La
crisis económica golpea cada vez más fuerte a la vieja Europa.
Grecia primero, y España después. Ahora le toca el turno a Portugal.
Según se dio a conocer hace unas horas, el gobierno luso entregó al
Parlamento su propuesta de Presupuestos para 2013, que incluye un
recrudecimiento de los ajustes y de la carga impositiva para
comprimir el déficit público y no fallar los compromisos del rescate
financiero.
Sin embargo esos ajustes recaerán sobre los trabajadores
públicos, quienes tendrán que sacar sus cuentas nuevamente para
pagar una deuda de la cual no son culpables. Los rígidos recortes
que esboza el Ejecutivo del primer ministro, Pedro Passos Coelho,
están valorados en 5.300 millones de euros (cerca del 5,5 % del PIB
luso), de los cuales el 80 % proceden de los ingresos públicos,
principalmente por el aumento de la presión fiscal, y el restante 20
% del lado del consumo estatal.
Sólo con el aumento de los impuestos, definido por el ministro de
Finanzas luso, Vítor Gaspar, de "muy significativo", el Ejecutivo
espera recaudar 4.300 millones de euros, de los que más de 2.800
millones provendrán del alza de las tasas sobre la renta.
El gasto público se reducirá finalmente en 1.026 millones de
euros a través de la supresión de interinos, la contracción de las
plantillas en algunas empresas públicas y cortes en las
prestaciones, que compensarán la reposición de uno de los dos
subsidios retirados a funcionarios y pensionistas en 2012. En otras
palabras, más personas serán desempleadas, los pensionados y
jubilados tendrán que convertirse en el mago Mandrake para poder
subsistir durante los tiempos que se avecinan.
Además, descenderá el precio pagado por hora extra trabajada en
el sector público y se recortará el subsidio que cobran desempleados
y enfermos. Ante la mala nueva noticia diversos sectores del país
europeo expresan su descontento con tales medidas. La situación que
se vive en Grecia desde hace más de un año, al parecer encontrará
ecos en Portugal, y quién sabe en que otros países.
Para que se tenga una noción de lo que ocurre; tres de los cuatro
jefes de Estado que ha tenido Portugal desde la instauración de la
democracia en 1974 (los socialistas Mário Soares y Jorge Sampaio,
así como el conservador Aníbal Cavaco Silva) ya han levantado la voz
para mostrar su oposición a nuevos recortes.
Ante las críticas que se advienen, el ministro de Finanzas
impugnó que el ejecutivo tiene un margen de maniobra muy escaso.
Tales declaraciones fueron emitidas durante la presentación de esta
propuesta de Presupuestos, e insistió en que Portugal es un país
intervenido por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y que, por ello, ha visto reducida su autonomía.
Moraleja: el gobierno portugués no manda en su propio patio, para
eso están los mecanismos financieros capitalistas. Ellos tienen la
potestad de decidir el futuro de las naciones. A ellos no les
interesa la suerte de los millones de personas que observarán como
de su bolsillo sale más dinero del que entra. Ese es el mundo del
capitalismo, así funcionan las cosas cuando la situación se vuelve
insostenible.
No obstante, el documento construido por el Ejecutivo transitará
en las próximas semanas por el Parlamento para ser discutido, aunque
su aprobación se da por sentada debido a la mayoría absoluta con la
que cuenta la alianza entre los conservadores socialdemócratas (PSD)
y democristianos (CDS-PP).
"Cuestionar el presupuesto es cuestionar el propio proceso de
ajuste", recalcó Gaspar, quien defendió que el plan del Gobierno es
la única alternativa posible dadas las conclusiones de la última
visita trimestral al país realizada el pasado mes de septiembre por
la misión de la UE, el FMI y el Banco Central Europeo.
Sin embargo, lo interesante del tema es que en el nuevo paquete
no se menciona absolutamente nada sobre subirles un poquito los
impuestos a las personas más ricas de Portugal. Ese tema parece
estar vedado, y además cuenta con el consentimiento del Parlamento
lusitano.
Ellos, los ricos, podrán seguir disfrutando desde arriba los
placeres de la vida, mientras, los de abajo, los pobres y la clase
media tendrán que observar con amargura como sus esperanzas se
desvanecen, por el capricho de unos pocos.