21 de agosto de 2007
Espías libres y antiterroristas presos
JEAN-GUY ALLARD
PARECE
un cuento de ficción. Existe en los archivos de la justicia
imperial la historia reciente de un auténtico agente de la CIA
quien, violando todas las reglas y las leyes existentes, puso
a disposición de un gobierno extranjero la cantidad récord de
3 659 documentos secretos; sin embargo, nunca fue acusado de
espionaje, tampoco de conspiración para espiar; y terminó con
una simple condena a un año de cárcel y una multa.
Se trata del agente de la Agencia Central de
Inteligencia Donald W. Keyser, quien el 12 de diciembre del
2005, confesó ante el juez T.S. Ellis, III, en Washington,
haber robado 28 documentos clasificados "TOP SECRET", 1 976
"SECRETO" y 1 655 "CONFIDENCIAL", en su forma original de
papel o de forma electrónica para dejarlos a disposición de la
agente de los Servicios de Inteligencia de Taiwán Isabelle
Cheng, con la cual mantenía una relación asidua.

Keyser y Franklin, dos espías a los que Washington
trató con complacencia.
Keyser también admitió formalmente ante el
tribunal que mintió repetidamente a los investigadores del
Departamento de Estado acerca de su relación con la agente
Cheng.
Y reconoció que omitió mencionar, de forma
engañosa, en una planilla del servicio de aduanas, en
septiembre del 2003, a Taiwán como destino de viaje cuando
acababa de visitar esta isla.
A pesar de todo, por una complacencia que solo
puede explicarse por el nivel de las amistades que mantenía en
la Casa Blanca, fue dejado en libertad con una fianza de 500
000 dólares (en realidad una garantía hipotecaria), y la
obligación de entregar su pasaporte y usar una pulsera
electrónica de monitoreo.
El 22 de enero último, Keyser fue
discretamente condenado a 12 meses y un día de cárcel, el pago
de una multa de 25 000 dólares, y tres años de supervisión
carcelaria por "extracción ilegal de material clasificado" del
Departamento de Estado y por haber hecho falsas declaraciones.
No es todo: ¡No era la primera vez que Keyser
hacía de las suyas!
En el 2000, el especialista de Asia, quien
habla mandarín, había sido sancionado, con unos colegas,
después de la desaparición repentina de una computadora
portátil y su contenido de la oficina de la entonces
secretaria de Estado Madeleine Albright.
Parece increíble, pero Keyser, seguramente
disponía ya de un padrino en algún lugar, fue luego asignado a
la Oficina del Director General del Servicio Exterior.
Antes de su arresto, este espía patentado
había ocupado puestos en la embajada norteamericana de Beijing
en tres oportunidades (1976-78, 1983-89, 1989-92) y en la de
Tokio dos veces (1979-81, 1985-88), además tuvo rango de
Embajador en negociaciones relativas a Nagorno-Karabakh y
otras antiguas repúblicas soviéticas.
ABSURDoS DE LA JUSTICIA BUSHISTA
Entre los casos, de auténtico y comprobado
"espionaje", más famosos ocurridos bajo la administración de
George W. Bush, se distingue también un asociado del lobby
pro-israelí, Lawrence A. Franklin.
Durante años, Franklin entregó a dos agentes
israelíes, Steve Rosen y Keith Weissman, que operaban bajo la
cobertura del American Israel Political Committee (AIPAC) el
más importante grupo de cabildeo (lobby) israelí en
Washington, y a otro espía israelí, Naor Gilon, entonces
consejero político en la embajada de Tel Aviv en Washington,
gigantescas cantidades de información del Pentágono sobre
Irán.
Franklin, experto analista del Pentágono,
quien asesoró personalmente a Donald Rumsfeld, fue condenado
en el 2006 a doce años de cárcel¼ y poco después, liberado
bajo fianza hasta la conclusión del juicio de Rosen y Weissman.
Hace unos meses, el diario The Wall Street
Journal revelaba que el espía más peligroso de la historia
reciente de Estados Unidos trabaja de parqueador en el Charles
Town Races & Slots, Virginia del oeste, un hipódromo privado y
un casino especializado en lotería-video.
Arrestados in fraganti por el FBI
cuando desarrollaban actividades de espionaje, Rosen y
Weissman se encuentran también libres bajo fianza.
Sus astutos abogados afirman ahora que al
acusar de espionaje a sus clientes, la Fiscalía viola la
Primera Enmienda de la Constitución y que condenarlos
obligaría a acusar también a numerosos activistas y
periodistas.
Sus actividades de espionaje se extendieron
entre abril de 1999 y el 27 de agosto del 2004, un periodo
durante el cual el FBI observó numerosos encuentros realizados
con las precauciones que caracterizan las actividades del
grupo.
Hace unos días, el presidente del Parlamento
cubano, Ricardo Alarcón, subrayó otro caso de flagrante
complacencia, al indicar cómo el diario norteamericano The New
York Times acaba de publicar declaraciones del Departamento de
Justicia, acerca de Leandro Aragoncillo, un norteamericano de
origen filipino sentenciado a solo 10 años por espionaje.
Ex Marine del Ejército norteamericano,
Aragoncillo realizó sus actividades de espionaje en la Casa
Blanca, mientras trabajaba sucesivamente para los
vicepresidentes Albert Gore y Richard Cheney.
Más escandaloso aún, al pasar luego al
servicio del FBI, en el estado de New Jersey, como analista
especializado en inteligencia, siguió con sus actividades de
espionaje y robó documentos clasificados "muy secretos" sobre
amenazas terroristas contra intereses estadounidenses en
Filipinas.
A LOS CINCO, NI UN SOLO DOCUMENTO
La complacencia de la justicia bushista con
Donald W. Keyser, Lawrence A. Franklin, Leandro Aragoncillo y
otros confirmados espías introducidos en la alta
administración de Estados Unidos tiene poco que ver con la
brutalidad del tratamiento reservado a los Cinco, que ni en
sueño se acercaron a un documento clasificado del gobierno
norteamericano. Hace falta recordar cómo, violando todas las
normas penitenciarias y los convenios internacionales contra
la tortura y los tratos crueles, inhumanos y degradantes, el
jefe del FBI de Miami, Héctor Pesquera y sus cómplices de la
Fiscalía, mantuvieron a los Cinco en confinamiento solitario
durante 17 meses consecutivos después de su arresto.
Y cómo el general Clapper, ex jefe de la
Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa; el
general Charles Wilhelm, ex comandante en jefe del Comando
Sur; el general Edward Atkeson, ex vicejefe del Estado Mayor
del Ejército para Inteligencia; el almirante Eugene Carroll,
ex vicejefe de Operaciones Navales, y el coronel George
Buckner, ex oficial del Comando del Sistema de Defensa Aérea
de Norteamérica, todos rindieron testimonios descartando la
posibilidad de que los Cinco se hayan acercado, ni de lejos, a
informaciones de algún valor estratégico.
Después de un juicio trucado en una ciudad
dominada por la mafia terrorista cubanoamericana, los Cinco
heredaron cuatro cadenas perpetuas más 75 años de cárcel...
por vigilar a las redes terroristas que apadrinaron a Luis
Posada Carriles y su pandilla que, desde Miami, y a menudo con
la complicidad de la CIA, del FBI, del Departamento de Estado
y de la propia Casa Blanca, se dedican a conspirar contra
Cuba. |