Publicadas el 25 de diciembre de 2009

Una contribución a los debates

Considero interesantes muchas opiniones publicadas. Proponen "reformas" de mediano alcance en lo económico, sin que eso lleve a quitarnos el sueño, porque tal y como expresó Macías Pérez (11 de diciembre), el Estado "... debe ocuparse de los grandes programas como el desarrollo social, la industrialización (...), las grandes empresas, el control financiero...". Realmente evidencian una corriente de pensamiento, que sin muchos espacios en los medios de difusión, está ahí, proponiendo qué país, qué socialismo debemos legar a nuestros hijos y nietos. A mí me parece que serán nuestros hijos y nietos los que a la postre van a realizar esas reformas... No serán sus padres y abuelos.

Ojalá no sea pesimista, pero en mis 52 años de vida he visto y sentido en carne propia muchas de las cuestiones reconocidas o criticadas por los lectores en esta sección. Apoyo la mayoría de los escritos sobre economía, cómo organizarla, la libreta de abastecimientos, las gratuidades, etc.

Pero después de estudiar esas opiniones y debatirlas con la familia, amistades y vecinos, soy del criterio que eso sería posible si nuestro socialismo se sacudiera de todas las "fobias" que lo han acompañado desde su proclamación hasta nuestros días. Romper de una vez con todas las ataduras de las fuerzas productivas, las prohibiciones absurdas de todo tipo que se manifiestan en todos los sectores de nuestra sociedad. Comprender cualquier cambio requiere respetar los criterios divergentes, favorecer los debates... Las experiencias vividas durante los análisis de los discursos del compañero Raúl en las cuadras (por mi condición de dirigente de zona de los CDR participé en varios) así lo certifican¼

J. A. Laguna Cruz

Sí al debate constructivo

Completamente de acuerdo con la opinión vertida por el compañero Palacios Álvarez en la que propone pasar al sector cooperativo algunas formas de la actividad gastronómica y otros servicios no básicos, envío mi parcial coincidencia con la del compañero Ochoa del Río, publicada el pasado 11 de diciembre, basándome en que prefiero apelar al análisis objetivo al referirnos a aquellos que rechazan la crítica y el debate constructivos. En los primeros años de la etapa revolucionaria, primaba la efervescencia revolucionaria, y los protagonistas de esta etapa eran nuestros padres, que no exhibían la preparación de los cuadros, dirigentes y de la sociedad en general de hoy, pero de indiscutible probidad e integridad revolucionarias. Equivocaciones, actuaciones erróneas, a veces injustas contra personas incomprendidas hubo y las habrá. Lo más importante es el reconocimiento y la rectificación de los errores, como nos ha enseñado Fidel, como parte del perfeccionamiento del mecanismo de funcionamiento en la construcción del Socialismo.

Los que llevamos adelante este proceso hoy, tenemos el privilegio de ostentar una mayor preparación en sentido general, la que desafortunadamente no siempre exhibe el elevado nivel de conciencia para enfrentar las arduas tareas de la construcción de la nueva sociedad. Ciertamente, al igual que el compañero Ochoa Ríos, me pregunto "cuántas veces no nos hemos sumado a la falsa unanimidad, contra la que tanto lucha Raúl, por no buscarnos problemas con nuestra opinión contraria"¼

Los revolucionarios de hoy, somos los mismos de ayer porque los objetivos no han cambiado en nada, pero la naturaleza del miedo a buscarnos problemas hoy, radica, desde mi punto de vista, en la debilidad política e ideológica de algunos para comprender la utilidad del debate enriquecedor, en el espacio, en el momento oportuno y con los elementos de juicio que sustenten cada criterio, en el desconocimiento de las funciones, obligaciones y facultades de cada quien y una miserable fobia de algunos a todo lo que le haga sombra al cargo y a las necesarias facilidades para su eficaz desempeño (medios de transporte, oficinas confortables, etc.). Elementos que influyen en el rechazo a ultranza de algunos a las opiniones discrepantes y a las críticas, invocando facultades absolutas o moción, alegando que el tema no se puede discutir ahora o que este no es el momento adecuado, u otras descabelladas justificaciones. También hay otros muy dañinos, que con argumentos sólidos para hacerlo, no tienen valor para verter un criterio diferente cuando reciben orientaciones o cuando se discute algún tema en algún nivel superior en que no siempre lo que se acuerda tiene que ser acertado o debidamente comprendido.

La defensa y la construcción del Socialismo constituyen procesos de constante perfeccionamiento y tareas de hombres plenamente identificados con los principios rectores de la sociedad y con los intereses de su pueblo, no de simuladores ni temerosos burócratas incapaces, capaces de apelar a cualquier subterfugio para evadir cualquier tema que consideren amenazante a egoístas intenciones, y ninguna opinión que responda a los intereses supremos de la construcción de la nueva sociedad puede desestimarse ni arremeter contra ella, eso sí, puede corregirse, perfeccionarse y hasta rectificarse, preferentemente en aquellos ámbitos en que se aproveche la inteligencia colectiva.

J. L. Vázquez Cárdenas

Privatizar: no será alternativa

Soy un asiduo lector de la sección Cartas a la dirección dándole seguimiento a todos los temas publicados, llamándome especialmente la atención aquellos relacionados con la gastronomía popular.

Coincido con todos los compañeros pero solo en parte, mi criterio es que nunca se había visto a un Estado poner en práctica acciones tan radicales como las que emprendió Cuba aquel 13 de marzo de 1968 mediante la aplicación de lo que todos llamamos Ofensiva Revolucionaria contra uno de los últimos reductos de la propiedad privada que aún existía en nuestra Patria.

Con la puesta en práctica de aquella medida, Cuba se desprendía totalmente del modelo capitalista, y comenzaba a recorrer un nuevo camino por donde no había transitado ningún otro país del mundo en la construcción del Socialismo. Cuba estaba bloqueada, los Estados Unidos hacían lo posible e imposible para destruir a la Revolución que hasta ese momento no había perdido ni una sola de las batallas emprendidas y continuaba con pasos firmes y victoriosos hacia un triunfo definitivo y seguro.

La contrarrevolución que no cesaba en su empeño de obstaculizar el proceso encontraba en aquellos pequeños propietarios un excelente caldo de cultivo donde fraguar sus planes desestabilizadores y terroristas contra la Revolución.

En aquel momento Cuba no tenía otra opción que no fuera la intervención inmediata por el Estado de aquellos bienes donde se incluían los timbiriches, pequeños negocios y establecimientos de todo tipo. Esta medida fue apoyada por la mayoría del pueblo que veía con claridad la incompatibilidad de la propiedad privada dentro de un proceso socialista que se proponía realizar cambios tan radicales y profundos como el nuestro.

A partir de que el Estado asumió esta responsabilidad comienza a organizar y desarrollar una nueva gastronomía popular. Así avanzamos hasta que llegaron los años de la abundancia donde el pueblo obtenía servicios de primera calidad, a precios módicos. Se reparaban y remodelaban las unidades existentes y se construían nuevas instalaciones para ponerlas al servicio del pueblo, como eran restaurantes, pizzerías, heladerías, dulcerías, entre otras.

Pero cuando ya eran palpables aquellos beneficios llegó el periodo especial que de hecho estremeció a nuestra economía, siendo la gastronomía una de las esferas que más sintió ese golpe. Muchas unidades se cerraron y otras fueron destinadas a otros fines.

Hoy cuando esta situación va de pasada, Cuba se abre paso en nuevos mercados y el país se recupera, vemos como paralelo a otras actividades, también se restablece la gastronomía.

Con la experiencia adquirida por el Estado en este sector, pienso que es innecesaria la privatización y se pueden buscar otras fórmulas como alternativa para salvar a la gastronomía popular.

H. Rodríguez Piñero

Criterios para disentir

El 4 de diciembre aparecieron opiniones en la Sección Cartas a la dirección con el título Un criterio para debatir. Puedo estar de acuerdo con lo apuntado sobre anomalías y delitos cometidos que afectan o pueden afectar intereses del Estado que son los nuestros: se refiere a los cuentapropistas, la gastronomía, el pequeño comercio¼

Cuando escucho algunas opiniones o leo algunos criterios sobre estos y otros temas similares, lo primero que aprecio es la generalización y las soluciones propuestas como salida a tales problemas. A veces tengo la impresión de que se parte del supuesto que Ciudad de la Habana es Cuba y se ignoran u olvidan la situación geográfica de nuestro país y las condiciones históricas y políticas en las cuales se ha desarrollado y desarrolla la Revolución.

Para señalar un caso, la gastronomía popular: la situación y características de este sector en otras provincias y municipios del país satisfacen en un grado aceptable las exigencias de la población; además, creo que hay que diferenciar lo que se oferta y el servicio que prestan los dirigentes y trabajadores y que en la mayoría de las veces es lo que origina malestar e insatisfacción.

Se han acuñado términos que reflejan actitudes, no solo el de luchar, otros como faltante, desvío de recursos, contabilidad confiable¼ , actitudes que pueden superarse y eliminarse de observarse y aplicarse de modo consecuente y sistemática la institucionalidad por quienes corresponde en cada caso y lugar: ¿de qué pequeña empresa se habla? ¿de cuáles cooperativas de servicios y nuevas formas de propiedad de establecimientos y pequeñas empresas existentes y la creación de nuevos negocios?

Los impuestos por sí mismos no impiden la acumulación excesiva de capital. La solución de crear nuevos propietarios y cooperativas de servicios convirtiendo a los empleados actuales en supuestos dueños colectivos solo conducirían a una desenfrenada libre competencia que no es otra cosa que nuevas células del capitalismo, las cuales en las condiciones de Cuba hoy constituirían un retroceso en el orden no solo económico sino político, social e ideológico.

Las cooperativas de producción agropecuaria y las de créditos y servicios tienen otros fundamentos: son propietarios y usufructuarios a la vez de la tierra y sobre esa base adoptan sus métodos, formas productivas, y realización de sus productos.

Las soluciones propuestas, en mi opinión, serían muy bien aceptadas por nuestro enemigo ancestral y cercano vecino del norte, pues las consideraría un paso atrás en el proceso revolucionario y una victoria de sus consejeros acerca de cambios en el país.

De métodos capitalistas también tenemos experiencias en los años de la década de los 80 del pasado siglo, que no debemos olvidar pues son incompatibles con el Socialismo que queremos construir.

Estoy convencido de que cualquier mecanismo económico en nuestras condiciones son instrumentos del trabajo político. Creo que la construcción del Socialismo es esencialmente una tarea política, revolucionaria; donde el ser humano a través de la planificación —y consciente de su responsabilidad— cumpla con su deber social en cualquier esfera de la sociedad.

La libreta de abastecimiento y la doble circulación monetaria desaparecerán, no por simples deseos, hay que crear las condiciones objetivas para ello; los sueldos y salarios han sido mejorados en algunos sectores y confío en que es un asunto presente en el quehacer de nuestro Gobierno.

Un refrán popular expresa que "el remedio no puede ser peor que la enfermedad", para ello es necesario conocer las causas de la dolencia. El Presidente del Consejo de Estado y de Ministros ha manifestado que se trata de superar las imperfecciones y deficiencias de nuestro Socialismo, si se trabaja por cumplir con la institucionalidad, por exigir y controlar el cumplimiento de lo que corresponde a cada cuadro o funcionario y a cada trabajador. De ese modo, estaremos contribuyendo a perfeccionar nuestro sistema socialista.

En primer lugar la carencia de una adecuada organización tiene como característica fundamental la falla en los métodos para encarar una situación concreta; la falta de disciplina, control y exigencia, por parte de organismos y cuadros se convierte en causa de desorden, desinterés, ausencia de motivación en los trabajadores y, por ello, sobre estos aspectos debemos actuar con toda decisión y de modo sistemático. Hombres y mujeres con vergüenza y entrega a la Revolución existen en cualquier lugar de este país; aplíquese correctamente la política de cuadros sin amiguismos ni favoritismos; practíquese la ejemplaridad ante los trabajadores y se tendrá el apoyo mayoritario de estos para cumplir las misiones en cualquier área laboral. Ejemplos sobran.

Me atrevería a sugerir la revisión de nuestra legislación laboral a fin de buscar nuevas formas de disciplina más conscientes y que protejan al mejor trabajador. El socialismo no es una sociedad de beneficencia, ni una utopía irrealizable, requiere de la producción, el desarrollo de los bienes para el pueblo y la profundización de la conciencia, factores inseparables para su consecución, pero sin una adecuada organización, disciplina, exigencia y control, será más largo el camino o no llegaremos.

Las soluciones para perfeccionar nuestro sistema dependen de nosotros, sin olvidar nuestras condiciones históricas concretas de país sitiado. Y a la espera de que cometamos errores estratégicos, está siempre atento nuestro inconfundible y eterno enemigo.

R. Guerra González

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