El
último presidente del PRI de la vieja era, el mexicano Ernesto
Zedillo, actual profesor de economía y política de la universidad de
Yale, puede respirar tranquilo. El Departamento de Justicia de EE.UU.
le ha otorgado inmunidad diplomática y, por tanto, no enfrentará los
cargos que se le imputan en un tribunal de New Haven (Connecticut)
donde se le pretendía procesar como responsable intelectual de la
matanza de Acteal, el asesinato en 1997 de 45 indígenas de ese
pueblo de Chiapas (entre ellos mujeres embarazadas y niños) a manos
de un grupo, también de indígenas, supuestamente armado por el
Estado.
El gobierno de EE.UU. consideró que "los señalamientos de los
demandantes", diez supuestos supervivientes que nunca publicitaron
su nombre, "de que el ex presidente Zedillo debe ser juzgado por la
conducta de funcionarios de menor rango, simplemente por su posición
como presidente en ese momento, no proveen una suficiente razón para
cuestionar" su inmunidad.
El ex mandatario, en un escrito hecho público en enero, había
calificado las acusaciones de "indignantes" y "carentes de
fundamento", criticó que fueran anónimas y las vinculó con el
proceso electoral que tuvo lugar en México el pasado mes de julio.
La decisión ha indignado a colectivos sociales pese a que las
víctimas, organizadas en el colectivo Las Abejas, dejaron claro que
ellos no tienen nada que ver con la denuncia "civil" que lo que
reclamaba era una indemnización de 50 millones de dólares. Según un
comunicado del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las
Casas (Frayba) -representante legal de los supervivientes ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos-, lo que reivindican las
víctimas no es una cuestión de dinero sino de "justicia y verdad"
para que no se repitan los hechos, se castigue "a los autores
materiales e intelectuales de la masacre" y se ofrezca una
"reparación integral" a los afectados.
"Para nosotros es claro que quienes interpusieron la demanda
civil en EE.UU. no tienen la misma motivación de las y los
sobrevivientes de la masacre sino que responden a intereses fácticos
ligados a los grupos en el poder político del Estado mexicano",
añade la nota.
En esta línea, el semanario The Economist, apuntaba directamente
al partido del ex presidente y dice que facciones del PRI
arremetieron contra Zedillo porque durante su mandato (1994-2000)
rompió "dos reglas no escritas del régimen autoritario" que imperó
durante el siglo XX: aprobó reformas que llevaron a las primeras
elecciones libres, las del año 2000, que acabaron con la hegemonía
priísta; y permitió la detención de Raúl Salinas de Gortari, el
hermano de su antecesor, por supuesto "enriquecimiento ilegal" y por
el homicidio de José Francisco Ruiz Massieu.
El gobierno de Felipe Calderón había abogado ante su par
estadounidense para que garantizara la inmunidad del ex mandatario y
subrayó que EE.UU. no es competente para juzgar hechos que tuvieron
lugar fuera de su territorio y en el que no están involucrados sus
ciudadanos. Pero muchos en México creen que con este apoyo a Zedillo,
Calderón quería garantizarse una actitud similar por parte de su
sucesor, el priísta Enrique Peña Nieto, si llegara a prosperar la
denuncia que un grupo de víctimas de la guerra contra el narco
interpusieron contra él en 2011 ante la Corte Penal Internacional.
Mientras, en Chiapas, la sensación de impunidad crece. El Frayba
asegura que la inmunidad de Zedillo, a quien ellos consideran
culpable "por acción y omisión", tendrá como resultado "proteger y
encubrir a responsables de crímenes de lesa humanidad" con lo que
EE.UU. viola los derechos fundamentales reconocidos
internacionalmente.
UN
GRUPO DE INDÍGENAS CONMEMORA LA MATANZA EN CHIAPAS.
El 1 de enero de 1994, bajo el gobierno de Carlos Salinas de
Gortari, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN),
liderado por el subcomandante Marcos, se alzó en armas para terminar
con la marginación de los indígenas y campesinos que vivían sumidos
en la pobreza. El conflicto armado abierto duró solo unos días pero
el gobierno federal, dirigido desde diciembre de 1994 por Zedillo,
desplegó después un intenso operativo militar que, según las
comunidades de la zona y las denuncias de organizaciones de derechos
humanos, conllevó que se armara y entrenara a grupos de indígenas
priístas para hacer el ‘trabajo sucio’, desestabilizar el área y
controlar a los insurgentes. En 1996 se firmaron los acuerdos de San
Andrés pero el conflicto de baja intensidad continuó. La masacre de
Acteal fue el suceso más dramático de la década y el que hubiera un
puesto del ejército a 200 metros del pueblo pero nadie hiciera nada
para evitar los asesinatos confirma, según las ONG, la complicidad
de las fuerzas de seguridad del Estado.
La masacre conllevó la renuncia del secretario de Gobernación de
la época (ministro del Interior), Emilio Chuayffet, y del Gobernador
de Chiapas, Julio César Ruiz Ferro, así como por la detención de
Jacinto Arias Cruz, presidente municipal de Chenalhó (localidad de
la que depende Acteal) por haber proporcionado las armas para
realizar la acción. "Mi presidente, no te preocupes, deja que se
maten, yo voy a mandar la seguridad pública para que levanten a los
muertos", respondió el entonces gobernador al alcalde, según la
declaración que este hizo a las autoridades.
Después de la matanza, 34 indígenas fueron detenidos, enjuiciados
y declarados culpables, pero la Suprema Corte de Justicia ordenó la
liberación de 20 de ellos en 2009 y de 7 más en 2011 porque no se
cumplió el debido proceso y la Procuraduría General de la República
fabricó pruebas para inculparlos.
"Mire aquella casa", decía a esta periodista hace meses un
miembro del colectivo Las Abejas, Sebastián Pérez, desde la puerta
de la iglesia donde un centenar de personas con armas de grueso
calibre dispararon aquel 22 de diciembre contra la población civil.
"Allí vive uno de los que participaron en la masacre y que acaba de
ser liberado por la Corte Suprema. Eso genera mucha tensión, el
puesto del ejército sigue a unos cientos de metros y en la zona hay
muchas armas. La situación cada vez se parece más a la de antes del
1997 cuando se presionó contra civiles para que la guerrilla
zapatista actuara".
Para el Frayba, tanto el PRI como el PAN y el PRD (en el poder en
Chiapas desde 2000) se han confabulado, bien por intereses
políticos, bien por motivos económicos, para que los culpables de
los crímenes contra civiles ocurridos en el estado en las últimas
dos décadas queden impunes.
La guerrilla del EZLN se mantiene aletargada en medio de la selva
aunque sin dejar las armas. Pero Las Abejas no dejan de reclamar paz
y justicia. "No podemos callar ni quedar indiferentes, pues es hora
de unir voz y fuerza para fortalecer nuestras luchas y exigencias
por el bien de la humanidad y para nuestros pueblos", dicen en su
blog. Y junto a la iglesia, 45 cruces, un monumento y muchos
carteles destacan entre el verde de la sierra chiapaneca para que lo
ocurrido hace 15 años no se olvide.