¿Podrán
las dos escuadras cubanas ubicarse entre las diez mejores de la
Olimpiada de Ajedrez de Turquía? ¿O solo lo conseguirán los hombres,
colgados de los brazos de las "L"? ¿O, luego de tanto tropezón
inesperado, serán ellas las que sonreirán? ¿O será que ninguna de
nuestras cuartetas logrará el objetivo?
Mañana, cuando todo termine, sabremos la verdad. Pero de momento,
y sin que el optimismo mortifique a la razón, cabe decir que sí, que
podemos colarnos en el Top Ten de los felices. Lo que hace falta son
sendas victorias (si abultadas, mejor), y un poco de fortuna…
Eso sí, el camino de las muchachas es muy complicado. Anclan en
el puesto 22 con 13 puntos, y de vencer -como es de esperar- a la
débil formación de Colombia, escalarán varias posiciones que las
harían merodear el décimo peldaño. Más no depende únicamente de su
esfuerzo…
Necesitan las pupilas de Walter Arencibia que se produzcan
igualadas en varios matches, de manera que cada conjunto involucrado
apenas sume una rayita a su cosecha. Y, además, que las favoritas
ratifiquen su superioridad con scores abrumadores.
"En verdad, es difícil que todo ello ocurra. Sería casi un
milagro, pero no valen rendiciones. Caramba, ¡cuánto pesan las
pésimas faenas contra la Asociación de Sordos, Bielorrusia y la
segunda escuadra de la sede! ¡Cuánto hemos extrañado la enigmática
ausencia de Yaniet Marrero!".
Lo del torneo Abierto es harina de otro costal. La tropa de
Reinaldo Vera ocupa el sitio 18 con una sumatoria de 13 unidades, y
solamente cuatro escuadras -China, Armenia, Rusia y Ucrania- están
fuera de alcance. Y como quiera que se jugará contra Eslovenia -que
no es un bocadito, pero tampoco un hueso-, las posibilidades de
abrirse espacio en la vanguardia son reales.
El destino de la cuarteta varonil antillana pasa por deshacerse
de los eslovenos con la mayor autoridad posible, aunque -todo sea
dicho- serán importantes los resultados de tres duelos entre elencos
que exhiben 14 unidades per cápita. A saber, Argentina-Holanda,
Vietnam-Uzbekistán, y Rumania-Filipinas. Un elemento obra en favor
nuestro: el desempate, donde tenemos un sobresaliente acumulado.