23 de Julio de 2002
NOSOTROS ACUSAMOS
La distopia de un proceso
"Aunque nunca sabremos con total
certeza la identidad del ganador de la elección presidencial de este año
(2000), la identidad del perdedor es perfectamente clara. Es la confianza
en el juez como guardián de la ley".
John Paul Stevens, juez de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos.
RENE ANILLO
JOHN Paul Stevens, 80 años de edad, llamó la
atención mundial, cuando en junio de 1992 calificó de "monstruosa decisión"
la sentencia de la Corte Suprema que condonó el secuestro en México de un ciudadano de
ese país por policías de Estados Unidos a pesar de la existencia de un Tratado de
Extradición vigente entre ambos países y el empleo, además, de procedimientos que
no son admitidos por ley ni en los propios Estados Unidos.
Cuatro mil años antes los hititas y los egipcios, al
suscribir el primer Tratado de Extradición, asentaron las páginas iniciales conocidas
del Derecho Internacional en la historia de la humanidad.
El sociólogo y criminalista francés Gabriel Tarde,
en su obra Filosofía Penal, cita al jurisconsulto napolitano Rafael Garófalo,
autor de La Criminología, quien denuncia: "En Sicilia, el jurado es esclavo
de la mafia; en Nápoles, de la camorra; en España, de la mano negra". Y añade
Tarde: "En Inglaterra, el jurado es débil ante la amenaza verbal".
Garófalo, a partir de su concepción sobre el
"derecho natural", definió el "delito natural" como la ofensa a los
sentimientos altruistas fundamentales de la piedad y la probidad en la medida media en que
los posea un determinado grupo social.
Superando a Garófalo, el penalista español Luis
Jiménez de Asúa, conceptúa por "reos políticos" sólo aquellos que actúan
por móviles eminentemente altruistas, favoreciendo fines propios del progreso humano,
incluso con el sacrificio personal. Marchar hacia el futuro es su característica
principal.
Por el contrario, afirma el criminalista español,
"en el delito común hay siempre motivos egoístas, aunque sea el amor ofendido,
aunque sea el justo dolor".
Siguiendo a Garófalo, se puede calificar esclavo en
Miami del narcoterrorismo, al jurado que declaró culpables a René, Ramón, Gerardo,
Fernando y Antonio.
Y no cabe ninguna duda de que son presos políticos,
los cinco patriotas cubanos, quienes, a partir de móviles altruistas, denunciaron el
tráfico de drogas que tanto daño hace a la juventud y al pueblo
norteamericanos, así como las actividades dirigidas contra el pueblo cubano y cuya
peligrosidad se extiende a todo el continente, al atentar contra aviones civiles de
pasajeros y organizar complots que han puesto en peligro la vida de mandatarios
iberoamericanos en varias ocasiones, en el último de los cuales se impidió, con la
oportuna denuncia cubana, la realización de los planes que amenazaban la vida de miles de
personas, incluida la valiosa juventud universitaria de Panamá.
El 8 de junio, día de significación para los
sentimientos de justicia asociados al patriotismo cubano que evoca la defensa de la
tesis de grado en la Universidad de La Habana del prócer de la Independencia, Ignacio
Agramonte, cinco jóvenes de los cuales se sentiría orgulloso el héroe de
Jimaguayú, fueron declarados culpables de acusaciones, tan infundadas como vituperables,
en un proceso judicial plagado de falsas evidencias y de manipulación de testigos y
peritos, por un jurado bajo la presión de una calumniosa propaganda, asistida por la
tolerancia y complicidad de las autoridades norteamericanas y los prejuicios sembrados
durante décadas, así como la intimidación originada en precedentes, que han tenido como
eje, hechos criminales contra personas opuestas a la política oficial con relación a
Cuba en Estados Unidos.
Los que, apelando a la fuerza y a la ilegalidad,
postulan la filosofía del pillaje, desconocen la juridicidad y desposeen al Derecho de su
esencia en la ley justa.
La complicidad de funcionarios en el sur de la
Florida se puso de manifiesto, una vez más, al amenazar, el Jefe del FBI, con una caza de
brujas, tratando de influir en el ánimo de la Jueza, de cuya sentencia están pendientes
los cinco patriotas cubanos, y lo hace desde emisoras radiales que se han destacado como
voceros del terrorismo, que dicho funcionario no ignora, pues conoció y encubrió la
existencia de depósitos de explosivos en Miami, destinados a acciones criminales y cuya
ubicación fue posible por la información brindada por los patriotas presos.
Nueve días después del inicuo veredicto se publicó
el mensaje, al pueblo de Estados Unidos, de René González, Ramón Labañino, Fernando
González, Gerardo Hernández y Antonio Guerrero.
Las palabras contenidas en el mensaje constituyen un
"nosotros acusamos" a los que en Miami exhibieron al Mundo la impudicia del
secuestro de un niño de cinco años que son los mismos que incomunicaron, durante 17
meses, a los cinco patriotas y aún hoy los mantienen aislados, a la vez que perdura la
campaña propagandística contra sus personas y se intimida a unos y se amenaza a otros
por medio de autoridades, cuyo compromiso con los infundios y denuestos contra los
patriotas cubanos está más que demostrado.
El ignominioso proceso efectuado no pudo ocultar la
trama urdida, patentizada con la utilización del mendaz testimonio de un antiguo servidor
de la atroz tiranía militar en Argentina y la evidencia falaz de un marino escandinavo
radicado en la Florida; por el contrario, reveló los propósitos criminales, como el
dirigido a utilizar contra Cuba explosivos de altísimo poder destructor, parecido al
empleado contra el edificio federal en Oklahoma, en los Estados Unidos, por miembros de
una organización terrorista de derecha en 1995. La inverecundia de los testigos
presentados por el fiscal, quedó al descubierto una vez más, al demostrarse que para sus
incursiones sobre La Habana, violando el espacio aéreo, cargaban artefactos explosivos,
hecho este que provocó el comentario, reflejado por una agencia noticiosa europea en un
despacho periodístico, de que si el objetivo era humanitario, cómo se explicaba que
llevaran municiones en los aviones.
Al cinismo de la contrarrevolución asociada al
crimen de las drogas y de la inmigración ilegal, se une la actuación de autoridades de
Estados Unidos, muchas de las cuales participan de los "beneficios" del tráfico
ilegal de estupefacientes, pues merece recordarse que encuestas oficiales norteamericanas
reconocen que más del 50% de las drogas que ingresan a Estados Unidos, cuenta con la
complicidad de los funcionarios llamados a reprimir estas acciones en puertos y
aeropuertos, y casi la tercera parte de este comercio tiene su asiento en la Florida,
allí, donde en las últimas elecciones presidenciales, la Corte Suprema de Estados Unidos
no permitió se escrutaran debidamente los votos rechazados por las máquinas contadoras y
numerosos votos dudosos en este estado del sur solamente en el condado de
Miami-Dade, más de diez mil boletas fueron dejadas de contar; una turba impidió el
recuento manual, en medio de gritos y amenazas que intimidaron a los funcionarios
encargados de la tarea. Son los mismos métodos e iguales malhechores que, en medio
del desacato a las disposiciones de entrega de Elián a su padre, quemaron la bandera de
Estados Unidos.
En el condado de Palm Beach las "boletas
viajeras", de triste recordación en la vieja política de Cuba, escamotearon miles
de sufragios. La discriminación a los votantes negros se manifestó escandalosamente:
colegios electorales que abrieron tarde o sencillamente no funcionaron y otros en que se
pretextó que los nombres de los electores no aparecían registrados e incluso, en
algunos, la policía levantó barreras que demoraron y, hasta impidieron, el acceso del
electorado negro.
Las graves ofensas al pueblo norteamericano, la burla
a las instituciones y el desacato a leyes y convenios de Estados Unidos, configuran la
distopia el mal lugar, al decir de los griegos donde se engendró el insólito
proceso en que son declarados culpables los que denuncian a los traficantes de drogas y
personas, descubren las acciones terroristas contra Cuba y en los propios Estados Unidos,
y, donde los verdaderos culpables, a pesar de contar con la tolerancia y complicidad de
las autoridades gubernamentales y además con el monopolio de la información de los
grandes medios en la Florida, temen a la verdad de cinco hombres de acrisoladas virtudes
patrióticas y humanas, cuyas conductas frente a los infundios y calumnias colocan en el
banquillo de la deshonra y del crimen a los genuinos comisores de peligrosos y graves
delitos de lesa humanidad.
El otoño boreal de 1999 comenzó en Estados Unidos
de una manera insospechada para el actual secretario de Justicia de ese país, el entonces
senador por el estado de Missouri, John Ashcroft, quien, respondiendo a los intereses de
los agricultores norteamericanos, había presentado una enmienda a la Ley de Agricultura,
que establecía que al momento de entrar ésta en vigor, se ponía fin a todas las
sanciones de alimentos y medicinas. El senador ultraderechista Helms, vinculado a la mafia
contrarrevolucionaria de la Fundación Nacional Cubano-Americana, se opuso a la enmienda
que, a pesar de eso, fue finalmente aprobada en el Senado por 70 votos a favor y 28 en
contra. Cuando, el 21 de septiembre, se reúne el Comité de Conferencia del Congreso
bicameral de Estados Unidos, los presidentes del Senado y la Cámara omitieron, de la
mencionada Ley, el texto aprobado de la enmienda, como si nunca hubiera existido, a pesar
de que más de las dos terceras partes del Senado la habían respaldado. El senador
Ashcroft, que aspiraba a su reelección con el apoyo de la Federación de Agricultores
Norteamericanos, al recibir una carta del Presidente de los agricultores, instándolo a no
aceptar otro texto normativo si no incluía claramente "la eliminación de sanciones
agrícolas contra Cuba", se interesó por el destino de su enmienda, recibiendo por
la vía del correo electrónico, de los presidentes de ambas cámaras del Congreso, la
comunicación de que el "Comité de Conferencias decidió suprimir la Enmienda"
y "el Comité de conferencias ha terminado y no volverá a reunirse". La burla
fue tan escandalosa que Ashcroft, senador republicano, no pudo menos que decir ante sus
colegas: "El proceso democrático ha colapsado y se inició el proceso
autocrático" y añadió: "Lo hecho por los dirigentes republicanos es una
injusticia que hace perder la confianza en el sistema".
Apenas tres años después, el senador, que tan
agudamente calificó el escarnio, se reúne en Miami, ahora en funciones de Ministro de
Justicia, precisamente con los responsables de la introducción del elemento de
corrupción en el tratamiento del tema cubano en el Congreso de Estados Unidos. Cena con
los principales culpables de que fueran pisoteadas las aspiraciones de los campesinos
norteamericanos de acceder al mercado tradicional cubano, de donde fueron y aún son
excluidos por una política equivocada de obstinada soberbia. Ashcroft, quien por su
ministerio tiene el deber de reprimir la ilegalidad, se ha reunido con los que por
décadas cargan con los delitos más serios y graves en la Florida, los organizadores
eficaces de un sistema de cohecho, con fondos federales, que enlodan el sistema electoral
y el régimen de actuación del Congreso norteamericano. Son, además, los instigadores de
la inmigración ilegal, así como los inductores, cómplices y ejecutantes de asesinatos y
poseedores algunos de capitales de sospechosa procedencia de las drogas.
Coincidiendo con la visita a Miami del Ministro de
Justicia, que es también Fiscal General, los cinco patriotas cubanos son nuevamente
trasladados a las celdas de castigo donde antes habían permanecido durante un año y
cinco meses en condiciones de total aislamiento. Esta vez se les privó de todos sus
efectos personales, aun de las fotos familiares. Tan justa es la idea defendida por ellos,
como cobarde la mentira empleada para encarcelarlos. Piensan que confinándolos y
castigándolos pueden tapiar la verdad. Violan con ello las Enmiendas VI y VIII de la
propia Constitución de los Estados Unidos, que establecen respectivamente, la obligación
de un juicio rápido y con jurado imparcial y, la prohibición de castigos crueles.
Burlan, además, la Resolución 3218/XXIX de la Asamblea General de Naciones Unidas del 6
de noviembre de 1974, sobre torturas y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes, en relación con la detención y el encarcelamiento.
Mas no podrán, por mucha que haya sido y prometa ser
la tolerancia, mantener ocultos y disimulados, bajo las alfombras, crímenes que
constituyen ya mayúsculos problemas de la sociedad norteamericana. En los Estados Unidos,
como en cualquier otro país, la generalidad de las personas se opone al crimen y a la
ilegalidad, y llegará el momento en que esa mayoría decente reclame por que se ponga fin
al desacato descarado de mafias que dañan los mejores y más permanentes intereses del
pueblo norteamericano.
El pueblo de Cuba se identifica totalmente con los
cinco revolucionarios cubanos y no cejará en el empeño de verlos de nuevo libres, en el
seno familiar y entre sus compatriotas que los admiran y que están seguros de que
volverán, pues los cinco son las partes agudas de una estrella, que en la palabra de
Martí alumbra: "Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un
ejército". Y más aún, cuando ese ejército está soberbiamente armado de mentiras.
Cual Jonás del vientre del monstruo, volverán a las
playas cubanas, pues no hay fuerza alguna capaz de ahogar la justicia que representan, la
verdad que defienden y la fidelidad de un pueblo que se empina siempre a la altura de la
hazaña, despertando la universal simpatía de los pueblos del Mundo que, con el cubano,
reclaman por la libertad de René, Ramón, Gerardo, Fernando y Antonio.
RENE ANILLO es doctor en Derecho, ex
viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba.
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