Martí, en el pulso intranquilo de Kamyl Bullaudy

TONI PIÑERA

Desde que Martí salta en pintura y nos dice algo, hay miradas inquietas, mentes desveladas, pulsos intranquilos que lo han hecho suyo, para, de manera propia, entregarlo a nosotros también, siempre nuevo... Kamyl Bullaudy es uno de esos artistas.

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En los trabajos que viene realizando desde hace mucho tiempo, se observa un método que le permite al artista trabajar sobre la tela disfrutando con la aplicación de la materia; la libertad lo guía en el encuentro de la mancha y en la distribución de luces y sombras. De este modo, intuitivo pero al mismo tiempo laborioso, ha encontrado el camino para ocupar con la razón, los espacios espontáneos que tiene la creación artística sobre disímiles técnicas y materiales. Pintura, dibujo, cerámica, ensamblajes y esculturas ocupan posiciones en su quehacer plástico. Símbolos e imágenes se funden en un lenguaje donde año a año, el paso del tiempo le va otorgando la solidez de la experiencia.

Su estudio, de la plazuela del Ángel (Compostela número 5), en La Habana Vieja, resulta un espacio mágico, donde la complicidad con Martí se respira en cada rincón. Ya sea en tela, cartulina, papel, barro o hierro, su silueta es parte intrínseca de la casa. Sin pensarlo un momento, el artista afirma: "está tan presente en mi vida y mi obra, que lo visualizo constantemente. En cualquier lugar: en una mancha de la pared, en la sombra de los árboles, en un espacio entre libros... allí veo su imagen. A las personas que vienen aquí les sucede igual. Lo encuentran en todos lados. No es más que la energía martiana que nos envuelve".

Sus palabras siluetean el cariño que le profesa como buen cubano. Es un amigo más de la familia que comparte su tiempo. "No hay un día en que no lo dibuje y hasta varias veces. Si no lo hago, siento que es una jornada inconclusa". La historia de su motivación por Martí viene desde la niñez, cuando de la mano de su padre (Reynaldo Bullaudy), que era un promotor cultural voluntario, se acercó al arte. En una obra teatral, basada en los Versos Sencillos, encarnó al padre de Pilar. Comenzó a estudiar en la Escuela de Arte de Holguín, y terminó en la de Las Tunas. Después trabajó la cerámica un tiempo en la Isla de la Juventud. Una noche de 1993, sintió la necesidad de hacer a Martí parte de su obra. "Me levanté de la cama y preparé una pintura casera, y con espátula empecé a pintarlo. ¡Salió de un tirón! Cuando amanecí, era otro. Me obligué desde entonces a estudiar su obra. Al penetrar en su vida conocí el universo tan grande que lo rodea".

A Martí lo imagina de muchas formas, pero "básicamente veo al hombre, a José, no a Martí. Ese ser humano, con toda la carga de dificultades que enfrentó en su corta y fructífera existencia, y que tuvo que vencerlas sin perder nunca el amor. A esa fibra martiana es a la que hago alusión con mi pintura. Por eso lo envuelvo de color, flores, fauna".

¿Con qué tonos lo pintas? "Hay dos cosas que son azules: La Habana, por la luminosidad del mar y sus reflejos, y Martí. Él es también azul. Cuando se preparaba para regresar desde Estados Unidos se mandó a hacer un traje azul. Porque según decía, venía para las nupcias con Cuba, que era su novia. Fue algo inusual en él que vestía siempre de negro, porque estaba de luto por estar alejado de su Isla amada".

MÁS QUE PINTAR, SENTIR A MARTÍ

¿Cómo lo pintas? "Con mucha ternura. Más que pintarlo, lo siento".

La pintura de Kamyl Bullaudy es espontánea como él, con un trazo rápido, mancha la superficie. Son pinceladas sueltas, de las que emergen algunas temáticas que se apoderan de su quehacer. En primer lugar Martí, pero están también los malecones, los gallos y las gordas.

Su manera de pintar se acerca a la del Oriente. Visualizado el criterio de utilizar la materia pictórica con una ascesis típica de las escuelas chinas y japonesas. Entre los materiales que trabaja siente especial predilección por el hierro. "Reciclo de la calle todos los elementos que encuentro, y hago esculturas y ensamblajes, a partir de piezas de automóvil, bicicletas, refrigeradores. Son elementos que cuentan su historia por separado. Las formas, ya hechas, no las intervengo, armo un gran rompecabezas donde al final surge Martí". En estas obras hay un elemento inmaterial que actúa poderosamente: el tiempo. Un mundo de valores trascendentes que se proyecta desde la inmanencia de las cosas. De ahí la fuerza que poseen esas esculturas del Maestro, y la riqueza energética que dimana de ellos. En Bullaudy todo está vivo. Como el Maestro que regresa, con nosotros, en este 160 aniversario hecho arte.

 

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