El escritor llegó a la sala atiborrada de un público que, más que
sonreír, rió hasta más no poder, no solo con las ocurrencias
registradas en el catálogo de sus títulos, sino con las que
espontáneamente afloraron de las situaciones en que lo puso la
anfitriona, cuyas palabras de presentación, donde lo definió como
"ejemplo de hombre seriamente humorístico", tuvieron también ese
carácter jocoso propio de la velada.
Este ser "dotado de un desbordante sentido del humor", lo cual le
ha valido para recrear el tema —o la herramienta— en cuestión en su
literatura, dotada de un peculiar y cubanísimo uso de la lengua,
vertebró su intervención allí, fundamentalmente, a partir de "un
ensayito que hice en el 95, estando en la UNEAC", en un contexto de
situaciones económicas muy difíciles donde, sin embargo, experimentó
una especie de "salvación" al cavilar sobre la fortaleza ideológica
y espiritual del cubano, capaz de crear en esas circunstancias
chistes sobre aquellos momentos críticos del periodo especial, como
consecuencia de la destrucción del campo socialista.
Concebido "como en un rapto" en dos meses, el opúsculo titulado El
humor de Misha, la crisis del socialismo real en el chiste político,
pretendió explicar el derrumbe de aquel sistema a partir de los
chistes que se hacían en esos países, "que a veces comparaba con los
cuentos nuestros (sobre la libreta de abastecimiento o la escasez de
los productos... ), pero donde no existía la oscura carga de
resentimiento ni la bilis que había en esos otros a los que me
estaba refiriendo en el escrito".
"No eran cuentos de Pepito, eran cuentos tremendos. En los
cubanos no hay un solo chiste que aluda a la Revolución, ni a
delaciones ni a presos de conciencia, ni a personajes escindidos,
más bien apuntan a las carencias o a la emigración de forma
benevolente, perdonadora, sin rencor ni hiel."
En un segundo momento tuvo el público la oportunidad de indagar
sobre sus próximas facturas, tras haber visto la luz recientemente
su novela Viajes de Miguel Luna, de más de 500 páginas, con
cuya "astronómica" cifra —asegura el autor— sufrió mucho:
"Será una noveleta —aclara— sobre el primer detective
cuentapropista cubano, un Sherlock Holmes ñato y con cachimba que me
contrata a mí, con mi propio nombre, para que yo sea su Watson: ‘Me
hace falta tu experiencia burocrática y literaria para que después
cuentes nuestras hazañas’, me pide el tipo jubilado que me contrata
en la Cuba actual".
"Dicen que contar las cosas antes de tiempo da mala suerte
—comentó riendo a mares—, pero bueno, ya está hecho, así que recen
por mí."