"No, no, no", dice el niño con pánico. Luego enmudece y se niega
a responder cualquier pregunta.
"Siente miedo. Es lo que sentimos todos aquí", dijo a IPS su
madre, Estela Jiménez, con nacionalidad estadounidense y residente
en la ciudad de San Diego, en el suroccidental estado de California,
desde hace 23 años, y trabaja en una casa para inmigrantes
deportados en la fronteriza ciudad mexicana de Mexicali.
Jiménez participó en la protesta ante la cárcel de Maricopa que
el jueves 16 realizaron integrantes del Movimiento por la Paz con
Justicia y Dignidad, que lidera el poeta mexicano Javier Sicilia,
junto con activistas de los derechos de las minorías de Estados
Unidos.
Sicilia encabeza una caravana por Estados Unidos de víctimas de
la violencia que ha producido en México la estrategia de seguridad
militarizada, con el fin de demandar al gobierno de Barack Obama el
cese del contrabando de armas y un cambio en la política bélica
contra las drogas.
El grupo comenzó su marcha el día 12 y llegará a Washington el 10
de septiembre, tras recorrer 9 400 kilómetros. Ya pasó por
California, antes de adentrarse en el estado de Arizona, donde hay
460 mil inmigrantes sin documentos y existen draconianas leyes
contra la inmigración ilegal.
El racismo de Arizona se exacerba en el condado de Maricopa,
asiento de la ciudad de Phoenix, y se materializa en la figura del
alguacil Joe Arpaio, implacable perseguidor de indocumentados e
inventor de Tent City, una extensión de la cárcel del condado en la
que los prisioneros viven en tiendas de campaña, a 50 grados a la
sombra en el verano boreal.
En Tent City (Ciudad de las Carpas), los presos visten un
uniforme a rayas blancas y negras, sacado de las viejas películas
estadounidenses, y deben llevar ropa interior de color rosa.
Trabajan en cuadrillas limpiando calles o pintando paredes, con
grilletes en los pies y, a modo de broma, en lo alto de la torre de
vigilancia, el alguacil mandó a poner un anuncio: "Vacancy" (hay
vacantes). Aunque sea inverosímil, es un centro para delitos menores
y está ocupado primordialmente por personas inmigrantes.
En Maricopa se vive un "nuevo apartheid", dicen los activistas, y
explican que a pesar de que el 38 % de los 3,5 millones de
habitantes del condado son latinos, en especial mexicanos, el
control político está totalmente en manos anglosajonas.
Arpaio, de 77 años y descendiente de italianos, busca este año su
quinta reelección consecutiva, con la lucha contra la inmigración
indocumentada como su bandera.
Jiménez, como Mercedes Moreno y Micaela Saucedo, de la Casa de
Refugio Elvira, en la fronteriza ciudad mexicana de Tijuana, se
unieron el jueves 16 a la protesta de la caravana, enarbolando sus
pasaportes abiertos.
"Venimos a mostrarle a Arpaio que somos tan ciudadanas
estadounidenses como él", dijo Moreno a IPS, mientras mostraba la
fotografía de su hijo José Leonidas, desaparecido desde 1991 en
Ciudad Hidalgo, en el sureño estado mexicano de Chiapas, cuando
comenzaba a cruzar México para llegar a Estados Unidos.
La protesta en la cárcel de Maricopa no estaba incluida en el
programa original de la caravana y fue evidente la tensión de los
organizadores, ante la posibilidad de que algún participante fuera
detenido.
Pero Arpaio no detuvo a nadie y, por el contrario, recibió al
poeta Sicilia y a un grupo de activistas que se presentaron por
sorpresa en sus oficinas del edificio del banco Wells Fargo.
Antes de la reunión, que duró una hora y tuvo varios momentos
tensos, el alguacil se aseguró de que llegara la prensa local.
"No lo voy a hacer cambiar de opinión, pero le pido un trato más
humano para nuestros migrantes", le dijo el poeta. El sheriff se
ingenió para no contestar.
En Estados Unidos hay 11 millones de personas sin residencia
legal, 70 % de ellas de origen latinoamericano. El gobierno de Obama
deportó a un millón de personas sin documentos.
El movimiento por la paz nació en México tras el asesinato de
Juan Francisco Sicilia, hijo del poeta, el 28 de marzo del 2011.
Esta caravana en Estados Unidos es la tercera marcha de largo
recorrido que protagoniza, en lo que representa la búsqueda de
justicia de la sociedad para las víctimas de la violencia.
El contraste entre los dos primeros estados que ha recorrido es
enorme. En California, donde Sicilia declaró que la política de
guerra contra las drogas humilla la segunda enmienda de la
Constitución estadounidense, el grupo de víctimas fue escuchado en
la sesión del cabildo municipal de la ciudad de Los Ángeles, y el
concejal José Huízar, nacido en México, propuso una resolución en
favor de la caravana.
"No es necesario ir a Afganistán o a Iraq para ver la magnitud de
una tragedia humana; basta con ver más allá de nuestra frontera
sur", dijo el político, antes de revelar que su familia también ha
soportado violencia en el estado mexicano de Zacatecas.
En Arizona, en cambio, la caravana llegó el día en que la
gobernadora Jan Brewer descartó aplicar en el estado la Acción
Diferida, una medida anunciada en junio por Obama para posponer por
dos años la deportación de jóvenes sin papeles que hubieran llegado
a Estados Unidos siendo niños.
En contraste con las autoridades, la caravana sí fue recibida con
emoción por integrantes de congregaciones cristianas, que
denunciaron el endurecimiento del racismo y la segregación.
"No tengamos miedo, porque el miedo paraliza. Y lo que van a
liquidar es el futuro de nuestros hijos", dijo Jonathan Peck, con su
hijo pequeño en brazos.