"No
creo que mis principios hayan cambiado en todos estos años. Ni
tampoco mi compromiso político". Quien habla es nada menos que
Angela Davis, una de las activistas políticas más famosas de los
años ’60 y ’70, una figura icónica no solo por su discurso
fuertemente revolucionario y por su prominente militancia en los
Black Panthers sino también por su célebre y desafiante peinado
"afro", que hizo furor en su época entre las mujeres negras. Hoy, a
los 68 años, esta intelectual y docente universitaria, formada en la
Universidad de Frankfurt bajo la tutela de Herbert Marcuse, llegó al
Toronto International Film Festival para apoyar el lanzamiento del
documental Free Angela & All Political Prisoners.
Dirigida por Shola Lynch, la película da cuenta de la ordalía de
Davis cuarenta y dos años atrás, cuando fue involucrada por el FBI
en el secuestro y muerte del juez Harold Haley, del condado de Marin,
en California. Cargo del cual finalmente fue absuelta, a pesar de la
presión que puso en su momento el gobernador del Estado, Ronald
Reagan, quien en 1969 ya había logrado expulsarla de la Universidad
de California (UCLA) por la abierta militancia de Davis en el
Partido Comunista.
Prófuga de la justicia, de la que lógicamente desconfiaba, Angela
Davis llegó a integrar, a los 24 años, la lista de los diez
fugitivos más buscados del FBI, hasta que finalmente fue detenida,
en octubre de 1970. Se desató entonces una campaña internacional por
su liberación, que incluyó la solidaridad de John Lennon y Yoko Ono,
que compusieron el tema Angela para su LP Some Time in New
York City y de los Rolling Stones, que grabaron el simple
Sweet Black Angel, incluido luego en el álbum Exile on Main
Street.
"Nunca busqué ese grado de exposición pública y fue algo muy
difícil de aceptar entonces", recuerda Davis en una entrevista
exclusiva con Página/12, en una suite del Soho Metrotel de Toronto.
"Mi aproximación original fue estrictamente política y ni siquiera
en mis sueños más locos pensé que sería empujada en esa dirección.
Pero al mismo tiempo fui consciente de que era algo con lo que iba a
tener que aprender a vivir. Y que por lo tanto iba a tratar de
usarlo, no tanto en mi nombre como en el de tanta gente que no tenía
voz en ese momento".
–¿Se refiere a sus compañeros de militancia en los Black Panthers?
–Exactamente. Porque la campaña nacional por mi libertad se
inició originalmente bajo la consigna "Liberen a Angela Davis", pero
yo consideré que debía ser "Liberen a Angela Davis y a todos los
presos políticos", que es la frase que eligió ahora Shola Lynch para
su documental.
–En la película, usted menciona que la triple condena a muerte
que pidió para usted el fiscal no se dirigía tanto hacia usted
personalmente sino hacia la construcción que usted encarnaba. ¿Puede
ampliar esta idea?
–Me di cuenta muy pronto de que todo ese ensañamiento hacia mi
persona excedía a mi figura y mi situación personal. En primer
lugar, porque no me podían matar tres veces. Y me di cuenta también
de lo seria que era toda la situación. Estaban decididos a matar a
la construcción de este enemigo imaginario. Y yo era la encarnación
de ese enemigo, por negra, mujer y comunista. Cuando el FBI comenzó
a perseguirme, aprovecharon para encarcelar a cientos de mujeres
negras y jóvenes como yo. Aprovecharon la situación para intentar
infundir miedo en toda la comunidad negra.
–¿Qué cambió desde entonces?
–Creo que cambiaron muchas cosas. Y pienso que cambiaron en gran
medida gracias a la lucha que llevamos a cabo. Cuando tuve la
oportunidad de asistir a la universidad, fui una de las poquísimas
mujeres negras que tuvieron esa suerte. Hoy ya no es ni remotamente
así, aunque hay que reconocer que todavía hay una enorme
desproporción entre la cantidad de estudiantes blancos y negros. Lo
que hoy me angustia mucho es que en aquel momento, cuando luchábamos
por la liberación de todos los presos políticos en particular y
contra la institución carcelaria en general, nos sorprendía la
cantidad de gente encarcelada que había en el país, pero hoy, en los
Estados Unidos, hay muchísimas más personas tras las rejas. Hoy en
mi país hay dos millones y medio de personas encarceladas. Uno de
cada 37 adultos está bajo el control del sistema penitenciario. Lo
cual es un porcentaje altísimo. Es el país con mayor población
carcelaria del mundo.
–¿A qué lo atribuye?
–A los índices de pobreza, sin duda. La mayoría de los hombres
jóvenes negros hoy están desempleados. Este es obviamente un
problema político y también de racismo. Es verdad que los libros de
texto ya no expresan abiertamente el racismo como sucedía antes y
que oficialmente ya no hay segregación racial, pero en muchos
sentidos la situación está peor hoy que hace medio siglo.
–¿Incluso con un presidente afroamericano, como Barack Obama?
–Sí, es triste decirlo, pero las cosas están peor con un
presidente afroamericano en la Casa Blanca. Esa es la ironía. Porque
hace medio siglo hubiera sido impensable que alguna vez un hombre
negro pudiera ser presidente de los Estados Unidos, cosa que hoy es
posible. Pero también hay que decir que hoy a nadie en la Casa
Blanca le importa que un millón de hombres negros estén presos. Y
esto tiene una relación directa con el desmantelamiento completo del
sistema de bienestar social y con la desindustrialización que está
viviendo el país, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo.
Antes la población negra tenía fuentes de trabajo en la industria
siderúrgica, en la industria automovilística y tantas otras
industrias que ahora se han mudado a otros países donde la mano de
obra es mucho más barata. Yo nací y me crié en Birmingham, Alabama,
y allí la industria siderúrgica era la principal fuente de trabajo.
Todavía lo sigue siendo, pero con muchos menos puestos de trabajo
que antes. Y si a eso le sumamos la falta de contención social, la
falta de educación, la falta de un buen sistema de salud pública,
sucede que la cárcel se convierte en la solución por default
de todos los problemas sociales que no se atienden políticamente.
–Hablando de prisiones... ¿por qué piensa que Obama no cumplió
con su promesa de cerrar la cárcel de Guantánamo?
–Eso es lo que debió hacer desde un primer momento, no bien
asumió el gobierno. En muchos sentidos debemos decir que la llamada
"guerra contra el terrorismo" lo sobrepasó. Pero también tenemos que
reconocer que la primera razón por la cual no cerró Guantánamo es
porque no salimos a la calle a reclamarlo. En muchas instancias, la
gente que eligió a Obama no se mantuvo unida y alerta. Habría que
haber creado un movimiento detrás de este tema para poner presión y
que la cárcel de Guantánamo se cerrara. Y también para crear un
mejor sistema de salud pública, mejor educación, etcétera, etcétera.
Y eso es todavía lo que tenemos que hacer.
–¿Para las próximas elecciones?
–Absolutamente. Tenemos que salir a ocupar espacios, adquirir una
dimensión de lo que es posible y necesario hacer.