26
de Enero del 2004
La libertad del verso
La poesía y la casualidad acercaron al visitante y al Héroe
ORTELIO GONZÁLEZ
MARTÍNEZ
—
Hable —dijo Mirtha.
—
¿Con quién? —preguntó el visitante.
—
Con mi hijo Tonito —ripostó la madre.
Ante el rostro de Mirtha
Rodríguez, y con el teléfono en la mano, Ireneo quedó casi
inmóvil. Del otro lado, la voz de Tony.
Ireneo muy feliz por la oportunidad de este intercambio.
Ireneo Socarrás
Álvarez, hombre enjuto y de mediana estatura, director de la
Empresa Mayorista de Productos Alimenticios de Ciego de Ávila,
tiene el privilegio de ser uno de los cubanos que ha hablado con
Antonio Guerrero Rodríguez, prisionero injustamente en una cárcel
norteamericana por luchar desde ese territorio contra los
terroristas anticubanos.
—
Oye, chico, ¿cómo pudiste revisar tan rápido las décimas? —le
preguntó el Héroe.
—
Trabajando, trabajando mucho —afirmó Ireneo—. Aquí estoy con
tu mamá; le traje el saludo del pueblo avileño y el libro de
décimas sobre Antonio Maceo que me habías mandado. Les hice
algunas anotaciones, pero las sugerencias que te hago, en mi
opinión, no interfieren nada en el contenido de tu obra.
Luego de intercambiar
algunas palabras, le devolvió el teléfono a Mirtha.
Todo fue así, por
casualidad, espontáneamente, como nacen las relaciones que
perduran.
En el año 2002 —precisa
Ireneo— visitaron la provincia los familiares de los Cinco Héroes
y le entregué a la mamá de Tony un ejemplar de mi libro de
décimas A Kmilo 100fuegos, para que se lo hiciera llegar.
También le mandé otras de mi autoría, tituladas A los Cinco
Héroes Prisioneros del Imperio.
Como a los dos meses
recibí una carta de Tony y en ella me enviaba el soneto Nuestra
convicción.
La misiva, en una de sus
partes, dice: "Vuelvo hoy a leer sus décimas tituladas A los
Cinco Héroes Prisioneros del Imperio, junto a su libro de
décimas a Camilo Cienfuegos (nos llegaron el pasado año). Un gran
aliento nos da cada verso en esta batalla por la justicia que junto
a todo un pueblo y miles de amigos solidarios libramos, seguros de
que alcanzaremos el triunfo final, nuestro regreso a la Patria.
"Escribí
(en febrero) 150 décimas sobre la vida de Antonio Maceo. Tuve
presente su enseñanza y ejemplo con su libro a Camilo (tal vez
contactando con mi madre pueda obtener una copia y me agradaría
conocer su criterio de lo que escribí)."
En las llamadas
telefónicas realizadas a su mamá —continúa Ireneo— Tony se
interesó por saber si el libro había llegado a mí. Cuando lo tuve
en mis manos comencé a trabajar, y una vez terminado se lo llevé a
Mirtha. Cuando llegué a su casa es que ocurre la llamada de Tony.
Tengo la impresión —agrega
Ireneo— de que las décimas sobre Camilo lo motivaron a escribir
sobre la vida de Antonio Maceo. Lo sé porque en la carta que me
manda, él me expresa que tuvo presente la enseñanza y el ejemplo
del libro.
Con el libro de las 150
décimas a Maceo —continúa— me sucedió algo curioso, y es que
el hecho de que yo no pude llevárselo con anterioridad a Mirtha,
salvó al cuaderno de una pérdida segura, pues en el viaje de ella
a los Estados Unidos se le extraviaron varias cartas enviadas desde
Cuba.
En una misiva a
familiares y amigos, el 15 de diciembre del 2003, Tony denuncia las
arbitrariedades de las autoridades norteamericanas, y escribe:
"Una
vez más las dificultades para entrar al territorio norteamericano
que tuvieron que atravesar nuestros familiares, unidas a otras cosas
que no debieron pasar si viviéramos en un mundo más humano, sin
avaricia ni egoísmos, han provocado la pérdida de nuestra
correspondencia.
Mirtha y Tony, con el
amor que no cree ni en
barreras, ni en distancias.
"En
esta ocasión se trata de las cartas y las fotos que ustedes me
enviaban con mi madre y mi hijo. No voy a hacer toda la historia de
lo sucedido en detalles. Solo les explico que al llegar al
aeropuerto de la ciudad de Houston, con tres horas de antelación
para la conexión del vuelo que los conduciría a Colorado desde
México, los trámites de inmigración y aduana causaron una demora
a mami, Tony y Roberto que les impidió tomar el vuelo reservado, y
en una carrera atropellada por lograr tomar ese avión, mi madre
perdió un maletín pequeño que básicamente contenía tres sobres
con más de 40 cartas que ustedes me enviaban.
"Se
buscó el maletín, se hizo la reclamación y en esas otras
gestiones casi vuelven a perder el siguiente vuelo. Lo perdido no
apareció ni ha aparecido (...). Se imaginan ustedes cómo se
inició nuestra visita, al siguiente día del arribo tan dificultoso
y doloroso por la pérdida. Ese viernes 5 no necesité que mi madre
me dijera nada para saber que algo pasaba. Se desahogó conmigo y le
dije: no te culpes, todos te entenderán y rescataremos esas cartas,
porque estoy seguro de que todos volverán a escribirlas con el
mismo cariño y la misma hermandad con que lo hicieron. Esa será la
forma en que no solo quedará reparada la pérdida, sino que
demostraremos a quien no tuvo la más mínima sensibilidad humana
para devolver esas cartas y a quienes provocaron tantos innecesarios
contratiempos que contra el bien nadie puede, que contra la dignidad
y la unidad que tenemos nadie puede."
Ambos son amigos. El
verso fraguó esa amistad y la fortaleció el intercambio epistolar.
Ireneo gasta horas entre estrofas, libros y versos, porque es un
fiel convencido de que la poesía ayuda a Tony.
Lo abrazaría —me
contestó pensando en el regreso del joven patriota prisionero—.
Hablaríamos mucho, no de la cárcel, más bien de la libertad. Le
preguntaría cómo fue capaz de escribir tantas cosas lindas en la
frialdad de una celda.
¿Importante yo? —dice
Ireneo— Nada de eso. Solo un cubano, tal vez con mucha dicha.
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