El
asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, y de su antesala
territorial, el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, no fue
concebido y realizado solo para revertir a un gobierno de facto
que había asumido el poder mediante un artero golpe de Estado
militar un año antes. No se trataba de un "quítate tú para ponerme
yo", ni siquiera representaba solo el justo castigo por haber
interrumpido la gestión de otro gobierno legalmente electo por
sufragio universal, o sea de forma constitucional, aunque se
caracterizara por el robo a los fondos públicos y cualquier tipo
inimaginable de corrupción desde el poder.
La heroica acción dirigida por el joven abogado Fidel Castro,
perteneciente entonces al ala más radical del Partido del Pueblo
Cubano (Ortodoxo), fue concebida con la voluntad de restablecer, sí,
el orden constitucional, pero consecuente con un cambio radical en
la vida social y económica en Cuba.
El propio Fidel se referiría a esa necesidad impostergable en el
año en que se celebraba el centenario del nacimiento de José Martí y
la república cumplía cincuenta de su tormentoso advenimiento,
derrotado el colonialismo español luego de más de cuatro siglos.
De ahí que la primera ley revolucionaria del programa del Moncada
—entre seis fundamentales—-, que debían ser proclamadas tan pronto
el regimiento del Moncada cayera por sorpresa (según el plan
trazado) en manos de los revolucionarios, sería devolver la
verdadera soberanía a Cuba. Con ello se proclamaba como válida, de
inicio, la Constitución del 40, sustituida alevosamente por unos
Estatutos Constitucionales que decretó el artero golpe de Estado
militar del general Fulgencio Batista y demás militares de su
cofradía, ejecutado la madrugada del 10 de marzo de 1952, en el
campamento de Columbia, sede entonces del Estado Mayor del Ejército
y desde los albores del triunfo revolucionario, Ciudad Escolar.
La concepción del programa revolucionario del Moncada iba a hacer
valer de inmediato la Constitución del 40 (una de las más
adelantadas de América) cabalmente, no solo en su letra, ya que los
artículos básicos de esta, resultaban "virtuales", en sus capítulos
básicos, porque la Carta Magna precisaba de leyes complementarias
para que su articulado se hiciera valer y entre los más notables
estaba la "erradicación del latifundio", la cual no aparecía en la
agenda de ningún partido político representado en la Cámara de
Representantes o el Senado de la República.
El programa del Moncada, por lo cual lucharon y cayeron decenas
de jóvenes, vilmente asesinados, planteaba como premisa
irreversible: La Reforma Agraria, la Reforma Integral de la
Enseñanza y la Nacionalización del Trust eléctrico y del Trust
telefónico, para comenzar.
Obviamente el primer enunciado era básico, pues eliminaba el
latifundio. En el sumario de la Causa 37 por los hechos del 26 de
Julio de 1953, quedaron recogidas para la historia esas leyes y
otras consideraciones básicas del programa revolucionario por el
cual luchaban los protagonistas de la acción:
El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el
de la vivienda, la batalla definitiva contra el desempleo; el
problema entonces tan precario de la salud del pueblo y la
educación, dada la magnitud del analfabetismo, entre otros, sería
expresado por el propio doctor Fidel Castro en su calidad de acusado
y acusador en el proceso del juicio del Moncada. Aunque obviamente
fueron desconocidos de inmediato por la nación, en virtud de la
censura de prensa establecida por el régimen devenido tiranía, desde
el día 26 de Julio, horas después del asalto.
Con un retrato verbal Fidel denunció cómo "en Oriente, la
provincia más ancha de la isla, las tierras de la United Fruit
Company y la West Indians, solamente, unían la costa norte con la
costa sur".
Tanto la acción del Moncada, como la lucha ininterrumpida que
siguió a esta, con el proceso de organización de la expedición del
Granma, el desembarco de los expedicionarios y el ascenso a la
Sierra Maestra, constituido el Ejército Rebelde del 26 de Julio, se
ciñeron al programa social y económico del Moncada. Nunca ninguno de
esos pasos heroicos fue obra de improvisación, ni de determinación
única de derrocar la tiranía, aunque ello era una necesidad
indispensable, sino de pasos enrumbados a cumplir el programa. Hoy
diríamos con Fidel que a "cambiar todo lo que debe ser cambiado".
Nada escapó a las ideas fundamentales que requería un gobierno
revolucionario. La Historia me Absolverá, documento
movilizador, aunque un año después, publicado y distribuido
clandestinamente, deja constancia de cómo nada fundamental faltaba
al programa revolucionario:
Ni la necesidad de barcos mercantes. Ni la necesidad de proyectar
el turismo como fuente de riqueza, por ejemplo. En cuanto al
turismo, que podría parecer a las nuevas generaciones un asunto
actual, debe recordarse que tan pronto triunfó la Revolución, esta
creó el Instituto de la Industria Turística (INIT) .
Tampoco el fomento de las cooperativas de agricultura para la
utilización común de equipos desde tractores a frigoríficos;
dirección profesional y técnica en el cultivo y otras
especificaciones, estuvieron ausentes de la proyección
revolucionaria en el programa proclamado por Fidel, así como otras
medidas sobre la participación de los obreros en fábricas, sin
exceptuar los centrales azucareros.
Todo ello requería de educación y cultura, de ahí que el programa
de la enseñanza, después de la Reforma Agraria, sería privilegiado
por la Revolución y el pueblo, desde los adolescentes a los más
experimentados profesores, con la Campaña de Alfabetización, la cual
no se interrumpió ni ante la invasión mercenaria de Playa Girón,
cuya victoria fue fulminante y subrayó el carácter socialista de la
Revolución, aceptado con los fusiles en alto por el pueblo
uniformado: las milicias revolucionarias antes de partir a la
batalla.