En su celda de la Penitenciaría
norteamericana de Victorville, California, Gerardo Hernández
recibe una montaña de correo cada día desde todas partes del
mundo, pero aún no hay una palabra desde Atlanta, Georgia,
acerca de los resultados de su audiencia de apelación el
pasado marzo. Junto con Antonio Guerrero, Ramón Labañino,
Fernando González y René González, estos cinco prisioneros
políticos cubanos conocidos como los Cinco de Miami, están
cumpliendo condenas en prisiones por todo Estados Unidos que
van desde 15 años hasta dos cadenas perpetuas por defender a
su país del terrorismo.
Sin embargo fueron condenados por cargos
que van desde no declarar ser agentes de una potencia
extranjera hasta conspiración para cometer espionaje y
asesinato, a lo que siguió un juicio lleno de errores en
Miami donde ellos no podían esperar una audiencia justa
debido a la enorme influencia que tiene allí la comunidad
cubano-americana anticastrista. En esta injusticia se incluye
también el hecho de que los datos de inteligencia sobre los
grupos terroristas de derecha en Miami, responsables de la
organización durante 40 años de ataques contra el pueblo
cubano fue compartida con el FBI, que arrestó a los Cinco el
12 de septiembre de 1998, en vez de detener a los criminales
reales.
En el caso de Hernández, él fue
encontrado culpable de conspiración para asesinar en
relación con el derribo de avionetas que invadieron el
espacio aéreo cubano el 24 de febrero de 1996, aunque no
existe ninguna evidencia que lo vincule a él con este evento,
como fue puesto en duda por los jueces de apelación en Miami
el 10 de marzo del pasado año. En relación con esto,
importantes militares norteamericanos testificaron en el
juicio que los Cinco no tuvieron acceso a ninguna información
clasificada, ni amenazaron el interés nacional de Estados
Unidos.
Transferido desde la prisión de máxima
seguridad de Lompoc a finales del pasado año a su nuevo lugar
de encarcelamiento en Victorville, Hernández pasa la mayor
parte de cada uno de sus días de su doble cadena perpetua,
contestando las cartas que le envían de todo el mundo los que
conocen de la injusticia del caso de los Cinco. Escribiendo
sobre una pequeña mesa con un asiento giratorio en su
pequeña celda gris con fotos de su esposa Adriana, de Fidel y
del Che por compañía, él lucha por responder cada carta en
orden de prioridad, incluso hasta el punto de llevarlas con
él para aprovechar los intermedios de comerciales cuando va a
ver las noticias.
El resto del tiempo Hernández trabaja por
$10 -8 al mes vaciando las latas de basura de su pabellón y
limpiando las rejas, cosas que él encuentra preferibles al
trabajo que le ofrecieron en la fábrica aún en construcción
de la prisión donde se reparan las transmisiones de los
vehículos militares conocidos por "humvees" a su
regreso de Irak. Una ironía que no escapa a su atención
está en el hecho de que su recientemente inaugurada prisión
está situada en el desierto de California frente a una base
de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, ahora en desuso, cuyos
albergues son utilizados en este momento por los marines para
entrenamiento de guerra urbana antes de partir al Medio
Oriente.
Obviamente su paga de prisión es
insuficiente para cubrir los costos de sus necesidades
inmediatas y las caras llamadas telefónicas a casa que hacen
un promedio de $300 mensuales, pero su asignación del
gobierno cubano cubre sus gastos, así que las órdenes de
dinero que llegan ocasionalmente pueden ser bienvenidas pero
innecesarias. Hernández llama a su esposa Adriana a la
Habana, y ella le da tanta inspiración como fuerza,
especialmente cuando ellos no se han visto desde su arresto
hace siete años. Junto a Olga Salanueva, la esposa de René
González, a Adriana Pérez se le ha negado constantemente la
visa para entrar a Estados Unidos, sobre la base de que ambas
mujeres representan una amenaza a la seguridad nacional.
Con una capacidad para 2000 prisioneros,
Victorville alberga ahora a 900 reclusos en dos pabellones que
solo tienen contacto a la hora de las comidas. La comida es
básicamente pesada y especialmente durante las horas de
visita cuando un par de máquinas expendedoras venden una
dieta cara de hamburguesas y pizzas para microwave junto con
aperitivos que se reaprovisionan el fin de semana. En
noviembre pasado los presos fueron puestos en
"lock-down" después de una huelga por una
prohibición de fumar que llevó a la sustitución de los
principales funcionarios de la prisión y al fin de la crisis
aunque la tensión todavía existe en este laberinto de
concreto rodeado de alambres y dominado por torres de
observación.
No obstante, Hernández es respetado tanto
por los guardias como por los reclusos y se le unen los otros
tres cubanos detenidos ahí, que tienen sentimientos
ambivalentes hacia la Revolución. Muchos de los cubanos en
cárceles de Estados Unidos son víctimas del Servicio de
Inmigración que continúan detenidos después de haber
cumplido sus sentencias ya que no existe acuerdo de
deportación entre Estados Unidos y Cuba. Aquellos que son
liberados generalmente no tienen familia ni dinero y hablan
muy poco inglés lo que eventualmente los hace terminar
regresando a prisión.
El área de recreación de la prisión es
comparativamente pequeña para el número de reclusos y
Hernández se ejercita en su celda haciendo cuclillas.
Mientras tanto sueña con su equipo de baseball, el
Industriales de la Habana, orgulloso de sus esfuerzos para
ganar el tercer campeonato nacional, y valora la ocasional
conversación telefónica con el ex campeón Pedro Medina, su
ídolo de la infancia, que ahora es manager de un equipo en
Italia que también tiene mucho éxito.
Mientras hace todo esto, Hernández se
mantiene concentrado, mientras saborea el día cuando la
libertad de los Cinco sea celebrada en Cuba junto a todos los
que han hecho campaña por su liberación. Mientras espera por
el resultado de la audiencia de apelación él se mantiene tan
optimista, como realista acerca de la victoria final, creyendo
que la razón, la verdad y la justicia están de su parte y de
la de sus compatriotas. Orgulloso de su pueblo y de su
solidaridad tiene la profunda convicción de que cuando Fidel
acuñó la frase "¡Volverán!", ésta se hará
realidad como muchas otras cosas que él ha dicho y que los
Cinco regresarán a sus casas y sus familias. Por el momento,
justicia demorada es justicia denegada.