15 de Diciembre de 2001 No lloramos, estamos ganando la batalla
María Julia Mayoral
Para René González Sehwerert fue dictada
también la máxima sanción posible, pero Irma nos confirma que el sacrificio de su hijo,
y de los otros cuatro jóvenes prisioneros del imperio, llena de orgullo. "Valía la
pena todo lo sucedido en este proceso y lo que después venga al oír la verdad en el
mismo corazón de Miami. Es una batalla que hemos ganado. No podrán con nosotros. No
podíamos llorar, salimos de la sala del tribunal con la cabeza en alto".
Por la Mesa Redonda Informativa de este
viernes conocimos estas declaraciones de quien supo ver también durante las vistas de
sentencias el sentimiento de odio y de acorralamiento moral vivido por personeros de la
mafia y la ultraderecha presentes en el proceso judicial.
René recibió condena de 15 años por los
cargos de no haberse inscrito como agente de una potencia extranjera en Estados Unidos y
de conspiración para espiar. El doctor Rodolfo Dávalos, profesor titular de Derecho de
la Universidad de La Habana, explicó que para mayores coincidencias en el ensañamiento,
el oficial probatorio en este caso fue la misma persona que presentó el informe en las
vistas de Gerardo y Ramón.
Los dos delitos imputados a González
Sehwerert podían ser sancionados indicó el doctor Dávalos de una manera
más flexible: el primero entre los rangos de cero a diez años y el segundo entre cero y
cinco, según el código penal estadounidense, pues no existen, en esos casos, pautas
establecidas por la comisión nacional de sentencia norteamericana que restrinjan el campo
para imponer sentencia. Sin embargo, la jueza Joan A. Lenard volvió a decidir con el
máximo de rigor.
Este proceso judicial en Miami necesitaba un
desinfectante de moral sostuvo el colega Lázaro Barredo y eso han sido los
tres alegatos: el de Gerardo, Ramón y René. La mentira y la desvergüenza habían
llegado a tal punto, que meses antes, durante el juicio, la mafia cubano-americana,
histérica por la fortaleza de las pruebas presentadas por los abogados de la defensa,
dijeron que nuestros cinco patriotas habían empleado técnicas de hipnosis. Con esa
patraña trataban de justificar por qué los jueces estaban saliendo tan mal parados en
esos momentos.
Mas esa tendencia a favor de los cinco
patriotas fue secuestrada. Algún día señaló Barredo se sabrán las
presiones a las cuales evidentemente fue sometida la jueza Lenard, pues durante el juicio
fue una profesional justa tratando de llegar a la verdad y después todo lo contrario.
Mientras se producía la vista de sentencia,
René se mantuvo sereno, su alegato constituyó una verdadera lección de patriotismo y de
solidaridad hacia el pueblo norteamericano, a quien distinguió por los valores éticos y
morales que supieron dejar los padres fundadores de esa nación. No pidió clemencia para
él, sino justicia para sus compañeros vilmente sancionados.
Irmita, su hija, dice haberlo visto muy
fuerte de ánimo, con la cabeza en alto como nos tiene acostumbrados. El se imaginaba la
sentencia comentó y en la sala me hizo señas para que levantara la cabeza y
me sonrió. Me sentí muy orgullosa de él. A mí tal vez me salió alguna lágrima, pero
fue de impotencia, al ver la gran injusticia. Al terminar su discurso, se dieron la mano
(los cinco compatriotas), en parte felices por haber tenido el chance de haber dicho la
verdad en una corte de Miami.
El terrorismo recalcó el panelista
Rogelio Polanco es el mayor peligro a la seguridad nacional de los Estados Unidos,
no jóvenes como estos cinco patriotas, quienes son prisioneros políticos. El verdadero
pueblo norteamericano añadió no estuvo representado en los fiscales, sino en
los testigos y en los abogados.
Este jueves en la tarde se conoció en
la Mesa las madres pudieron conversar por teléfono con Fernando, Ramón y René,
así como con Antonio un poco más tarde. El diálogo fue optimista, dándose ánimos
mutuamente porque la contienda será dura todavía.
Adriana Pérez, la esposa de Gerardo,
también fue entrevistada para la Mesa Redonda. Ella contó sobre las conversaciones con
su cónyuge, confirmadoras de ese amor que crece entre los dos a pesar de todos los
contratiempos. "Lo sentí optimista, seguro de sí mismo como siempre, aunque sobre
él pendan dos cadenas perpetuas".
Coraje en el sitial más alto, esa fue la
lección que otra vez nos dieron René y sus compañeros, aun cuando son víctimas de la
consumación de la venganza de quienes durante más de cuarenta años no han podido
destruir a este pueblo, su camino libre e independiente, sin vueltas al pasado en que esta
nación entera anda atada con cadenas a semejanza de cómo los victimarios han conducido
cada día Gerardo y a Ramón al tribunal, violando todas las normas de los derechos
humanos, refrendadas incluso por la Organización de Naciones Unidas. |