25 de Julio de 2002 La CIA desempolva y exhibe sus orgullos
FÉLIX LÓPEZ
La reciente inauguración en Washington, muy
cerca del cuartel general del FBI, de un museo del espionaje, obliga a recordar ese dicho
que es tan antiguo y cierto como el hombre mismo: nada mejor que un día tras otro...
Ahora, la gran prensa que ha ocultado la verdad en torno a los Cinco
Patriotas cubanos sentenciados injustamente como "espías" en los
Estados Unidos, celebra que la CIA ponga en vitrinas sus secretos y técnicas de
espionaje.
Para entender el caso de los Cinco, resulta
fundamental la lectura de sus alegatos ante la Corte Federal de la Florida. Allí, además
de la verdad, están contenidos razonamientos clave que explican la permanencia de esos
jóvenes cubanos en territorio norteamericano, y fundamentalmente en la ciudad de Miami,
convertida desde hace mucho en capital del terrorismo.
Al exponer la necesidad y el derecho que Cuba
tiene de defenderse de las bandas de criminales y mafiosos que la atacan desde la Florida
con total impunidad, Gerardo Hernández Nordelo afirmó en su alegato que
"es el mismo derecho que tiene Estados Unidos de tratar de neutralizar los planes de
la organización del terrorista Osama bin Laden... Estoy seguro de que los hijos de este
país que cumplen esa misión son considerados patriotas y su interés no es dañar la
seguridad nacional de ninguno de los países donde esas personas se refugian".
Esas palabras, como explicó el propio Gerardo
ante la corte, fueron escritas por él y enviadas a su abogado muchos días antes de los
tristes y repudiables sucesos del 11 de septiembre. Luego, refiriéndose al hipócrita
concepto del gobierno norteamericano sobre la lucha antiterrorista, el joven cubano hizo
una radiografía exacta de sus acusadores:
"Mientras se condenen las acciones de
algunos de estos criminales y a otros se les albergue, se les permita actuar con impunidad
contra la seguridad y soberanía de otros países, y se les considere 'luchadores por la
libertad', nunca se podrá erradicar ese flagelo, y siempre habrá pueblos que para
defenderse necesiten enviar a algunos de sus hijos a cumplir riesgosas misiones, ya sea en
Afganistán o en el sur de la Florida."
El pasado 19 de julio, como para confirmar el
razonamiento de Gerardo, los norteamericanos despertaron con la noticia de que su país
asistiría ese día a la inauguración del llamado Museo Internacional del Espionaje,
donde se muestran más de mil objetos utilizados por los "topos" del imperio en
sus labores de inteligencia en los países ex socialistas, y también en Cuba. Recordemos
que acá, además de agentes, recibimos reiteradamente la indeseable visita de aquellos
RS-71 que nos sacaban fotos de Maisí a San Antonio, violando nuestra soberanía.
Sin una pizca de vergüenza, el nuevo museo de
Washington exhibe fotografías aéreas tomadas por cámaras colocadas en palomas, zapatos
dotados con un transmisor para espiar a diplomáticos y muchos otros secretos que la CIA
custodiaba con celo como uno de los orgullos americanos.
Todos esos artilugios, según los medios,
parecen surgidos de las películas de 007, pero son tan reales como lo fueron los
conflictos mundiales que conmovieron al siglo XX. En evidente operación de marketing, o
expresión de fuerza, el mencionado museo ha destinado un área a objetos y técnicas que
dicen fueron utilizados por la KGB y la STASI de la Alemania Oriental.
Pero la mayor muestra, obviamente, es de la
CIA. La Agencia ha desempolvado microfilms, motos que cabían en una mochila, tornillos
que alojaban mensajes cifrados y mil trampas más que nacieron al calor de las contiendas
mundiales y la Guerra Fría, considerada como el periodo de mayor actividad del espionaje
mundial.
El nuevo museo ratifica ese concepto universal
que el mundo conoce como estado de necesidad. En la filosofía yanqui es éticamente
correcto espiar en función de la seguridad nacional. El actual Presidente ha llamado a
perfeccionar las técnicas de inteligencia y a infiltrar hombres donde- quiera que ellos
coloquen la "banderita" de peligro terrorista. En ese caso el espionaje está
santificado.
Resultan increíbles las excesivas sanciones
contra los Cinco, en un país que ha sido pionero en aquello de poner hasta la oreja en
todos los medios posibles de comunicación a escala mundial. Todavía está fresco y
molesta el escándalo en torno a Echelon, el sistema utilizado por norteamericanos y
británicos para la escucha electrónica de comunicación por teléfono, telefax y correo
electrónico.
Claro que todavía la protesta de la Unión
Europea es muy reciente, como para que la CIA ponga en su museo las técnicas con que
Echelon intercepta desde hace medio siglo los miles de millones de mensajes que recorren
el mundo por conexiones de cable o por satélite. Por el momento, y para calmar los
ánimos, los dueños de la famosa "oreja" afirman que el sistema está en
función de interceptar información entre criminales y terroristas, o de países
sospechosos, como Iraq y la República Popular Democrática de Corea.
En medio de esa lógica y frente al despliegue
de miles de millones de dólares en tecnología y preparación de agentes, nuestros Cinco
Compatriotas merecerían un museo particular... Y puede que sea muy modesto en los medios
que exhiba, pero su principal valor estará en la historia que los llevó a infiltrar los
grupos terroristas de Miami. Un museo donde la gente de la Florida y tanto turista que la
visita, pueda comprender de una vez a lo que nos han obligado el crimen y el odio
|