravillosa
experiencia, una lección y no solamente de Anatomía o Bioquímica,
fue precisamente una enseñanza de solidaridad, de humanidad, de
respeto al ser humano, de visión y del espíritu de construir
quimeras que sí podrían llegar a realidad con el esfuerzo de todos.
Los dos años y medio que estuve en la ELAM cambiaron
mi modo de ver el mundo, llegué como una adolescente con el sueño de
ser doctora y genetista, salí con la ambición de construir un nuevo
Ecuador (mi país) junto a mis compañeros de lucha, de continuar mi
formación académica teniendo siempre en mente el objetivo de cambiar
la triste realidad de Nuestra América; de que con nuestras ideas
podíamos llevar a cabo grandes proyectos y que con o sin la ayuda de
nuestros gobiernos, teníamos que iniciar la construcción de un nuevo
modelo, no solo de salud, sino de administración del país; de que
teníamos que cambiar la mentalidad egoísta de "primero yo y los
beneficios para mí" hacia la visión de solidaridad y entrega
desinteresada que nos habían enseñado no solo nuestros profesores,
sino todo un pueblo, que nos acogió sin pedir nada a cambio y que
aún más de once años después continúa dándonos lo mejor de sí.
Iniciaron los proyectos, en la época vacacional
comenzamos los primeros trabajos en las comunidades más
desprotegidas de nuestros países, por primera vez en mi vida conocía
de cerca la realidad de los indígenas de mi país, la manipulación
que sufren por los gobiernos de turno, las falsas promesas de ONGs
"amigas" y la explotación con la que viven por parte de su hermano
"el mestizo"… Porque ya lo decía el Maestro "no existe odio de
razas, porque no hay razas", ¡cómo tenemos que aprender!
Durante estos periodos fuimos haciéndonos mejor la
idea del trabajo y planteándonos objetivos más realistas; la
convivencia junto a nuestros hermanos nos enseñó que nosotros éramos
las herramientas fundamentales para la construcción de una nueva
realidad, que podíamos ser verdaderos entes de cambio. Estos
trabajos fueron extendiéndose por toda América Latina y las
siguientes generaciones gustosas iban de la mano, emprendiendo el
camino del despertar.
Cada año íbamos ya con un poco más de conocimiento,
ya podíamos diagnosticar enfermedades y tratarlas, no solamente
prevenirlas, aunque hacíamos hincapié precisamente en la promoción
de salud; nuestra formación académica pudiera haber estado a la par
de las que se enseñan en nuestros países, pero bien diferenciada con
el sentido humano de la profesión y no mercantilista como suele
pasar; además de la entrega desinteresada de conocimiento por parte
de nuestros maestros, que se convirtieron en nuestra guía, ellos
solo con el objetivo de formarnos lo mejor posible, para que podamos
llevar la Medicina a nuestros lugares de orígenes, y jamás viéndonos
como posible futura competencia, que también suele caracterizar a la
formación médica en el mundo.
En Cuba también conocí a mi compañero de vida, en la
formación académica precisamente, en mi amada facultad "Calixto
García" y esto es también un puntal fundamental por el cual
agradecer a la bella isla.
Nos graduamos y fue un momento de separación con
muchos compañeros, la gran mayoría regresaron y empezaron a
construir ese mundo mejor que habíamos ideado, luchando contra
grandes gigantes que no son más que cobardes enanos con poder…
Nuestros compañeros que han abierto senderos para nosotros en
nuestros países no han olvidado las enseñanzas de Cuba, ni lo podrán
hacer jamás, porque es parte de nosotros. Unos han encontrado la
ayuda de los gobiernos, otros ni siquiera son aceptados, pero siguen
allí, "al pie del cañón".
Yo continué con mi formación, empecé Medicina
General Integral en un pueblito de la antigua "Habana Campo", estuve
cerca de dos años en una comunidad muy rural, rodeada por fincas
agrícolas, por maravillosos campesinos dedicados a las faenas
diarias que les corresponden, ordeñando vacas a las cuatro de la
mañana, criando cerdos y gallinas, cosechando la tierra, empezando
con la producción primaria para llevar a las grandes ciudades. Yo
nací y crecí en una gran metrópolis, nunca había tenido más contacto
con el campo que un día vacacional y pienso que este periodo que
viví en mi recordada Castilla del municipio Jaruco de la actual
Mayabeque, ha sido de los mejores años de mi existencia… Creo que
aquí, verdaderamente nos hicimos médicos, tanto mi esposo como yo
enfrentamos momentos difíciles, con pocos recursos muchas veces,
pero siempre tuvimos el apoyo de la comunidad, de esa gente linda
que hasta el sol de hoy nos recibe con una sonrisa sincera y nos
añora tanto como nosotros a ellos.
Ahora me encuentro finalizando mi formación de post
grado, ya tengo una maestría y estoy terminando Pediatría, en
también, para mí, el mejor hospital pediátrico de Cuba (¡he
aprendido el chovinismo cubano!), el Hospital Pediátrico de Centro
Habana… Fue mi hospital como alumna e interna y ahora lo es de
residente… Por supuesto, cuánto tengo que agradecerle a cada una de
las personas que laboran en este centro, pienso que más que
compañeros de trabajo, somos una familia, con sus altas y bajas como
suele suceder, pero una FAMILIA que me ha permitido realizarme en
uno de mis mayores anhelos y ver día a día la satisfacción del deber
cumplido en la sonrisa de cada uno de los niños que hoy son mis
pacientes.
Cuba, se rige dándole la cara a todos aquellos que
tratan de destruirla y mancillarla, Cuba que nos ha enseñado ese
espíritu de lucha y de que nada es imposible, que nos ha hecho
hombres y mujeres de bien, que nos ha dado las herramientas para la
construcción de nuevos horizontes, que como lo decía nuestro querido
Comandante en Jefe "somos el ejército de batas blancas" que ya está
llevando mejores días a Nuestra América. ¡Cuánto le debemos a Cuba!,
yo le debo la vida… No tengo mejores palabras que decir, jamás
hubiese podido costearme la carrera ni los post grados que ya tengo
y pronto culminaré, pero más que nada… llegué siendo una niña con
muchos sueños y expectativas, me iré siendo una mujer decidida, con
el mensaje de HUMANIDAD y AMOR AL PRÓJIMO grabado en mi mente y
corazón, esas son las enseñanzas que me ha dado Cuba y que Dios
ilumine mi camino y permita que jamás las olvide y las lleve a cabo
en cada paso que vaya a dar en mi vida.
¡Gracias Cuba!, ¡gracias maestros!, ¡gracias pueblo
cubano!, y por supuesto ¡muchas gracias Fidel por haber ideado esa
maravillosa concepción de la Escuela Latinoamericana de Medicina!,
gracias a todas las personas con las que he tenido el honor de
compartir en estos casi doce años que llevo en la isla, de todas he
aprendido y de todas me llevo en mi corazón. Siempre seré
ecuatoriana y me llevaré la consigna que aprendí en esta noble
tierra de "Patria o Muerte", pero también seré una cubana de
corazón, que no permitirá jamás que se mancille el nombre de mi
segunda patria, aquella que como una madre me acogió a mis tiernos
diecisiete años y me convirtió en el ser que ahora soy… ¡Gracias!
La Habana, a los 2 días del mes de diciembre de
2011.
Dra. Doménica Denisse Villacís Ponce
Residente de Pediatría Hospital Pediátrico de Centro Habana
Segunda Graduación de la ELAM