Dos
años y medio después del brutal asalto al campamento de protesta
saharaui de Gdeim Izik, el mayor acto de resistencia no violenta
desde la ocupación marroquí de 1975, Marruecos ha condenado a
cadenas perpetuas y largas penas a 24 activistas. Gdeim Izik
congregó a miles de saharauis dando testimonio del dinamismo de un
pueblo y consiguió, en cierta medida, internacionalizar su causa.
Para algunos fue el comienzo de la llamada Primavera Árabe, pero en
medio de la indiferencia de la prensa global y del silencio de la
comunidad internacional, Marruecos la aplastó. Cuatro civiles
saharauies fueron muertos y otros 22 han permanecido en prisión, sin
cargos concretos, denunciando terribles torturas, a la espera de un
juicio militar que, finalmente, los ha condenado con saña, con ánimo
de escarmiento para cualquiera que ose desafiar la opresión marroquí
y su impunidad.
Los mismos militares que invadieron a sangre y fuego el
territorio de un pueblo milenario que vagó libre como el viento del
desierto y los obligaron a vivir como refugiados en infrahumanos
campamentos han condenado a los jóvenes saharauis por "pertenencia a
banda criminal" y "violencia contra agentes con resultado de
muerte". No se han investigado las torturas, no se han presentado
pruebas, ha sido una parodia que no cabe presentar como un ejercicio
legítimo y equitativo de la acción de la justicia. Ha sido, en
definitiva, un juicio político escenificado delante de un tribunal
militar, cometido por un poder colonial y despótico. El último
episodio, en definitiva, de la terrible injusticia que pretende
perpetuarse sobre el pueblo saharaui.
La decencia lleva tiempo en suspenso en el caso del Sahara
Occidental, demostrando que la diplomacia sigue siendo un negocio
moralmente corrupto en el que priman más la explotación pesquera y
las vastas minas de fosfato que el reconocimiento y el respeto de
los derechos humanos y nacionales de los saharauis. Frente a la
implícita complicidad de la ONU y el apagón informativo impuesto, el
activismo transnacional y la solidaridad con la causa saharaui
cobran más sentido que nunca.