12 de
septiembre de 2005
¡Abrid las celdas!
Este es el reclamo de cada vez más
voces en el mundo ante la arbitraria privación de libertad —léase
secuestro— de Cinco Patriotas cubanos luchadores antiterroristas
en cárceles estadounidenses de máxima seguridad, detenidos desde
hace justamente hoy siete años
LOURDES PÉREZ NAVARRO
YA
NO TIENEN a qué atenerse. Lo han dicho los jueces de la Corte de
Apelaciones del Onceno Circuito de Atlanta en su serio, detallado y
excepcional dictamen: "Las condenas de los acusados son
revocadas". ¿Qué esperan entonces para liberarlos?
Luego del fallo, dado a conocer el
pasado 9 de agosto, la Fiscalía ha quedado sin saber qué hacer.
Entre las opciones estarían sentarse a negociar con la defensa
—como habitualmente se hace—; iniciar un nuevo juicio en una
sede distinta a Miami, "comunidad permeada con sentimientos de
hostilidad hacia los acusados" y que "ha estado repetida y
profundamente expuesta a una publicidad perjudicial", donde
"conformar un jurado (imparcial) era una probabilidad poco
razonable", tal como refrenda el dictamen.
Sea cual fuere la decisión, algo es
seguro: Gerardo, René, Fernando, Antonio y Ramón fueron absueltos
por un tribunal superior; las condenas ya no existen. Sin embargo, aún
se mantienen encerrados ilegalmente en prisiones de máxima
seguridad destinadas solo a individuos que cumplen sanción.
Como señaló el abogado Paul
McKenna, defensor de Gerardo, desde el momento en que falló la
Corte de Apelaciones, "mi cliente no es convicto de nada".
Si el Gobierno de Estados Unidos quiere juzgar otra vez a nuestros
Cinco Héroes que vuelvan a acusarlos, pero primero tendrán que
liberarlos.
Así también lo exigió el pasado 27
de mayo el Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias de la Comisión
de Derechos Humanos de Naciones Unidas, el que determinó que la
detención —el 12 de septiembre de 1998, hace hoy justamente siete
años— y todo el proceso posterior, que ha privado de libertad a
nuestros compatriotas, son arbitrarios y violatorios del Derecho
Internacional, específicamente de la Convención sobre los derechos
civiles y políticos, de la cual es parte Estados Unidos.
Esta Comisión exhortó al Gobierno a
poner fin a tal situación, "y la única forma de cumplirla es
abriendo la celda de los compañeros y sacándolos a la calle",
tal como aseguró recientemente Ricardo Alarcón de Quesada,
presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
El Gobierno de EE.UU. sabe lo que
tiene que hacer, agregó. Se lo ha demandado un mecanismo de la ONU,
y la decisión de la Corte de Apelaciones le ha quitado toda excusa.
Una persona privada de su libertad,
arbitraria e ilegalmente, es una persona sometida a secuestro. En el
caso de nuestros Cinco compatriotas, el mundo sabe quién es el
secuestrador y quiénes los secuestrados; conoce quién viola la
Constitución, las leyes y los procedimientos carcelarios
estadounidenses.
AÑOS DE ENSAÑAMIENTO Y
ARBITRARIEDADES
Siete años han transcurrido desde
aquella madrugada del 12 de septiembre de 1998 en que efectivos del
Buró Federal de Investigaciones (FBI) detuvieran en sus domicilios
a René González, Antonio Guerrero, Fernando González, Ramón Labañino
y a Gerardo Hernández en un operativo contra una supuesta red de
espías.
Todos fueron conducidos al cuartel
general del FBI en Miami, para una entrevista de
"convencimiento" a colaborar y traicionar, a cambio de
ciertas promesas, y mediante presiones y chantajes. Después de
varios intentos fallidos los llevaron al Centro de Detenciones de
Miami. De todo ello el jefe del FBI en esa ciudad, Héctor Pesquera,
mantuvo informados, antes que a nadie, a los congresistas Ileana
Ross Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart, notorios personajes
pertenecientes a la mafia anticubana.
La detención de estos Cinco jóvenes,
quienes tan solo trataban, con elevado altruismo y valor, de obtener
información sobre los grupos terroristas ubicados en Miami para
prevenir sus actos violentos y salvar vidas de cubanos y
norteamericanos, fue la única respuesta del FBI a las informaciones
y evidencias que venía brindando el Gobierno cubano al
estadounidense acerca de actos terroristas dirigidos contra nuestro
país, incluidos planes para atacar aeronaves y poner bombas en
hoteles de La Habana, estos últimos organizados y financiados por
la Fundación Cubano-Americana mediante el connotado criminal Luis
Posada Carriles. La explosión de una de esas bombas mató al
turista italiano Fabio di Celmo e hirió a 12 cubanos.
El proceso involucró también a
familiares de los encausados, como forma de presión y de chantaje.
Incluso Olga Salanueva, esposa de René, fue hecha prisionera sin
que cometiera delito alguno y luego deportada. Residente en Cuba con
sus dos hijas, ha solicitado la visa en varias ocasiones para
visitar en la prisión a su esposo. La primera vez se le concedió,
y cuando hacía sus maletas para viajar, una orden revocó la visa,
y tantas veces como ha presentado después la solicitud se la han
denegado a ella y a su pequeña Ivette. Tal negativa ha sufrido
también Adriana Pérez, la esposa de Gerardo.
Una Corte de Miami sancionó a
nuestros Cinco compatriotas a las penas máximas por cargos falsos,
incluidos los que el Fiscal pidió retirar por falta de pruebas, con
un Jurado sometido a la amenaza de los grupos terroristas, la
intolerancia de las organizaciones contrarrevolucionarias y de la
prensa anticubana.
Durante 17 meses en una primera ocasión,
y en otra por 48 días, fueron sometidos a confinamiento solitario
en "el hueco" —lugar en el que por sus pésimas
condiciones el tiempo máximo establecido para mantener a un
detenido es de 60 días, y solo en los casos más graves, como el de
asesinato—, y a otros tratos crueles, inhumanos y degradantes.
Esto dificultó la comunicación con sus familiares y abogados, y
afectó las garantías mínimas del debido proceso.
En estos momentos en que la Corte de
Atlanta ha revocado las condenas, ¿sobre qué bases les podrían
negar las visas a Adriana y a Olga? Ellos tienen derecho a reunirse,
no en una prisión, sino en cualquier lugar donde pueda estar un
hombre libre.
Mientras, connotados y confesos
terroristas, como Orlando Bosch, recorren libremente las calles de
Miami, reciben estatus legal en los Estados Unidos, apadrinados por
la mafia anticubana, y alardean ante las cámaras de televisión de
la autoría de innumerables crímenes con los que han sembrado el
dolor y la muerte en Latinoamérica.
Otros, como Posada Carriles, penetran
ilegal y "silenciosamente" en tierra estadounidense,
seguros de que encontrarán protección, al amparo de compinches de
la peor catadura. Solo ante el reclamo internacional —luego de que
Cuba denunciara tales actos y presentara convincentes evidencias—,
el criminal es detenido con las mayores gentilezas, y procesado, de
momento, únicamente por incumplir las leyes migratorias.
¡Qué distinto al tratamiento dado a
nuestros Cinco compatriotas, que precisamente lo que hacían era
luchar contra el terrorismo! Todo ello deja claro la doble moral del
imperio.
En estos siete años de indetenible
lucha, en la que el combate de nuestro pueblo y de cientos de comités
de solidaridad en el mundo han logrado romper el silencio de la gran
prensa y hacer valer la verdad, el fallo de la Corte de Apelaciones
de Atlanta empieza a abrir el camino hacia la justicia y la
libertad.
¡Que se abran ya las rejas de las
celdas y cese el secuestro!
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