Huellas de Soleida

MADELEINE SAUTIÉ RODRÍGUEZ
madeleine@granma.cip.cu

Como quien se dispone a vivir una aventura describe la escritora santiaguera Soleida Ríos, ganadora del Premio Nicolás Guillén 2013 que otorga la Editorial Letras Cubanas, por su poemario Estrías, su acercamiento al mundo de la creación.

Foto: Yander ZamoraSoleida Ríos, poeta, escritora y promotora cultural, conductora de espacios literarios como Café Bar Emiliana y Café Dulce, este último para niños, aunque incluye también a los adultos.

Sobre su complicidad con las palabras, a las que trata de tú a tú —por la familiaridad que con ellas ha conseguido y de la que pueden dar fe sus más de diez libros publicados— y sobre ese poder sanador de la poesía abundó, orgullosa de su nombre que anuncia el atardecer, esta autora que le reconoce a esta gracia del misterio sus infinitas posibilidades de darse en la cotidiana realidad de las cosas, que a los ojos pueden parecer insignificantes.

"Mi mayor alegría la experimento cuando estoy escribiendo un libro, lo grandioso para mí es cuando estoy haciéndolo, cuando venzo el miedo que a veces te nubla la intuición. La poesía va más allá de versos y poemas, es el camino de todos los días, las pequeñísimas y ordinarias cosas de cada día. Y es la mirada, cómo tú miras aquello que vives, eso te da entrada en la poesía".

¿Hacia dónde giró tu mirada en Estrías? ¿Qué hallaremos allí? "Estrías no es un poema que le da título al libro. ‘Nació este libro... suma desgarros (explosiones subdérmicas?) Estrías/ Trofeos. Suma una vigilancia/ tuya/ Mía /Pero veraz, perenne del preámbulo.’ Son las huellas, como lo son las marcas en el vientre de la embarazada o de la mujer que es madre, las marcas de la experiencia, la tierra está estriada, y la vida marca, son trofeos también que la vida deja".

En esos versos, ¿asoma el dolor? "En esos versos que concomitan con la prosa, está la vida, y en toda vida hay dolor, si no lo hay es una vida extrañamente vivida, toda persona tiene que haber experimentado el dolor, las situaciones dolorosas son las que te obligan a crecer. Yo no he aprendido a registrar las alegrías en estado puro, no las he sabido llevar a los poemas, pero para mí ese estado de euforia está en haber podido llegar a un punto a pesar de las piedras del camino, de los obstáculos, de mi propia fragilidad y de mis insatisfacciones".

¿Te propusiste algún objetivo en particular? "Yo busco que cada vez la persona encuentre una verdad aunque sea un sueño, que cada vez más se encuentre a sí misma o algo de sí mismo aunque sea una ficción total, pero que la persona que lea pueda encontrar algo suyo, o para sí, en eso que yo escribo. Lo que te puedo decir es que no siempre es la misma forma de entrar en el texto o poema porque cada asunto y cada vibración tienen su manera de ser expresados, un sufrimiento, una pérdida, un elemento del juego... tendrán que encontrar su forma para ser expresados".

"La entrada al texto —explica— es siempre diferente, y tiene que ver con la vibración que experimentas, a veces hay una sacudida en ti que te la puede dar el ambiente, un beso, un sueño, una grosería en la calle, el paisaje, eso que te puede hacer vibrar, insisto en que es vibración, la emoción es otra cosa".

Hablando de sueños, tan recurrentes en tu obra, ¿también están en Estrías?

"Sí, como ellas en los sueños, donde también hay alegrías porque uno en ellos crea realidades que necesita vivir".

Dada a llevar a la literatura ese mundo del inconsciente, ¿con qué sueñas tú?

Tengo sueños recurrentes con escenas familiares, siempre reelaboradas, espacios donde viví, con mi infancia y mi adolescencia. Pero también sueño despierta con una ilusión que es aún solo un proyecto. Se trata de crear concretamente el bosque de la poesía cubana, donde a cada poeta ausente o vivo de la Isla le corresponda un árbol que esté presente en su obra".

 

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