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29 de Mayo de 2002

LIBERTAD PRISIONERA
Un cargo inventado y una falsa conspiración

FÉLIX LÓPEZ

La farsa parece sacada de un policiaco de pésima factura. Pero las escenas tienen como escenario a la ciudad de Miami... Y allí todo es posible. El juicio seguido contra los cinco cubanos —acusados y condenados injustamente en los Estados Unidos— reúne en uno de ellos toda la falsedad, ensañamiento y crueldad de un proceso que nunca debió efectuarse en la Florida.

Gerardo Hernández Nordelo, el joven a quien me refiero, cumple prisión por el resto de su vida, acusado de un delito que no cometió. Uno de los cinco cargos que se le imputan, el de Conspiración para cometer asesinato, se deriva de la muerte de cuatro pilotos y tripulantes de la organización Hermanos al Rescate (HAR), radicada en Miami y dirigida por el provocador y terrorista José Basulto. 

Existen todas las pruebas de que esos aviones fueron derribados por la Fuerza Aérea de la República de Cuba en aguas territoriales de la Isla (24 de febrero de 1996), luego de una serie de advertencias por vías diplomáticas y no diplomáticas, realizadas por el gobierno cubano al de los Estados Unidos, y tras varias alertas dadas por las autoridades de la Federación de Aeronáutica Americana al líder de HAR, advirtiéndole del peligro que corrían en sus repetidas e ilegales incursiones en el espacio aéreo cubano.

¿Cómo lograron introducir en el proceso, en una segunda acta acusatoria, el tema del derribo de las avionetas? La respuesta es sencilla: la Fiscalía representó a Cuba, con todo el odio y la animadversión con que se le mira por los extremistas de Miami, en la figura de Gerardo Hernández. No es por gusto que Paul McKena, su abogado defensor, advirtió reiteradamente durante el proceso que era la primera vez que los Estados Unidos sancionaba a un ciudadano por un acto soberano de otro Estado.

Al juzgar la culpabilidad o no de Gerardo Hernández en estos hechos, al Jurado le hubiese bastado con distinguir entre su persona, motivaciones, objetivos, intenciones y funciones; y la personalidad, motivaciones, objetivos y funciones del Estado cubano, independientemente de que se entienda o no la decisión soberana adoptada por el Gobierno de la Isla, para proteger a su pueblo y poner fin a las frecuentes violaciones de su territorio.

Pero es difícil que un jurado pueda distinguir, pensar, analizar y ser honesto en un medio hostil como el de la Florida. El prejuicio inicial venía de la prensa de Miami, donde más de 180 artículos e informaciones hablaban de la "red de espías" y de Gerardo como "asesino", ignorando el principio universal de que una persona es inocente hasta tanto no se pruebe su culpabilidad. Está claro que para los sectores extremistas de Miami, Gerardo era Cuba, y debía pagarla lo más caro posible.

La evidencia presentada en la Corte, solo demuestra que Gerardo era una persona que monitoreaba las actividades provocativas de HAR e informaba a Cuba sobre sus planes, pero que nunca tuvo conocimiento concreto de que los aviones serían derribados, ni participó en la toma de esa decisión, ni en la ejecución de los hechos, ni dio información que sirviera para tales fines.

El vuelo de aquel 24 de febrero fue anunciado públicamente por el propio Basulto. Pero existen otros elementos que prueban la inocencia del joven cubano: la evidencia en que se fundamenta la acusación (y por tanto el veredicto), es la obtenida producto de mensajes en clave, transmitidos desde Cuba, que fueron descifrados, traducidos al español y posteriormente al inglés. En ninguno de estos mensajes se afirma que los aviones serían derribados. Y no existe comunicación alguna del acusado que lo vincule al hecho.

Y hay todavía más: uno de los mencionados mensajes, donde se solicita información sobre qué tipo de vuelos realizaría HAR, fue cursado en una fecha en la que Gerardo no lo pudo haber recibido, ya que no se encontraba en territorio norteamericano, y había otra persona con su mismo seudónimo (Many) en ese momento en los Estados Unidos.

Para la defensa estaba claro que la Fiscalía no podía probar la acusación de conspiración para asesinar. No existe ni una sola evidencia que demuestre que Gerardo coordinó la muerte de alguien dentro o fuera de la jurisdicción de los Estados Unidos. No hubo siquiera una emboscada, porque es el propio Basulto quien dice, premeditadamente, "yo voy a volar", y recibe la advertencia de que tiene grandes probabilidades de ser derribado. Sabía que caminaba por el filo de la navaja.

Por eso, llama asombrosamente la atención cómo el Jurado ignora en su veredicto (obtenido tras unas pocas horas de deliberación, en apenas tres jornadas de trabajo) la instrucción recibida de la Jueza referente al tema de la jurisdicción, donde se le advierte que para considerar el delito cometido, el gobierno tenía que establecer que Gerardo Hernández, había acordado y tenía concebido matar personas en aguas internacionales, por lo tanto en la jurisdicción especial de los Estados Unidos. 

Recuérdese que como reacción a esta instrucción de la Jueza, la Fiscalía estableció una moción de emergencia ante la Corte de Apelaciones del Circuito de Atlanta, alegando que con ella el acusado sería declarado absuelto del cargo de Asesinato, ya que ellos están imposibilitados de demostrar lo exigido por ella, lo cual sería un descrédito para el gobierno de los Estados Unidos, agregando consideraciones de carácter político ajenas a la finalidad del proceso.

Finalmente, se impuso el odio. El jurado elegido por la Corte Federal de la Florida actuó en consecuencia con los sectores más extremistas de esa comunidad. Para entender su fallo bastaría con recurrir a la prensa local y repasar las amenazas y advertencias de que fueron objeto.

Ojalá que en medio de la esperada imparcialidad de Atlanta, lejos de los grupos revanchistas y terroristas de Miami, la Corte de Apelaciones entienda, a la luz de las evidencias, que Gerardo Hernández se encontraba en los Estados Unidos con el objetivo de observar a los grupos mafiosos y terroristas que sueñan con provocar un conflicto armado entre los dos países. 

Y comprenda, además, que su función fundamental era la de organizar una red de observación y alertar sobre una posible acción violenta contra Cuba. Allí, queda una oportunidad para valorar que la única motivación de este joven ha sido la de defender a su Patria; y que desde Miami no tenía ninguna capacidad de acción respecto a las decisiones del Gobierno cubano.

La Corte de Apelaciones de Atlanta, en honor a la Justicia, debe ver también a la República de Cuba como un Estado independiente y soberano, que entre otras funciones tiene la de preservar la tranquilidad y seguridad de sus ciudadanos, y que el día 24 de febrero de 1996, en ejercicio de su soberanía y en reconocido Acto de Estado (después de agotar todas las vías de persuasión posibles) decidió y ejecutó el derribo de dos aviones de HAR. 

Bastarían estos últimos párrafos, publicados en inglés, para que el pueblo norteamericano comprenda que se ha cometido una injusticia. La sentencia injusta y desmesurada contra Gerardo Hernández no tiene precedentes en la historia judicial de los Estados Unidos, donde ningún otro ser humano ha sido condenado por el resto de su vida a prisión, como consecuencia de un Acto de Estado. En esto, por ética y por lógica, es prácticamente imposible no estar de acuerdo.

 

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