22
de diciembre de 2009
Apuntes desde Miami
Rectificación sin justicia
A propósito de la
resentencia para Ramón Labañino y Fernando González
DEISY FRANCIS MEXIDOR
Francis_mexidor@granma.cip.cu
Miami es una
ciudad variopinta, aunque "el cubaneo" anda en mayoría por
todos lados. Tensa para el que va de visita y vive al otro
lado del Estrecho. Simuladora, cuando se trata de Cuba, para
quienes residen en ella. En Miami, los simpatizantes con la
Isla, o lo esconden o tienen que cuidarse mucho, porque el
terror existe.
En
primer plano el edificio de la Corte Federal de Miami. En el
piso 12 se realizó la audiencia. Detrás el Centro de
Detención, donde estaban Ramón, Antonio y Fernando.
La famosa
Calle 8, donde se encuentra el restaurante Versalles
—denominado el cuartel general de la gusanera—, es centro de
reunión de los que han hecho de la agresividad contra el
vecino país un modo de vida que rinde dividendos; la sede de
la organización terrorista Alpha 66, el monumento a los
mercenarios que invadieron Girón, el Parque del Dominó,
sitio habitual de octogenarios, que han intentado detener el
tiempo antes de 1959... "Esta ciudad hubiese sido otra, si
no fuera dominada por un grupito de cubano-americanos
extremistas y mafiosos, tal vez hasta la política del
gobierno de EE.UU. hacia Cuba resultaría diferente",
responden al paso de esta reportera.
Pero hay un
sector —las generaciones más jóvenes— que ya se revela ante
esto y pretende que las relaciones entre las dos naciones
tomen un cauce normal. Algunos de esos atisbos constatamos
durante el trayecto al punto de destino: la Federal
Courthouse (Corte Federal), ubicada en Avenida North Miami y
Calle 4, en el llamado Downtown o centro de esta urbe, donde
el martes 8 de diciembre fueron resentenciados Ramón
Labañino Salazar y Fernando González Llort, con lo cual
concluyó el proceso de aplicación de nuevas condenas a tres
de los Cinco luchadores antiterroristas cubanos encarcelados
hace más de 11 años en territorio estadounidense.
Previamente,
el 13 de octubre, se había realizado la audiencia para
Antonio Guerrero Rodríguez, a quien se le redujo la
sentencia de cadena perpetua más diez años a 21 años y diez
meses de prisión.
RUMBO A LA
12-1
La entrada a
la Corte —que no es la misma donde se celebró el juicio en
el 2001— fue justo a las 9:00 de la mañana, luego de pasar
los controles de seguridad que impiden el acceso al moderno
inmueble de teléfonos celulares, cámaras fotográficas o
cualquier medio de comunicación. Nos dirigimos al piso 12,
sala 12-1, y esperamos en un espacioso hall rodeado de
gruesos cristales, hasta el inicio de la audiencia.
Desde allí,
muy próximo, podía divisarse el Federal Detention Center
(Centro Federal de Detención), adonde fueron trasladados
Ramón, Antonio y Fernando para la resentencia. Un edificio
imponente, especie de mole gigantesca de cemento, con
minúsculas ventanas en forma vertical, que apenas deben
permitir el paso de la luz del sol. Al mirarlo recordamos el
ir y venir de una mujer y su pequeña hija haciendo surcos a
esa calle, tratando de que a través de las hendijas de una
de esas aberturas su esposo la viera. Olga Salanueva, la
niña Ivette y René González, son los protagonistas de la
historia. Ocurrió tras la detención de los Cinco en
septiembre de 1998...
Cerca de las
10:00 de la mañana comenzaron a entrar, escalonadamente,
quienes asistirían a la audiencia: la retratista, la misma
del 2001; los periodistas, los abogados, y la fiscal
Caroline Heck Miller.
Es de notar
que, previo a la audiencia, no apareció ningún artículo en
la prensa de aquí sobre el tema, es como si además al
silencio de los medios sobre la verdad en estos años, ahora
sumaran la expresa intención de sepultar el caso por
completo. Por eso no extrañó que al otro día de la
resentencia aparecieran en los diarios y televisoras
idénticos calificativos, términos mal intencionados y
criterios politizados similares a los que fueron utilizados
contra los Cinco durante el proceso judicial que los condenó
en Miami.
OTRA VEZ SE
ABRE EL TELÓN
La sesión se
inició a las 10:02 de la mañana. El aspecto interior del
recinto no destaca por los espacios para ubicarse, pero su
disposición resulta fría y aplastante, como si intimidara.
Es un lugar donde la jueza Joan Lenard se observaba a una
altura casi infranqueable y su figura, más que la de la
encargada para impartir justicia, semejaba a un ser puesto
allí para descargar todo su poder sobre los acusados.
Cuando
entramos, ya a Fernando —el primero en ser resentenciado— lo
tenían en la sala junto a su abogado. Enseguida echó una
rápida mirada a los amigos que llegaron a brindar su apoyo
y, además de una sonrisa, hizo una señal de agradecimiento
con sus ojos, aunque cualquier movimiento le estaba
prohibido.
El
procedimiento, denso y muy técnico, hizo interminable la
discusión entre la Fiscalía y la Defensa —representada de
manera excelente por Joaquín Méndez—, al punto de tener que
interrumpir la sesión para continuarla en la tarde, después
de la de Ramón. En total fueron alrededor de cinco horas de
debate, durante las cuales el gobierno de EE.UU. asumió,
como verdades, sus propias mentiras repetidas muchas veces,
para continuar su farsa en contra de los Cinco.
Méndez
solicitaba una sanción de 15 años para Fernando, o sea,
reducirle cuatro años, por considerar que ya era hasta
excesivo el mantener por más tiempo en prisión a un hombre
por los cargos imputados de no haberse inscrito ante el
gobierno estadounidense como agente de otro país, y por
asumir, en función de ello, identificaciones falsas. La
Fiscalía, por su parte, solo pedía una ridícula reducción de
siete meses a la condena inicial de 19 años. Al final, la
jueza Lenard dictó 17 años y nueve meses.
Es de notar
que Fernando no fue acusado jamás por cargo alguno de
espionaje; sin embargo, en esta componenda política, hubo un
instante en que la fiscal Heck Miller alegó sobre Fernando
sus cualidades personales, sus modales, para luego espetar
que "esos" eran los más peligrosos.
Luego
argumentó que había que dictar condenas "severas", porque
EE.UU. no podía permitirle a un gobierno extranjero enviar a
"agentes" a averiguar sobre posibles planes de su país
contra otro, por supuesto Cuba, ya que la vida de los
soldados estadounidenses correría riesgos. ¡Es el colmo!
Pero peor
aún fueron las acotaciones de la Lenard al explicar su
decisión: la sentencia debía servir de "ejemplo", ya que no
podía admitir que ciertos individuos se instalaran en suelo
norteamericano "a espiar a los ciudadanos de Estados Unidos
e impedir que estos ejerzan sus derechos
constitucionales..." ¿Se refería la Jueza a los terroristas
y organizaciones criminales que libremente actúan en Miami?
LA MÍNIMA
DE LA GUÍA, PERO EXCESIVA
A la 1:40 de
la tarde entraron a Ramón a la sala. No estaba esposado,
pero si con los grilletes. Su rostro transmitía una alegría
y una fuerza increíbles, pese al difícil momento. Lo primero
que hizo fue alzar uno de sus puños en gesto de victoria y
lanzar al aire varios besos a su esposa Elizabeth Palmerio,
ahí presente junto a Magali Llort y Rosa Aurora Freijanes,
madre y compañera de Fernando, respectivamente, y Roberto
González, hermano de René.
La audiencia
no demoró más de 45 minutos. Existía un acuerdo previo con
la Fiscalía: la nueva sentencia se reduciría a 360 meses de
prisión, o sea 30 años —la mínima recomendada por la guía
federal—, en sustitución de la cadena perpetua más 18 años.
El abogado
William Norris solicita, en correspondencia, la posibilidad
de que Ramón sea mejorado de prisión para el acceso más
fácil a las visitas familiares, pues actualmente él se
encuentra en una penitenciaría de máxima seguridad en
Kentucky. La Jueza, en un chiste de mal gusto y fuera de
tono, dijo que podrían pensar en enviarlo a Guantánamo,
donde la Casa Blanca ocupa ilegalmente un pedazo del
territorio cubano y mantiene, en contra del clamor
internacional, un centro de detención y tortura.
INJUSTICIA
PERPETUA
La imagen
digna, firme de Fernando y Ramón, pese a los grilletes, a
esas horribles esposas rosadas y a los uniformes de presos,
impactó a todo el auditorio. Su negativa una vez más a
colaborar con el gobierno de Estados Unidos a cambio de
sentencias benévolas los eleva a otra dimensión. Ellos
semejaron hombres totalmente libres.
Al vaciarse
la sala, volvía a caer el telón de la naturaleza política
del proceso contra los Cinco. ¿Cómo puede decidirse así el
destino de seres humanos?, pensaba.
Cuando
salimos de la Corte, Andrés Gómez, de la Alianza Martiana, y
Gloria La Riva, del Comité Nacional Free the five,
leyeron la declaración de Ramón, Antonio y Fernando: "nos
castigan a los Cinco por acusaciones que jamás han sido
probadas. Aunque tres sentencias fueron reducidas
parcialmente, la injusticia se mantiene con todos",
afirmaron en el texto.
Miami nunca
ha sido el lugar para impartir justicia en este caso. A
pocas cuadras de ahí, la torre de la Fundación Cubano
Americana se levanta como un monumento al terrorismo y a la
total impunidad.
Pero semanas
antes, en esa misma Corte y ante la misma Jueza, eran
condenados dos presuntos miembros de la red terrorista de Al
Qaeda, que planificaron volar el edificio del FBI. Sin
embargo, la Lenard consideró que para ellos sentencias entre
seis y siete años de cárcel era suficiente.
En el viaje de retorno a La
Habana coincidimos con Elizabeth, la esposa de Ramón. Ella
comentaba: "Esta fue una vista de sentencia para perpetuar
la injusticia, se ha hecho una rectificación, pero para nada
se ha hecho justicia. Lo correcto sería ponerlos de
inmediato en libertad y reconocer los méritos de las
acciones de esos cinco hombres".
(Tomado
de Jungewelt) |