La medida del éxito

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Ahí lo tienen, atado a la posesión de cosas. Su divisa: mientras más tengo, más valgo. Su medida: la de él mismo. Su memoria: el presente. Su camino: el atajo. Mientras más fácil todo, mucho mejor. La cuestión es estar bien situado; mayores beneficios con menores esfuerzos.

No cayó del cielo; es hijo de nuestros avatares y circunstancias, y también espejo de una parte del mundo que nos rodea. Lo que para muchos fue una resistencia a veces agónica por preservar la dignidad y los principios de justicia en los años más tremendos de la historia más reciente de nuestra nación —esos años noventa de penurias y reacomodos urgentes para sobrevivir—, para otros fue el destape de tendencias individualistas y sobredimensionadas apetencias materiales.

En el orden de los valores esto se tradujo para unos cuantos en una percepción distorsionada de la medida del éxito: la imagen del triunfador a partir del consumo y no del trabajo.

¿Quiere decir esto que se renuncie al bienestar o a la justa satisfacción de necesidades materiales? ¿Que hagamos un voto de eterna pobreza como condición de vida?

De lo que se trata es que la medida del éxito pase por el aporte de los ciudadanos a la sociedad y que esta reconozca y retribuya a los que más aporten. Se impone establecer una dialéctica entre los esfuerzos y expectativas individuales y sociales.

En la campaña de movilización para la celebración de este Primero de Mayo, una frase merece ser trascendida en su formulación: el camino hacia un socialismo próspero y sustentable. Articulación ardua y compleja pero posible y necesaria en la que a partir de la irrenunciable defensa de los principios socialistas —medios fundamentales de producción en manos del pueblo, conquista y consolidación de los derechos económicos, sociales y culturales para la sociedad en su conjunto, hegemonía y poder popular, predominio de valores solidarios— seamos realmente productivos, eficientes y racionales y dispongamos de una mayor cantidad de bienes y servicios, en una ecuación en la cual los niveles de consumo se correspondan con los avances del modelo de desarrollo económico y social.

Las bases para concretar tales aspiraciones están dejando de ser deseos para convertirse en realidades mediante el proceso de implementación de los Lineamientos aprobados por el VI Congreso del Partido y de seguimiento de los objetivos de la Primera Conferencia Nacional.

Llamo la atención acerca del peso del factor subjetivo. A diferencia del capitalismo, en la construcción de una sociedad socialista no imperan las leyes ciegas del mercado —aunque en esta etapa y presumiblemente por mucho tiempo operen mecanismos y elementos del mercado—, sino la proyección y la voluntad de los hombres. No hay cambio sin participación consciente ni siembra de valores.

Y entre estos debe ocuparnos la promoción de una noción del éxito basada en el cumplimiento de responsabilidades y deberes y el despliegue de las potencialidades creativas en cualesquiera de los campos de acción de la economía y la sociedad, bien sea en la esfera estatal o no estatal, en una fábrica, una cooperativa, una escuela o un hospital.

A nuestra sociedad le urge, como ya lo está haciendo, perfeccionar el estímulo proporcional, adecuado y pertinente de quienes respondan con hechos a estos retos. Todos tendremos más cuanto más y mejor se trabaje. Tendrá más el que trabaje más y mejor.

 

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