Santiago de Cuba: Un aula y un maestro bajo cualquier circunstancia

Eduardo Palomares Calderón

Aunque el huracán Sandy, el pasado 25 de octubre, se ensañó con la ciudad de Santiago de Cuba, las calles de esta urbe amanecieron este lunes engalanadas por los más de 180 mil estudiantes, que reanudaron el curso escolar en sus casi 900 escuelas dañadas.

A medio recuperar, la Escuela de Oficios Gertrudis Gómez de Avellaneda, también pudo acoger a los 188 jóvenes que forma como albañiles, carpinteros, mecánicos, electricistas, esterilizadores y cocineros, según su director Gabriel Hanson, por el esfuerzo de profesores y alumnos en la rehabilitación de las aulas afectadas.

"Yo fui de los que ayudaron a poner tejas en la cubierta —expresó Marcos Antonio Pérez Roca, quien se forma como carpintero—, y no me fue muy difícil porque ya en cuarto año estoy suficientemente preparado para desempeñar estos trabajos".

Sin embargo, 129 centros no podrán acoger por el momento a sus alumnos, quienes sí tendrán la posibilidad de recibir las clases en otras escuelas, en locales de instituciones habilitados o casas de familias brindadas solidariamente, como es el caso de la Escuela Especial William Soler, que perdió la cubierta de zinc galvanizado.

Próximo a la conocida escalinata de Padre Pico, exactamente en la casa donde el 13 de febrero de 1901 nació el popular trovador Ñico Saquito, también abrió su puerta la casa de Neysi Pérez, donde su hijo Sergio y los también niños autistas Pedro José y René David, serán atendidos por la maestra Niurka Beltrán.

"Por sus características nuestros hijos no pueden estudiar con otros niños —precisó Neysi Pérez—, de ahí que a pesar de los daños del techo brindé la casa, como han hecho otros familiares, para que con su banderita cubana, la efigie de José Martí y su maestra, no se afecte su programa de preparación".

Así, mediante el arduo esfuerzo de los trabajadores de Educación, la ayuda de los padres y el concurso de instituciones, acaba de reintegrarse al paisaje santiaguero esa felicidad que la Revolución regaló a los niños cubanos, al asegurarles un aula y un maestro, bajo cualquier circunstancia.

 

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