La interacción medicamentosa no es más que la modificación del
efecto de un fármaco cuando se administra con otro, al poder
aumentar o disminuir la acción de cualquiera de las sustancias o
tener un efecto adverso que normalmente no se asocia a ninguna de
ellas.
Bien entendido que existen enfermedades en las que se justifica,
bajo estricta indicación y seguimiento médico, el empleo de más de
un medicamento, dice la doctora Midsay López Leyte, especialista en
Farmacología, y cita la hipertensión arterial, la insuficiencia
cardíaca, diabetes, las infecciones mixtas.
Pero advierte a modo de ejemplo de las consecuencias que, en
general, se derivan de la interacción medicamentosa en personas que
se automedican dos y tres fármacos similares para el tratamiento del
insomnio y la ansiedad, que les puede causar sedación excesiva,
amnesia y confusión mental.
Indica que algunos fármacos modifican la capacidad de absorción
de otros y perjudican por ello sus efectos terapéuticos. Tal es el
caso de productos que contienen en su composición farmacéutica
calcio, magnesio, aluminio y bismuto, que en interacción con las
tetraciclinas (antibiótico de amplio espectro) reducen su absorción
y, por consiguiente, sus efectos antimicrobianos.
En este grupo se incluyen los medicamentos para el control de la
acidez, fundamentalmente. Los antiácidos también dificultan la
absorción al cambiar el pH gástrico. Y no solo estos, refiere la
especialista, medicamentos como la ranitidina y la cimetidina, al
disminuir la secreción ácida gástrica, pueden ocasionar que el
ketoconazol, ejemplifica, no se absorba de forma adecuada.
Menciona también el consumo de alcohol como un agente que aumenta
el flujo sanguíneo gástrico, y por ello acrecienta la absorción de
la aspirina a este nivel, con incremento de la toxicidad de ambos
sobre la mucosa gástrica.
La doctora López Leyte, quien se desempeña en la Dirección
Nacional de Medicamentos y Tecnologías Médicas del Ministerio de
Salud Pública, refiere que algunos fármacos para distribuirse por el
organismo y llegar a los sitios de acción utilizan proteínas del
plasma sanguíneo para "viajar". Puede suceder que al administrar
conjuntamente dos medicamentos que necesiten de este mecanismo, uno
desplace al otro, lo que posibilita un aumento de la toxicidad
cuando se administran de forma conjunta anticoagulantes,
hipoglucemiantes, ambos de forma oral, y antidepresivos tricíclicos.
Asimismo la cimetidina y la eritromicina están en capacidad de
incrementar la cantidad en sangre de medicamentos como la teofilina,
warfarina, nifedipina, benzodiacepinas y el propranolol.
Puede darse el caso también que existan medicamentos que,
actuando por mecanismos diferentes, impidan la acción de otros que
se consumen paralelamente. La indometacina, el piroxicam y el
ibuprofeno disminuyen el efecto diurético de la furosemida (de alta
eficacia) y antagonizan o declinan el efecto antihipertensivo del
propranolol, atenolol, hidroclorotiazida, clortalidona, captopril,
entre otros.
Cabe suponer entonces —reflexiona la especialista— que la
administración conjunta de estos antinflamatorios con los
antihipertensivos mencionados puedan elevar la presión de forma leve
o severa en paciente hipertensos.
Y finaliza diciendo: No todas las interacciones son
perjudiciales. Hay algunas empleadas por el personal médico para
beneficiar a los pacientes. Sin embargo, podemos concluir que existe
un número infinito de interacciones farmacológicas, que constituyen
uno de los problemas de la terapéutica, las cuales se ven
potenciadas por el empleo de la polifarmacia y la automedicación.