7 de septiembre de 2004
Antonio Guerrero, coleccionista de sellos
La filatelia tras las
rejas imperiales
Antonio
Paneque Brizuela
Coleccionista
de sellos, Antonio Guerrero, uno de los Cinco Héroes Prisioneros
Políticos del imperio, ha tenido que renunciar temporalmente a ese
entretenimiento espiritualmente enriquecedor, a causa de la
intolerancia de sus celadores, según una carta suscrita por él y
publicada en el último número de la revista Filatelia Cubana.
"En
esta penitenciaría —denuncia Guerrero en su misiva, escrita a
solicitud de su madre para que relatara su iniciación desde niño
como coleccionista en su barrio de Santos Suárez— no se permite
hacer una colección de sellos, por lo que no me es posible
continuar reuniéndolos, como antes lo hacía, y ahora le he dado
esa responsabilidad a mi madre, de quien sé que cuenta ya con el
gran apoyo de muchos compañeros de la Asociación Filatélica de
Cuba."
En su carta, que él
califica de "autobiografía filatélica'', explica que, en esas
circunstancias, "con sumo cuidado he despegado cada sello y lo he
secado y planchado para, más tarde, hacérselo llegar a mi madre.
No sé cuán amplia deberá ser esta colección y qué valor podrá
tener, pero para mí representa la continuidad como filatelista, tal
vez en las condiciones más adversas".
Entre las facetas
represivas de su encierro, Antonio Guerrero narra "algo que me
sucedió a la salida del último injusto "hueco" del mes de marzo de
este año. Cuando por fin tuvieron que reintegrarnos a las unidades
de la población general, teníamos acumuladas numerosas cartas; en
mi caso eran más de 200. Ellas habían sido retenidas, por todo un
mes, por el Departamento de Seguridad de la prisión y, al salir,
uno de sus funcionarios me llamó para entregármelas.
"Las
únicas objeciones que puso fueron a dos cartas que venían de
Eslovenia, procedentes de una persona que no había puesto su
dirección y en las que se habían incluido numerosos sellos de este
país. Al no estar autorizado a recibir estos sellos, el funcionario
me dijo que tendría que echarlos a la basura, ya que no tenía
destinatario para devolverlos. Yo le pedí que se los enviara a otra
persona, pero él me dijo que eso no era posible. Me informaron que
los sellos habían sido botados y eso me dolió más que los 30
días de "hueco".
Antonio Guerrero se
refiere, igualmente, a la atención que le ha dado a cada sello que
ha recibido "desde que estoy en este injusto encierro" y explica que
"con la ayuda de muchos amigos" ha completado colecciones de las
ediciones que cada año se hacen en Estados Unidos y en otros
países".
Relata cómo fueron sus
inicios como filatélico, a partir del primer contacto, a finales de
los sesenta del pasado siglo, con un álbum de un tío suyo, Roberto
Rodríguez Pérez. "Ya tenían algunas series pegadas en el álbum y
aquello me cautivó de tal forma que, cada vez que me ponía a
contemplar aquel álbum, soñaba cuándo, algún día, podría yo
tener uno igual".
Se cuenta que, después
de eso, Antonio heredó aquel álbum del tío; su padre le dio una
colección con muestras de distintas latitudes, como regalo de
cumpleaños; obtuvo asesoramiento de un vecino experto sobre cómo
realizar el montaje, y su madre comenzó a trabajar en una tienda
filatélica de El Vedado.
Su amor por la filatelia
ha llegado a ser tal, según Guerrero, que, aún considerándose a
sí mismo como "una persona bastante desprendida de lo material", "cuando
llegue a ser un día totalmente desprendido, sé que lo último que
me atará materialmente serán los sellos".
|
|