La planificación de un año tiene que partir de los recursos que
se tengan a mano, y no arriesgarse a demoras de importación, o a la
llegada del técnico que certifique un equipo nuevo, o que por fin
aparezca la pieza que atrasó un mes la arrancada de un molino;
porque esos "retrasos", generalmente, echan por tierra el resto de
los esfuerzos que se hicieron puntualmente y costaron bastante caro.
Hablamos, por ejemplo, de la preparación de tierra a tiempo, de
productos químicos que no fallaron, del combustible gastado, del
agua utilizada, y del sudor a sol y fango del productor en el campo.
Hay resultados que nos dicen que pueden ser mejores si funciona
la planificación.
Existen datos que demuestran resultados, como el expuesto por
Juan Alberto Guzmán, director de la Empresa Agroindustrial de Granos
Fernando Echenique, la mayor de las dos entidades antes denominadas
CAI:
"Por ejemplo, fue significativa la reducción de las extensiones a
las cuales no llegó el corte mecanizado y se perdieron totalmente.
De un millar de hectáreas perdidas en el 2011, en el recién
finalizado fueron 150, y esto se debió a la siembra escalonada y la
organización del corte en pelotones de combinadas colocados en áreas
compactas".
Como esta hay varias cosas loables, sin embargo, una serie de
eventualidades asociadas a recursos que no llegaron a tiempo, y con
los cuales se contó para preparar la campaña y definir el plan,
todavía evidencian delicadas fallas en la planificación.
De lo contrario ¿por qué iniciar una cosecha estimando un
rendimiento agrícola tan bajo como 3,5 toneladas por hectárea?
Evidentemente, esto es reflejo de que comenzamos a recolectar sin
todas las condiciones creadas, fundamentalmente de maquinaria para
el corte, y por tanto, de antemano sabemos que quedarán áreas sin
cosechar, o que a un altísimo porciento se llegará tarde, cuando los
bajos parámetros de humedad anuncien mermas considerables.
"Es cierto —explica Guzmán—, los aseguramientos para la cosecha
mejoraron respecto al año anterior, pero aún siguen siendo
insuficientes y motivo de afectaciones; pues aunque fueron muchas
menos las áreas perdidas, todavía el 37 % de las que asistimos ya
estaban bajo los parámetros óptimos de humedad, una de las causas
por las que el rendimiento por hectárea quedó en 3,08, por debajo de
lo estimado.
"Todavía este año no logramos despojarnos de la llegada tarde de
recursos vitales. Un ejemplo es que de las combinadas nuevas
previstas para enfrentar el pico de cosecha de julio y agosto, ocho
llegaron en septiembre, y el grueso de los repuestos para las
máquinas brasileñas en noviembre, cuando finalizaba prácticamente la
campaña.
"También se retrasaron algunos componentes para la reparación de
industrias, como los gibes de pulidores, rodamientos y correas de
molinos; cuyos índices de explotación, incluido el del coloso
manzanillero Julio Zenón, estuvieron muy inferiores al potencial."
Más o menos similares fueron las causas que en la empresa José
Manuel Capote provocaron una "peligrosa pegada" al final de año.
Según Odisnel Traba, su director, "un mes se atrasó en arrancar el
molino Jucarito, además de la afectación eléctrica de 15 días tras
el paso del ciclón Sandy y la posterior reclasificación de arroz
mojado en Santiago. Como estrategia, los molinos de Echenique nos
apoyaron en el procesamiento de 2 500 toneladas de nuestro arroz."
Decisivo, lo mismo ante la impuntualidad de los recursos, que
frente a otros imprevistos los cuales también provocan retrasos, es
no violentar en lo absoluto los mantenimientos, cuya ejecución será
la garantía técnica del resto de la campaña, y la posibilidad de
adelantar la molinería y no esperar a mitad de año.
"De hecho —afirmó Odisnel—, haremos todo lo posible por tener a
Jucarito listo el Primero de Mayo y arrancar un mes antes".
Lo cierto es que la industria será determinante para cumplir el
altísimo reto de la producción fijada para el año, pues la
indicación ahora es molinar, antes del 31 de diciembre, el 99 % del
arroz cosechado dentro del propio almanaque, cuando hasta un volumen
importante provenía del arroz cáscara seco conservado del periodo
precedente.
En consecuencia, habrá que conseguir exactitud milimétrica en la
continuidad del proceso cosecha-secado-molinería, si se quiere
evitar una brecha insalvable que comprometa un plan equivalente a
poco más de ¡79 000 toneladas! de arroz listo para el consumo, un
salto físico de unas 17 000 de un año a otro.
Sin embargo, lo más significativo en la aspiración de cumplir tal
compromiso no se basa de ningún modo en el aumento de áreas; sino en
la multiplicación de la eficiencia reservada, fundamentalmente, en
la concentración de las arroceras en los grandes macizos de Yara y
Río Cauto, y así acercarlas a los polos industriales enclavados
justo allí.
"Esto se revertirá en beneficios a la hora de la cosecha,
principalmente en la disminución del arroz perdido por atrasos en el
corte y sus consecuencias en el rendimiento agrícola", precisa
Guzmán.
"Además, en los macizos mencionados se encuentra la mejor
infraestructura de riego, de viales, de secaderos y molinos. Tales
ventajas se reproducirán con una mejor explotación de las
cosechadoras, las cuales trabajarían en pelotones indivisibles e
incrementarían su productividad al no perder el tiempo de lento
traslado que hoy implican las distancias largas entre campos,
incluso de diferentes municipios".
O sea, que el incremento esperado no dependerá de nuevas
extensiones; sino de la concentración de áreas, del uso de
variedades diferentes de semillas, de un mejor rendimiento agrícola,
del orden de la cosecha, y de molinar casi todo el arroz recolectado
en el 2013.
Para conseguirlo, habrá que actuar de enero a diciembre con la
absoluta exactitud de un reloj suizo, con una conducción inteligente
y oportuna del proceso agroindustrial por las empresas locales,
hasta el estricto respeto contractual y la constancia del campesino
en la parcela; porque en cuestiones del arroz, que el plan sea algo
sagrado seguirá dependiendo de producir mucho más grano nacional
para comer.