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5 de marzo de 2005

¡Justicia demorada es justicia denegada!

PADRE GEOFF BOTTOMS

Aún no hay una palabra desde Atlanta, Georgia, acerca de los resultados de la audiencia de apelación el pasado marzo. Este artículo fue publicado en el periódico británico The Morning Star.

En su celda de la Penitenciaría norteamericana de Victorville, California, Gerardo Hernández recibe una montaña de correo cada día desde todas partes del mundo, pero aún no hay una palabra desde Atlanta, Georgia, acerca de los resultados de su audiencia de apelación el pasado marzo. Junto con Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González, estos cinco prisioneros políticos cubanos conocidos como los Cinco de Miami, están cumpliendo condenas en prisiones por todo Estados Unidos que van desde 15 años hasta dos cadenas perpetuas por defender a su país del terrorismo.

Sin embargo fueron condenados por cargos que van desde no declarar ser agentes de una potencia extranjera hasta conspiración para cometer espionaje y asesinato, a lo que siguió un juicio lleno de errores en Miami donde ellos no podían esperar una audiencia justa debido a la enorme influencia que tiene allí la comunidad cubano-americana anticastrista. En esta injusticia se incluye también el hecho de que los datos de inteligencia sobre los grupos terroristas de derecha en Miami, responsables de la organización durante 40 años de ataques contra el pueblo cubano fue compartida con el FBI, que arrestó a los Cinco el 12 de septiembre de 1998, en vez de detener a los criminales reales.

En el caso de Hernández, él fue encontrado culpable de conspiración para asesinar en relación con el derribo de avionetas que invadieron el espacio aéreo cubano el 24 de febrero de 1996, aunque no existe ninguna evidencia que lo vincule a él con este evento, como fue puesto en duda por los jueces de apelación en Miami el 10 de marzo del pasado año. En relación con esto, importantes militares norteamericanos testificaron en el juicio que los Cinco no tuvieron acceso a ninguna información clasificada, ni amenazaron el interés nacional de Estados Unidos.

Transferido desde la prisión de máxima seguridad de Lompoc a finales del pasado año a su nuevo lugar de encarcelamiento en Victorville, Hernández pasa la mayor parte de cada uno de sus días de su doble cadena perpetua, contestando las cartas que le envían de todo el mundo los que conocen de la injusticia del caso de los Cinco. Escribiendo sobre una pequeña mesa con un asiento giratorio en su pequeña celda gris con fotos de su esposa Adriana, de Fidel y del Che por compañía, él lucha por responder cada carta en orden de prioridad, incluso hasta el punto de llevarlas con él para aprovechar los intermedios de comerciales cuando va a ver las noticias.

El resto del tiempo Hernández trabaja por $10 -8 al mes vaciando las latas de basura de su pabellón y limpiando las rejas, cosas que él encuentra preferibles al trabajo que le ofrecieron en la fábrica aún en construcción de la prisión donde se reparan las transmisiones de los vehículos militares conocidos por "humvees" a su regreso de Irak. Una ironía que no escapa a su atención está en el hecho de que su recientemente inaugurada prisión está situada en el desierto de California frente a una base de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, ahora en desuso, cuyos albergues son utilizados en este momento por los marines para entrenamiento de guerra urbana antes de partir al Medio Oriente.

Obviamente su paga de prisión es insuficiente para cubrir los costos de sus necesidades inmediatas y las caras llamadas telefónicas a casa que hacen un promedio de $300 mensuales, pero su asignación del gobierno cubano cubre sus gastos, así que las órdenes de dinero que llegan ocasionalmente pueden ser bienvenidas pero innecesarias. Hernández llama a su esposa Adriana a la Habana, y ella le da tanta inspiración como fuerza, especialmente cuando ellos no se han visto desde su arresto hace siete años. Junto a Olga Salanueva, la esposa de René González, a Adriana Pérez se le ha negado constantemente la visa para entrar a Estados Unidos, sobre la base de que ambas mujeres representan una amenaza a la seguridad nacional.

Con una capacidad para 2000 prisioneros, Victorville alberga ahora a 900 reclusos en dos pabellones que solo tienen contacto a la hora de las comidas. La comida es básicamente pesada y especialmente durante las horas de visita cuando un par de máquinas expendedoras venden una dieta cara de hamburguesas y pizzas para microwave junto con aperitivos que se reaprovisionan el fin de semana. En noviembre pasado  los presos fueron puestos en "lock-down" después de una huelga por una prohibición de fumar que llevó a la sustitución de los principales funcionarios de la prisión y al fin de la crisis aunque la tensión todavía existe en este laberinto de concreto rodeado de alambres y dominado por torres de observación.

No obstante, Hernández es respetado tanto por los guardias como por los reclusos y se le unen los otros tres cubanos detenidos ahí, que tienen sentimientos ambivalentes hacia la Revolución. Muchos de los cubanos en cárceles de Estados Unidos son víctimas del Servicio de Inmigración que continúan detenidos después de haber cumplido sus sentencias ya que no existe acuerdo de deportación entre Estados Unidos y Cuba. Aquellos que son liberados generalmente no tienen familia ni dinero y hablan muy poco inglés lo que eventualmente los hace terminar regresando a prisión.

El área de recreación de la prisión es comparativamente pequeña para el número de reclusos y Hernández se ejercita en su celda haciendo cuclillas. Mientras tanto sueña con su equipo de baseball, el Industriales de la Habana, orgulloso de sus esfuerzos para ganar el tercer campeonato nacional, y valora la ocasional conversación telefónica con el ex campeón Pedro Medina, su ídolo de la infancia, que ahora es manager de un equipo en Italia que también tiene mucho éxito.

Mientras hace todo esto, Hernández se mantiene concentrado, mientras saborea el día cuando la libertad de los Cinco sea celebrada en Cuba junto a todos los que han hecho campaña por su liberación. Mientras espera por el resultado de la audiencia de apelación él se mantiene tan optimista, como realista acerca de la victoria final, creyendo que la razón, la verdad y la justicia están de su parte y de la de sus compatriotas. Orgulloso de su pueblo y de su solidaridad tiene la profunda convicción de que cuando Fidel acuñó la frase "¡Volverán!", ésta se hará realidad como muchas otras cosas que él ha dicho y que los Cinco regresarán a sus casas y sus familias. Por el momento, justicia demorada es justicia denegada.

 

 

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