Montañas que a fuerza de excavaciones ceden paso a los
espontáneos y retorcidos caminos que se dibujan a sus pies. Piedras
que descienden y bloquean el sendero. Camiones que se atraviesan.
Motoristas. Espejismos de carreteras ante un tránsito casi nulo.
Vehículos que se anuncian en las curvas para evitar darse el beso de
la muerte.
Ríos que se pierden desde la altura. Un valle que invita a ser
contemplado. Una temperatura húmeda que destierra el intenso sol
caribeño predominante en Haití. Hombres que construyen muros de
piedra para contener la fuerza del agua.
Niños que juegan y no ceden en el intento de empinar sus
improvisados papalotes, los mismos que se dan unos puñetazos o huyen
de las cámaras. Hijos de aquellos que saludan al pasar, cuando toman
un descanso en medio del arduo trabajo de cultivar la tierra.
Siembras de café, mercados de carretera, sacos de carbón que
esperan por ser comprados, mulos transportando grandes cargas
mientras acompañan los pasos de sus dueños. Y en medio de la
aventura, una pregunta se vuelve recurrente: ¿cuánto queda para
llegar?
Y es que Corail está lejos en verdad, pero no solo. Desde 1998 lo
acompañan los médicos cubanos, quienes se convierten en su otro yo y
en una suerte de protectores para sus habitantes. Estos últimos ya
no precisan salir de la nada en que están sumidos para asistir a una
consulta o escapar de una urgencia médica, sino que logran conciliar
los sueños, seguros de que mientras esté en sus manos, estos hombres
y mujeres de bata blanca y buena voluntad no los dejarán morir.
Aunque hasta allí casi todo llega por mar, los cubanos lo hacen
por tierra. Son recibidos por los barcos que reposan a la entrada
del pueblo de pescadores y la afabilidad de sus habitantes. Unos
permanecen a tiempo completo, mientras que otros viajan con
frecuencia para asegurar la constancia de la atención primaria de
salud. Todos movidos por la solidaridad. La misma que hoy permite
pasar a una nueva etapa, con la ampliación y remodelación del
Hospital Comunitario de Referencia, única y moderna instalación de
su tipo emplazada en ese paraje de la geografía haitiana.
Tras concluir este 4 de junio la etapa constructiva —financiada
por UNASUR bajo la asesoría técnica de la empresa QUALITY COURIERS
INTERNATIONAL S.E.A.—, cada hombre, mujer, niño y anciano de Corail
dispone de servicios de apoyo vital, observación, hospitalización,
parto y preparto, pre y posoperatorio, salón de operaciones y
consultas externas en las especialidades de medicina general,
pediatría y cirugía. Programas para la prevención de enfermedades
transmisibles con un enfoque comunitario, medios diagnósticos tales
como laboratorio clínico y de microbiología, ultrasonido, rayos X y
electrocardiograma, así como de una farmacia, una sala de
fisioterapia y rehabilitación y un total de 27 camas, cuyo costo no
excede el agradecimiento sincero y espontáneo de la población.
Los archivos de la Brigada Médica Cubana recogen una historia
singular sobre los seis primeros cooperantes que llegaron a Corail,
quienes se instalaron en diferentes casas cedidas por autoridades y
pobladores de la zona. Todo un acontecimiento con un impacto notable
y aún recordado por el pueblo, el cual cargó sobre sus hombros el
equipamiento hasta el hospital. Hoy, cuando suman una treintena,
entre cubanos y haitianos, todos comparten la ausencia de
electricidad, la lejanía y el olvido de un mundo moderno que
desconoce la existencia de Corail, la riqueza espiritual de su gente
y la necesidad de conectarse con ellos.