Una contribución a los debates
Considero interesantes muchas opiniones publicadas.
Proponen "reformas" de mediano alcance en lo económico, sin que eso
lleve a quitarnos el sueño, porque tal y como expresó Macías Pérez
(11 de diciembre), el Estado
"... debe ocuparse de los grandes programas como el desarrollo
social, la industrialización (...), las grandes empresas, el control
financiero...". Realmente evidencian una corriente de pensamiento,
que sin muchos espacios en los medios de difusión, está ahí,
proponiendo qué país, qué socialismo debemos legar a nuestros hijos
y nietos. A mí me parece que serán nuestros hijos y nietos los que a
la postre van a realizar esas reformas... No serán sus padres y
abuelos.
Ojalá no sea pesimista, pero en mis 52 años de vida
he visto y sentido en carne propia muchas de las cuestiones
reconocidas o criticadas por los lectores en esta sección. Apoyo la
mayoría de los escritos sobre economía, cómo organizarla, la libreta
de abastecimientos, las gratuidades, etc.
Pero después de estudiar esas opiniones y debatirlas
con la familia, amistades y vecinos, soy del criterio que eso sería
posible si nuestro socialismo se sacudiera de todas las "fobias" que
lo han acompañado desde su proclamación hasta nuestros días. Romper
de una vez con todas las ataduras de las fuerzas productivas, las
prohibiciones absurdas de todo tipo que se manifiestan en todos los
sectores de nuestra sociedad. Comprender cualquier cambio requiere
respetar los criterios divergentes, favorecer los debates... Las
experiencias vividas durante los análisis de los discursos del
compañero Raúl en las cuadras (por mi condición de dirigente de zona
de los CDR participé en varios) así lo certifican¼
J. A. Laguna Cruz
Sí al debate constructivo
Completamente de acuerdo con la opinión vertida por
el compañero Palacios Álvarez en la que propone pasar al sector
cooperativo algunas formas de la actividad gastronómica y otros
servicios no básicos, envío mi parcial coincidencia con la del
compañero Ochoa del Río, publicada el pasado
11 de diciembre, basándome en
que prefiero apelar al análisis objetivo al referirnos a aquellos
que rechazan la crítica y el debate constructivos. En los primeros
años de la etapa revolucionaria, primaba la efervescencia
revolucionaria, y los protagonistas de esta etapa eran nuestros
padres, que no exhibían la preparación de los cuadros, dirigentes y
de la sociedad en general de hoy, pero de indiscutible probidad e
integridad revolucionarias. Equivocaciones, actuaciones erróneas, a
veces injustas contra personas incomprendidas hubo y las habrá. Lo
más importante es el reconocimiento y la rectificación de los
errores, como nos ha enseñado Fidel, como parte del
perfeccionamiento del mecanismo de funcionamiento en la construcción
del Socialismo.
Los que llevamos adelante este proceso hoy, tenemos
el privilegio de ostentar una mayor preparación en sentido general,
la que desafortunadamente no siempre exhibe el elevado nivel de
conciencia para enfrentar las arduas tareas de la construcción de la
nueva sociedad. Ciertamente, al igual que el compañero Ochoa Ríos,
me pregunto "cuántas veces no nos hemos sumado a la falsa
unanimidad, contra la que tanto lucha Raúl, por no buscarnos
problemas con nuestra opinión contraria"¼
Los revolucionarios de hoy, somos los mismos de ayer
porque los objetivos no han cambiado en nada, pero la naturaleza del
miedo a buscarnos problemas hoy, radica, desde mi punto de vista, en
la debilidad política e ideológica de algunos para comprender la
utilidad del debate enriquecedor, en el espacio, en el momento
oportuno y con los elementos de juicio que sustenten cada criterio,
en el desconocimiento de las funciones, obligaciones y facultades de
cada quien y una miserable fobia de algunos a todo lo que le haga
sombra al cargo y a las necesarias facilidades para su eficaz
desempeño (medios de transporte, oficinas confortables, etc.).
Elementos que influyen en el rechazo a ultranza de algunos a las
opiniones discrepantes y a las críticas, invocando facultades
absolutas o moción, alegando que el tema no se puede discutir ahora
o que este no es el momento adecuado, u otras descabelladas
justificaciones. También hay otros muy dañinos, que con argumentos
sólidos para hacerlo, no tienen valor para verter un criterio
diferente cuando reciben orientaciones o cuando se discute algún
tema en algún nivel superior en que no siempre lo que se acuerda
tiene que ser acertado o debidamente comprendido.
La defensa y la construcción del Socialismo
constituyen procesos de constante perfeccionamiento y tareas de
hombres plenamente identificados con los principios rectores de la
sociedad y con los intereses de su pueblo, no de simuladores ni
temerosos burócratas incapaces, capaces de apelar a cualquier
subterfugio para evadir cualquier tema que consideren amenazante a
egoístas intenciones, y ninguna opinión que responda a los intereses
supremos de la construcción de la nueva sociedad puede desestimarse
ni arremeter contra ella, eso sí, puede corregirse, perfeccionarse y
hasta rectificarse, preferentemente en aquellos ámbitos en que se
aproveche la inteligencia colectiva.
J. L. Vázquez Cárdenas
Privatizar: no será alternativa
Soy un asiduo lector de la sección Cartas a la
dirección dándole seguimiento a todos los temas publicados,
llamándome especialmente la atención aquellos relacionados con la
gastronomía popular.
Coincido con todos los compañeros pero solo en
parte, mi criterio es que nunca se había visto a un Estado poner en
práctica acciones tan radicales como las que emprendió Cuba aquel 13
de marzo de 1968 mediante la aplicación de lo que todos llamamos
Ofensiva Revolucionaria contra uno de los últimos reductos de la
propiedad privada que aún existía en nuestra Patria.
Con la puesta en práctica de aquella medida, Cuba se
desprendía totalmente del modelo capitalista, y comenzaba a recorrer
un nuevo camino por donde no había transitado ningún otro país del
mundo en la construcción del Socialismo. Cuba estaba bloqueada, los
Estados Unidos hacían lo posible e imposible para destruir a la
Revolución que hasta ese momento no había perdido ni una sola de las
batallas emprendidas y continuaba con pasos firmes y victoriosos
hacia un triunfo definitivo y seguro.
La contrarrevolución que no cesaba en su empeño de
obstaculizar el proceso encontraba en aquellos pequeños propietarios
un excelente caldo de cultivo donde fraguar sus planes
desestabilizadores y terroristas contra la Revolución.
En aquel momento Cuba no tenía otra opción que no
fuera la intervención inmediata por el Estado de aquellos bienes
donde se incluían los timbiriches, pequeños negocios y
establecimientos de todo tipo. Esta medida fue apoyada por la
mayoría del pueblo que veía con claridad la incompatibilidad de la
propiedad privada dentro de un proceso socialista que se proponía
realizar cambios tan radicales y profundos como el nuestro.
A partir de que el Estado asumió esta
responsabilidad comienza a organizar y desarrollar una nueva
gastronomía popular. Así avanzamos hasta que llegaron los años de la
abundancia donde el pueblo obtenía servicios de primera calidad, a
precios módicos. Se reparaban y remodelaban las unidades existentes
y se construían nuevas instalaciones para ponerlas al servicio del
pueblo, como eran restaurantes, pizzerías, heladerías, dulcerías,
entre otras.
Pero cuando ya eran palpables aquellos beneficios
llegó el periodo especial que de hecho estremeció a nuestra
economía, siendo la gastronomía una de las esferas que más sintió
ese golpe. Muchas unidades se cerraron y otras fueron destinadas a
otros fines.
Hoy cuando esta situación va de pasada, Cuba se abre
paso en nuevos mercados y el país se recupera, vemos como paralelo a
otras actividades, también se restablece la gastronomía.
Con la experiencia adquirida por el Estado en este
sector, pienso que es innecesaria la privatización y se pueden
buscar otras fórmulas como alternativa para salvar a la gastronomía
popular.
H. Rodríguez Piñero
Criterios para disentir
El 4 de diciembre
aparecieron opiniones en la Sección Cartas a la dirección
con el título Un criterio para debatir. Puedo estar de
acuerdo con lo apuntado sobre anomalías y delitos cometidos que
afectan o pueden afectar intereses del Estado que son los nuestros:
se refiere a los cuentapropistas, la gastronomía, el pequeño
comercio¼
Cuando escucho algunas opiniones o leo algunos
criterios sobre estos y otros temas similares, lo primero que
aprecio es la generalización y las soluciones propuestas como salida
a tales problemas. A veces tengo la impresión de que se parte del
supuesto que Ciudad de la Habana es Cuba y se ignoran u olvidan la
situación geográfica de nuestro país y las condiciones históricas y
políticas en las cuales se ha desarrollado y desarrolla la
Revolución.
Para señalar un caso, la gastronomía popular: la
situación y características de este sector en otras provincias y
municipios del país satisfacen en un grado aceptable las exigencias
de la población; además, creo que hay que diferenciar lo que se
oferta y el servicio que prestan los dirigentes y trabajadores y que
en la mayoría de las veces es lo que origina malestar e
insatisfacción.
Se han acuñado términos que reflejan actitudes, no
solo el de luchar, otros como faltante, desvío de recursos,
contabilidad confiable¼ , actitudes que
pueden superarse y eliminarse de observarse y aplicarse de modo
consecuente y sistemática la institucionalidad por quienes
corresponde en cada caso y lugar: ¿de qué pequeña empresa se habla?
¿de cuáles cooperativas de servicios y nuevas formas de propiedad de
establecimientos y pequeñas empresas existentes y la creación de
nuevos negocios?
Los impuestos por sí mismos no impiden la
acumulación excesiva de capital. La solución de crear nuevos
propietarios y cooperativas de servicios convirtiendo a los
empleados actuales en supuestos dueños colectivos solo conducirían a
una desenfrenada libre competencia que no es otra cosa que nuevas
células del capitalismo, las cuales en las condiciones de Cuba hoy
constituirían un retroceso en el orden no solo económico sino
político, social e ideológico.
Las cooperativas de producción agropecuaria y las de
créditos y servicios tienen otros fundamentos: son propietarios y
usufructuarios a la vez de la tierra y sobre esa base adoptan sus
métodos, formas productivas, y realización de sus productos.
Las soluciones propuestas, en mi opinión, serían muy
bien aceptadas por nuestro enemigo ancestral y cercano vecino del
norte, pues las consideraría un paso atrás en el proceso
revolucionario y una victoria de sus consejeros acerca de cambios en
el país.
De métodos capitalistas también tenemos experiencias
en los años de la década de los 80 del pasado siglo, que no debemos
olvidar pues son incompatibles con el Socialismo que queremos
construir.
Estoy convencido de que cualquier mecanismo
económico en nuestras condiciones son instrumentos del trabajo
político. Creo que la construcción del Socialismo es esencialmente
una tarea política, revolucionaria; donde el ser humano a través de
la planificación —y consciente de su responsabilidad— cumpla con su
deber social en cualquier esfera de la sociedad.
La libreta de abastecimiento y la doble circulación
monetaria desaparecerán, no por simples deseos, hay que crear las
condiciones objetivas para ello; los sueldos y salarios han sido
mejorados en algunos sectores y confío en que es un asunto presente
en el quehacer de nuestro Gobierno.
Un refrán popular expresa que "el remedio no puede
ser peor que la enfermedad", para ello es necesario conocer las
causas de la dolencia. El Presidente del Consejo de Estado y de
Ministros ha manifestado que se trata de superar las imperfecciones
y deficiencias de nuestro Socialismo, si se trabaja por cumplir con
la institucionalidad, por exigir y controlar el cumplimiento de lo
que corresponde a cada cuadro o funcionario y a cada trabajador. De
ese modo, estaremos contribuyendo a perfeccionar nuestro sistema
socialista.
En primer lugar la carencia de una adecuada
organización tiene como característica fundamental la falla en los
métodos para encarar una situación concreta; la falta de disciplina,
control y exigencia, por parte de organismos y cuadros se convierte
en causa de desorden, desinterés, ausencia de motivación en los
trabajadores y, por ello, sobre estos aspectos debemos actuar con
toda decisión y de modo sistemático. Hombres y mujeres con vergüenza
y entrega a la Revolución existen en cualquier lugar de este país;
aplíquese correctamente la política de cuadros sin amiguismos ni
favoritismos; practíquese la ejemplaridad ante los trabajadores y se
tendrá el apoyo mayoritario de estos para cumplir las misiones en
cualquier área laboral. Ejemplos sobran.
Me atrevería a sugerir la revisión de nuestra
legislación laboral a fin de buscar nuevas formas de disciplina más
conscientes y que protejan al mejor trabajador. El socialismo no es
una sociedad de beneficencia, ni una utopía irrealizable, requiere
de la producción, el desarrollo de los bienes para el pueblo y la
profundización de la conciencia, factores inseparables para su
consecución, pero sin una adecuada organización, disciplina,
exigencia y control, será más largo el camino o no llegaremos.
Las soluciones para perfeccionar nuestro sistema
dependen de nosotros, sin olvidar nuestras condiciones históricas
concretas de país sitiado. Y a la espera de que cometamos errores
estratégicos, está siempre atento nuestro inconfundible y eterno
enemigo.
R. Guerra González