Pausado
en el habla, con persistencia ejemplar, e incansable como el primer
día, encontramos al Doctor en Ciencias Históricas Eduardo Torres
Cuevas, quien afirma convencido que ha vivido intensamente la vida.
"A veces pienso que ni la podría contar porque cada década da
resúmenes diferentes. Cuando pienso que José Martí murió de 42 años
y Wolfgang Amadeus Mozart de 35, siento que la vida me ha
privilegiado, a pesar de no cuidarla. Pienso que los 70 cumpleaños
me han sorprendido, entre el cariño de familiares, colegas y amigos.
"Siete décadas de alegrías, pero también de nostalgia: épocas,
ritmos musicales que apenas recuerdo y personas que solo viven en mi
memoria. Pero al final, la mirada se dirige hacia lo que todavía
quiero hacer: materializar muchos proyectos, es el orgullo de vivir
tiempos difíciles, tiempos de riesgos".
Nacido en La Habana, el 4 de septiembre de 1942, inició en
Cienfuegos la primera enseñanza. Luego en La Habana estudió
Bachiller en Ciencias y Letras, y en 1973 se graduó de Historia. Su
obra prolífica comprende numerosos libros, artículos, ensayos y
monografías que, desde diversas temáticas, persiguen desentrañar
nuestra cubanidad.
Torres Cuevas, hijo de padre aviador y madre médico, estudió el
primer año de Ingeniería Civil. Entonces se impone la primera
interrogante:
¿Qué lo llevó a interesarse por la historia?
"A mis padres les debo parte de mi formación. De mi madre heredé
la concepción humanista, el gusto por la lectura, la poesía y la
buena música, lo cual me dio una formación sólida; y de mi padre, el
espíritu de aventura, la inquietud y el juego con límites.
"Desde niño penetré en las bibliotecas familiares, y la aventura
de la huella del hombre sobre el planeta se convirtió en el centro
de mi pasión. Desde entonces, siento interés por el conocimiento de
la historia".
¿Cuál es la faceta que más ha investigado?
La sociedad cubana. A ella le he dedicado 40 años, también a los
grandes hombres; a la historia del catolicismo en Cuba y, en
particular, de la Iglesia; la masonería; la esclavitud; la relación
entre pensamiento y realidad; y con especial énfasis la cubanidad.
Asimismo, el estudio de las personalidades de Félix Varela, el
obispo Espada, Antonio Maceo y José Martí.
¿Cuál es el mayor logro en su vida intelectual?
"Mi formación personal y mi visión de Cuba y del mundo. Descubrir
nuestra cultura, nuestra historia, en sus variados matices. Al
formarme, me di cuenta de que el conocimiento no es más que la
constatación del desconocimiento; mientras más estudias más
comprendes que apenas has descubierto un pequeño espacio de
conocimiento.
"Por ello considero que no compartir con los demás lo que
conozco, es un egoísmo. Acercar a los lectores, a la nobleza,
honestidad y conocimiento de la obra humana, en particular, a
aquellos que soñaron y pensaron a Cuba, contribuye al mejoramiento
humano".
Torres Cuevas, además de profesor titular de la Universidad de La
Habana, director de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, de la
Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz y presidente de la
Academia de la Historia de Cuba, es miembro de varias organizaciones
e instituciones.
¿Cómo divide el tiempo entre tantas ocupaciones? ¿Cómo logra
hacerlo bien?
"Nada de lo personal resulta absolutamente particular. Para hacer
bien las cosas hay que compartir pensamientos, proyectos e ideas
entre todos. Confío en la calidad de mis compañeros, en sus
inquietudes y decisiones. De ellos aprendo, pero también exijo lo
que es elemental, la calidad de lo que hacemos.
"En todo lo que hago hay nombres anónimos, y otros que con cariño
tendría que mencionar, desde los tiempos de estudiante allá en la
barriada de la Víbora, en la Refinería Ñico López, en la fundación
de las Milicias Nacionales Revolucionarias, en la Campaña de
Alfabetización, en la Universidad de La Habana; en cada libro,
investigación y proyectos y, particularmente, a mi inseparable
Patricia González, que día a día me infunde fuerzas y ánimo".
¿En estos tiempos, en qué concentra su atención?
"Lograr que la Biblioteca recupere su esplendor, continuando la
labor de rescatar, preservar y dar a conocer sus fondos, los cuales
atesoran parte del patrimonio de la memoria histórica y cultural
cubana. Que la Academia de la Historia de Cuba contribuya al rescate
de nuestra historia. Y que la Casa de Altos Estudios cubra su rol
investigativo, docente y de extensión universitaria, para que los
estudios transdisciplinarios en las ciencias sociales y
humanísticas, se desarrollen. Además de los proyectos
investigativos".
¿Puede adelantar algunos?
"Sí, entre ellos está concluir la historia de la iglesia católica
en Cuba, la Biblioteca de Clásicos Cubanos, la Enciclopedia
Histórica Cubana y más específicamente la apasionante historia de
los grupos de acción de 1935 a 1952. Además, tengo pendiente la
terminación de los dos tomos de la historia constitucional de Cuba.
Todo lo que me alegra pensar que tengo más proyectos que,
probablemente, años por vivir".
Consciente de que estamos en una etapa donde se ve el crecimiento
de una producción intelectual joven que vaticina perspectivas a la
historiografía cubana, y considerando que para este avezado
historiador el tiempo le parece corto hasta para una entrevista, una
última pregunta nos obliga a cerrar el cuestionario.
¿Cómo valora el papel de los jóvenes en las investigaciones
actuales?
"El conocimiento acumulado por una generación no se transmite
genéticamente a otra. Cada una inicia su conocimiento en una
realidad diferente y, por tanto, construye su memoria desde su
realidad y desde su tiempo. La nueva generación comienza a construir
su propio conocimiento desde sus nuevos horizontes y límites.
Lo mejor de ellos es la forma en que interrogan a la historia,
actualizan métodos, se plantean problemas, rompen esquemas,
aventuran ideas y rescatan aspectos desconocidos. Son inteligentes,
trabajadores, rigurosos y capaces de dejar a un lado la retórica y
las frases huecas. Son verdaderos profesionales, que se presentan
como un conjunto creciente que abre nuevas perspectivas para
entendernos mejor".