Saxo alto y claro

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Pequeña orquesta, expresión concentrada de los cuatro registros fundamentales del espectro sonoro audible, todo cuarteto instrumental exige, como ningún otro formato, el máximo equilibrio entre las virtudes individuales y el espíritu de conjunto. Cada ejecutante se debe tanto a sí mismo como al colectivo.

   Foto: Yander ZamoraEsa comprensión integral la observamos en Magic Sax, en una reciente noche santiaguera de la Sala Dolores, donde la agrupación de la urbe oriental, liderada por el maestro Juan Chacón, desplegó sus talentos y pasiones para celebrar la puesta en circulación del álbum Para el alma divertir, una producción de la EGREM, salida de los Estudios Siboney, en una presentación coordinada por los organizadores del Festival del Caribe y el Centro Provincial de la Música.

La selección de repertorio no es tarea fácil para una agrupación de tal naturaleza, obligada casi siempre a asumir o encargar versiones, puesto que muy pocos compositores se dedican a escribir partituras para este formato. Misión aún mucho más ardua en el caso de Magic Sax por una proyección estética en la que tratan de articular tres modos de hacer: el estilo clásico, la tradición de los instrumentistas de las bandas cubanas de música popular —en Oriente cuentan con el valiosísimo antecedente de la orquesta Chepín Chovén—, y el entorno jazzístico en un sentido aglutinador, muy abierto y actual.

Tiene la suerte Magic Sax de contar con las contribuciones de dos compositores y arreglistas santiagueros de primera línea, Ernesto Burgos e Iván Acosta, este último autor de Confluencias, obra de concierto matizada por desplazamientos rítmicos y tímbricos imprevistos pero coherentes, que revelan la madurez de un pensamiento musical.

Justo en la sección central de esa pieza, el invitado especial de Magic Sax para el concierto, César Alejandro López, sí, el reconocido fundador de Habana Ensemble y por varios años integrante del Irakere de Chucho Valdés, desarrolló una intensa improvisación en la que el virtuosismo se dio la mano con la imaginación.

Antes César había bordado un sugerente complemento melódico a la versión de la inefable Perla marina, de Sindo, cantada con suma delicadeza y hondura sentimental por Grisell Gómez, una de las voces curtidas en el horno del Orfeón Santiago, del siempre entrañable Electo Silva.

En correspondencia con el lema del disco, el concierto hizo honores al son en sus diversas variantes, con la inclusión de otros instrumentistas como el tresero Javier Rodríguez, Iván Acosta en su condición de flautista y elementos de la Familia Varela Miranda y del cantante Tony Rodón.

Pero el fundamento estuvo en la capacidad del cuarteto para bastarse a sí mismo en el diseño armónico, original y convincente que pretenden, entrevisto ya desde que pusieron en órbita, al comienzo de la velada, Los ojos de Pepa, de Manuel Saumell.

 

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