Ahí
lo tienen, atado a la posesión de cosas. Su divisa: mientras más
tengo, más valgo. Su medida: la de él mismo. Su memoria: el
presente. Su camino: el atajo. Mientras más fácil todo, mucho mejor.
La cuestión es estar bien situado; mayores beneficios con menores
esfuerzos.
No cayó del cielo; es hijo de nuestros avatares y circunstancias,
y también espejo de una parte del mundo que nos rodea. Lo que para
muchos fue una resistencia a veces agónica por preservar la dignidad
y los principios de justicia en los años más tremendos de la
historia más reciente de nuestra nación —esos años noventa de
penurias y reacomodos urgentes para sobrevivir—, para otros fue el
destape de tendencias individualistas y sobredimensionadas
apetencias materiales.
En el orden de los valores esto se tradujo para unos cuantos en
una percepción distorsionada de la medida del éxito: la imagen del
triunfador a partir del consumo y no del trabajo.
¿Quiere decir esto que se renuncie al bienestar o a la justa
satisfacción de necesidades materiales? ¿Que hagamos un voto de
eterna pobreza como condición de vida?
De lo que se trata es que la medida del éxito pase por el aporte
de los ciudadanos a la sociedad y que esta reconozca y retribuya a
los que más aporten. Se impone establecer una dialéctica entre los
esfuerzos y expectativas individuales y sociales.
En la campaña de movilización para la celebración de este Primero
de Mayo, una frase merece ser trascendida en su formulación: el
camino hacia un socialismo próspero y sustentable. Articulación
ardua y compleja pero posible y necesaria en la que a partir de la
irrenunciable defensa de los principios socialistas —medios
fundamentales de producción en manos del pueblo, conquista y
consolidación de los derechos económicos, sociales y culturales para
la sociedad en su conjunto, hegemonía y poder popular, predominio de
valores solidarios— seamos realmente productivos, eficientes y
racionales y dispongamos de una mayor cantidad de bienes y
servicios, en una ecuación en la cual los niveles de consumo se
correspondan con los avances del modelo de desarrollo económico y
social.
Las bases para concretar tales aspiraciones están dejando de ser
deseos para convertirse en realidades mediante el proceso de
implementación de los Lineamientos aprobados por el VI Congreso del
Partido y de seguimiento de los objetivos de la Primera Conferencia
Nacional.
Llamo la atención acerca del peso del factor subjetivo. A
diferencia del capitalismo, en la construcción de una sociedad
socialista no imperan las leyes ciegas del mercado —aunque en esta
etapa y presumiblemente por mucho tiempo operen mecanismos y
elementos del mercado—, sino la proyección y la voluntad de los
hombres. No hay cambio sin participación consciente ni siembra de
valores.
Y entre estos debe ocuparnos la promoción de una noción del éxito
basada en el cumplimiento de responsabilidades y deberes y el
despliegue de las potencialidades creativas en cualesquiera de los
campos de acción de la economía y la sociedad, bien sea en la esfera
estatal o no estatal, en una fábrica, una cooperativa, una escuela o
un hospital.
A nuestra sociedad le urge, como ya lo está haciendo,
perfeccionar el estímulo proporcional, adecuado y pertinente de
quienes respondan con hechos a estos retos. Todos tendremos más
cuanto más y mejor se trabaje. Tendrá más el que trabaje más y
mejor.