Es la que aqueja al ejército de EE.UU., la más numerosa de sus
fuerzas armadas, según un estudio que el Centro de Conducción
Militar de Fort Leavenworth, Kansas, encargó a la consultora ICF
International: acaba de trascender y revela la existencia de un
elevado número de suicidios de veteranos que regresaron de los
frentes de guerra y una crisis de desconfianza hacia los altos
mandos. Se llevó a cabo mediante un cuestionario enviado por
Internet a militares de distintos rangos de las bases
estadounidenses establecidas en el territorio nacional y en todo el
mundo (//usacac.army.mil, mayo de 2012).
Llegaron 17.000 respuestas con los siguientes resultados: un 58
por ciento piensa que "el ejército es incapaz de retener a líderes
dotados"; el 57 por ciento afirma que falta disciplina o que "el
ejército es demasiado blando"; el 53, que hay mandos ineficaces en
los niveles superiores; el 52, que muchos de éstos se equivocan al
establecer las prioridades. Sólo uno de cada cuatro oficiales y
soldados cree que la fuerza es conducida en la dirección correcta.
Es éste un problema no menor en el marco de las restricciones
presupuestarias del Pentágono y su propósito de dar de baja a 90.000
de sus 570.000 efectivos en los próximos años.
El general Raymond T. Odierno, jefe del Estado Mayor Conjunto del
ejército, mostró su desazón en declaraciones al periódico Army
Times: "Es muy importante para nosotros ser introspectivos y estamos
empeñados en una autoevaluación continua" (//bostonglobe.com,
20-8-12). Ya había ordenado en mayo que se reexaminaran los
diagnósticos de estrés postraumático de los veteranos, que
determinan si los que fueron heridos pueden volver o no al campo de
batalla. Algunos efectivos habían denunciado a la senadora demócrata
Patty Murray que se los habían sustituido por otros diagnósticos con
síntomas minimizados para ahorrar dinero (www.nytimes.com, 16-5-12).
La preocupación más grave, sin embargo, es la creciente tasa de
suicidios entre los veteranos: 38 en julio último, la más alta en la
historia reciente de las fuerzas armadas estadounidenses. La
proporción de suicidios o aparentes suicidios en los primeros siete
meses de este año fue un 22 por ciento mayor que la registrada en el
mismo período del 2011: 23 de cada 100.000 militares se quitaron la
vida. El mismo ratio aplicado a la sociedad civil alcanza al 18,5
por ciento según los últimos datos disponibles, una diferencia
evidente.
Un nuevo rasgo se manifestó en el 2012: el número de suboficiales
en activo con rango de sargento para arriba (sin inclusión de
tenientes para arriba) que se quitaron la vida superó al de los
jóvenes recientemente enrolados que resolvieron lo mismo. El
analista militar Bruce Shahbaz subrayó que esto sucede por primera
vez: "El ejército tradicionalmente ha considerado que el sector más
proclive al suicidio es el de los soldados jóvenes, pero esto puede
estar cambiando" (www.usatoday.com, 9-8-12).
Los mandos militares suelen echarle al suicidado la culpa de su
trágica decisión. Hablan de la difícil adaptación a la vida civil de
quienes vuelven del combate y no faltó el jefe que responsabilizó al
consumo de drogas, es decir, nada que ver con la guerra. El propio
Shahbaz se ganó el Oscar de las explicaciones improbables: señaló
que el problema radica en que ya no los mandan al campo de batalla.
El pequeño detalle es que antes del 11/9, cuando la mayoría de los
efectivos prácticamente estaban en la casa, la tasa de suicidios era
mucho menor.
Una investigación, tal vez la primera en su género, puso sobre el
tapete la razón principal de esa suerte de inmolación: es de
carácter moral. Dos expertos de la Universidad de Utah analizaron
con 72 soldados de la base Fort Carson, Colorado, que habían fallado
en su intento de suicidio, por qué razón llegaron a ese extremo. De
las 33 preguntas formuladas, una tuvo una respuesta unánime: el
deseo de terminar con una intensa angustia emocional (www.usatoday.com,
11-7-12).
"Estos muchachos tratan de matarse porque padecen un sufrimiento
psicológico y un dolor intensos", declaró Craig Bryan, coautor del
estudio, quien no profundizó mucho en las causas de ese
padecimiento. Es, sin duda, una cuestión compleja: la investigación
revela que cada uno de los 72 soldados señaló en promedio diez
razones para acometer el acto. Otra de las compartidas fue la
necesidad de poner fin a una tristeza crónica, un medio para
distanciarse de la gente o de expresar desesperación, agregó Bryan.
Quedan muchas preguntas en pie. ¿Qué relación habría entre esos
suicidios y el haber presenciado y aun protagonizado hechos de
extrema violencia como el asesinato indiscriminado de civiles,
mujeres, ancianos, niños? Lo cierto es que el número de veteranos
que sufren perturbaciones mentales aumentó un 62 por ciento desde el
año 2000. A casi un millón de ellos se les ha diagnosticado al menos
una.