En la solemne ceremonia, el rector Luigi Frati expresó la
voluntad del claustro de honrar a uno de los intelectuales del otro
lado del Atlántico que han hecho mayores aportes a la comunicación
entre la cultura italiana y las de América Latina y el Caribe.
Desde una perspectiva académica, el doctor Amadeo Quondam repasó
los hitos de la trayectoria de Barnet, a quien consideró el mejor
discípulo de Fernando Ortiz.
"El Doctorado que se entrega a Barnet —dijo el profesor— no solo
reconoce una extraordinaria vocación poética unida a una incesante
indagación social acerca del mundo vital de su isla, sino también
vindica su obra como ejemplo insuperado de la estrecha fusión entre
literatura y antropología, entre la comprensión y análisis de la
diversidad cultural y su expresión en un lenguaje universal".
A Barnet, como parte de la tradición, le correspondió dictar una
lección magistral, centrada en la asimilación de los conceptos que
Fernando Ortiz expresó en su memorable ensayo Contrapunteo cubano
del tabaco y el azúcar y, en general, sobre la dimensión
fundacional de la obra del sabio cubano.
Pero antes, el autor de Biografía de un cimarrón se
refirió a lo que la cultura italiana había significado para él y sus
compañeros de generación: las conversaciones con Cesare Zavattini,
la amistad con Italo Calvino, Alberto Moravia y Elsa Morante; las
lecturas de la poesía de Salvatore Quasimodo y Cesare Pavese.
La agenda ceremonial incluyó palabras de la embajadora cubana en
Italia, Carina Soto, quien valoró la coherencia entre la entrega
intelectual y revolucionaria de Barnet; y del embajador cubano ante
la Santa Sede, Eduardo Delgado, que resaltó la línea de continuidad
del legado orticiano en la obra de Barnet al frente de la Fundación
Fernando Ortiz.
Inmediatamente después, en el Aula Magna de La Sapienza, sucedió
algo inédito en esos predios: la irrupción de la rumba y el son en
medio de un coloquio sobre la obra de Ortiz y Barnet y los
fundamentos de la identidad espiritual y musical cubana.
Tal como don Fernando instaló por primera vez en 1954 los
tambores batá en la Universidad de La Habana, Barnet lo hizo aquí
con la colaboración de un conjunto de bataleros cubanos e italianos.
Durante la velada, que abrió la senda del Segundo Foro
Internacional sobre la Rumba y el Son, que tiene lugar en la capital
italiana, los principales promotores del proyecto, los profesores de
danza y folclor Ulises Mora e Irma Castillo, demostraron la riqueza
coreográfica que acompaña a los principales ritmos cubanos.
El son fue defendido por el septeto Naborí, jóvenes músicos del
oriente de la isla que en la actualidad se presentan en diversas
plazas europeas.
A ellos se unió uno de los invitados especiales al Foro, el
maestro Giovani del Pino, director fundador de Yoruba Andabo, a
quien el proyecto internacional Timbalaye honró con su distinción.
Del Pino ha sido recibido aquí como una cátedra viva de la música
que sustenta el sonido más profundo de La Habana.