A
RENÉ se le abriría un periodo de tres años de la llamada "libertad
supervisada" que constituye un riesgo cierto para nuestro compañero
y una injusta sanción adicional para él y su familia. Pero significa
también un reto para la administración Obama que ojalá sepa afrontar
con sabiduría y sentido común. A partir de ese día estaremos ante
uno de los aspectos más reveladores, y por eso más silenciados, del
sórdido proceso al que fueron sometidos nuestros compañeros.
Dije antes que el caso de los Cinco es prueba
irrefutable de la complicidad de Washington con los terroristas.
Créanme que no exageraba. Eso lo muestran las actas y otros
documentos del juicio de Miami. La Fiscalía exigió que a los
acusados les fueran impuestas las penas más duras y exageradas pero
además, insistió en que para Washington había algo tan importante
como el máximo castigo carcelario. Ese algo, que llamaron
"incapacitación", consiste en tomar medidas para que, después de
concluir sus términos de prisión, ninguno de los acusados pudiera
estar en condiciones de intentar siquiera algo contra los
terroristas y sus planes.
En la sentencia dictada contra René esa exigencia se
expresó con estas palabras: "Como una condición especial
adicional de la libertad supervisada se le prohíbe al acusado
acercarse a o visitar lugares específicos donde se sabe que están o
frecuentan individuos o grupos terroristas".
Esto lo proclamó un tribunal federal norteamericano
en diciembre del 2001, apenas tres meses después del abominable acto
terrorista del 11 de septiembre y lo hizo a solicitud expresa y
formal de los farsantes que desataban una llamada "guerra contra el
terrorismo", fundada en la mentira y la ilegalidad, que ha causado
la muerte y el sufrimiento a incontables inocentes en muchas partes
del mundo.
Mientras se lanzaba a esa empresa tan cruel como
hipócrita, el régimen de Bush reconocía que en el sur de la Florida
hay individuos y grupos terroristas, que sabe dónde están y por
dónde se desplazan. Pero en vez de capturarlos y juzgarlos como es
su obligación los protege descaradamente y exige que ni René ni
nadie pueda molestarlos.
¿Qué hará ahora el actual gobierno? Pedirle que
anule esa sanción contra René y que se atreva a enviar a sus agentes
a detener a los terroristas que ellos conocen, en los lugares donde
"saben que están o frecuentan", quizás sería pedirle demasiado.
Tiene, sin embargo, la posibilidad de evadir el problema, dejando
que René regrese a Cuba ahora, a su casa y su familia. Si se obliga
a René a permanecer allá un solo día después del 7 de octubre, el
presidente Obama tendrá que elegir de qué lado colocarse en la lucha
contra el terrorismo.