Más que un día de recordación, el corazón merece y requiere desde
la infancia los mayores cuidados los 365 días del año. A ello nos
convoca la Organización Mundial de la Salud y otros prestigiosos
organismos internacionales, con el propósito de fomentar en la
ciudadanía hábitos de vida saludables para reducir al máximo el
riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares que, como sabemos,
constituyen en Cuba la primera causa de muerte.
En el Día del Corazón —24 de septiembre— que cada año se celebra
en más de un centenar de países, abrimos una interrogante: ¿Cómo
ayudar a ese incansable y vital órgano de nuestro cuerpo?, y
recabamos entonces, el criterio de una prestigiosa especialista en
Cardiopediatría.
La profesora Herminia Palenzuela López, vicedirectora de Calidad
Hospitalaria del Cardiocentro William Soler de Altahabana, refiere
que existe un alto nivel de evidencia científica que demuestra que
la prevención de las enfermedades cardiovasculares y
cerebrovasculares del adulto, como son los infartos cardíaco y el
cerebral, comienza en las edades pediátricas.
Es fundamental, en primer lugar, instruir a los padres sobre la
necesidad de garantizar y educar al niño en la observancia de
patrones de vida sanos, que se basen en una alimentación balanceada
y racional acorde a sus necesidades reales, evitando estilos de vida
sedentarios como los que se generan con un tiempo exagerado de
estancia frente a la computadora y los videos, y promover la
realización de juegos activos y ejercicios físicos en forma regular.
Al evitar la obesidad, subraya la especialista, estamos
reduciendo el riesgo de diabetes e hipertensión arterial, y con una
dieta correcta evitamos la aparición de niveles elevados de
colesterol y lípidos que favorezcan la incidencia de
arteriosclerosis incluso desde etapas tempranas de la vida, que son
factores predisponentes a la aparición de las enfermedades
mencionadas.
Considera que no podemos despreciar la influencia de los patrones
hereditarios en estos padecimientos, por lo que, con más razón, en
estos casos debemos insistir en la educación desde la niñez en lo
referente a estos aspectos para contrarrestar este factor a través
de la eliminación de elementos ambientales negativos adicionales.
El estrés es otro factor perjudicial que debemos enseñar a
combatir y minimizar en los niños a través de nuestro ejemplo
personal y creando a su alrededor un ambiente de armonía y paz en el
medio familiar.
La profesora Palenzuela indica, que la familia desempeña un papel
esencial e insustituible en el logro de una buena esperanza y
calidad de vida para sus hijos, aunque no deja de ser importante la
escuela en los diferentes niveles, y con la conjunción de ambos
estaremos garantizando la mejor atención a la salud de la población.
Eduquemos bien a los futuros ciudadanos en el cuidado de su salud
y con ello contribuiremos a su felicidad y a su mejor aporte a la
sociedad, subraya la especialista.