Pequeña
orquesta, expresión concentrada de los cuatro registros
fundamentales del espectro sonoro audible, todo cuarteto
instrumental exige, como ningún otro formato, el máximo equilibrio
entre las virtudes individuales y el espíritu de conjunto. Cada
ejecutante se debe tanto a sí mismo como al colectivo.
Esa
comprensión integral la observamos en Magic Sax, en una reciente
noche santiaguera de la Sala Dolores, donde la agrupación de la urbe
oriental, liderada por el maestro Juan Chacón, desplegó sus talentos
y pasiones para celebrar la puesta en circulación del álbum Para
el alma divertir, una producción de la EGREM, salida de los
Estudios Siboney, en una presentación coordinada por los
organizadores del Festival del Caribe y el Centro Provincial de la
Música.
La selección de repertorio no es tarea fácil para una agrupación
de tal naturaleza, obligada casi siempre a asumir o encargar
versiones, puesto que muy pocos compositores se dedican a escribir
partituras para este formato. Misión aún mucho más ardua en el caso
de Magic Sax por una proyección estética en la que tratan de
articular tres modos de hacer: el estilo clásico, la tradición de
los instrumentistas de las bandas cubanas de música popular —en
Oriente cuentan con el valiosísimo antecedente de la orquesta Chepín
Chovén—, y el entorno jazzístico en un sentido aglutinador, muy
abierto y actual.
Tiene la suerte Magic Sax de contar con las contribuciones de dos
compositores y arreglistas santiagueros de primera línea, Ernesto
Burgos e Iván Acosta, este último autor de Confluencias, obra
de concierto matizada por desplazamientos rítmicos y tímbricos
imprevistos pero coherentes, que revelan la madurez de un
pensamiento musical.
Justo en la sección central de esa pieza, el invitado especial de
Magic Sax para el concierto, César Alejandro López, sí, el
reconocido fundador de Habana Ensemble y por varios años integrante
del Irakere de Chucho Valdés, desarrolló una intensa improvisación
en la que el virtuosismo se dio la mano con la imaginación.
Antes César había bordado un sugerente complemento melódico a la
versión de la inefable Perla marina, de Sindo, cantada con
suma delicadeza y hondura sentimental por Grisell Gómez, una de las
voces curtidas en el horno del Orfeón Santiago, del siempre
entrañable Electo Silva.
En correspondencia con el lema del disco, el concierto hizo
honores al son en sus diversas variantes, con la inclusión de otros
instrumentistas como el tresero Javier Rodríguez, Iván Acosta en su
condición de flautista y elementos de la Familia Varela Miranda y
del cantante Tony Rodón.
Pero el fundamento estuvo en la capacidad del cuarteto para
bastarse a sí mismo en el diseño armónico, original y convincente
que pretenden, entrevisto ya desde que pusieron en órbita, al
comienzo de la velada, Los ojos de Pepa, de Manuel Saumell.