Al día siguiente, el 17 de agosto, el joven Abel Santamaría
escribía: "Una revolución no se hace en un día pero se comienza en
un segundo. Hora es ya, todo está de nuestra parte (¼
) cada uno escoja la trinchera donde mejor pueda servir". Para los
representantes de los partidos tradicionales, e incluso para los
mismos personeros del "régimen de facto", como se denominaba en ese
momento el gobierno producto del golpe de Estado de Batista el 10 de
marzo, fueron palabras nulas, aunque las conocieran. Nadie tomó en
cuenta ese llamado explícito sobre la forma en que se debía
enfrentar la dictadura y que sería poco tiempo después la heroica
acción del Moncada y Bayamo.
La coincidencia en el método a seguir para sacar a Batista del
poder por parte de Fidel y Abel, de hecho estaba fundada en la idea
insurreccional, como única vía en esas circunstancias y condiciones
políticas específicas de Cuba.
Ellos se habían conocido en Prado 109, como militantes ortodoxos
y habían coincidido antes (1 de mayo de 1952) en un acto celebrado
también en el cementerio de Colón, en recordación del obrero Carlos
Rodríguez, caído antes del 10 de marzo, en una manifestación obrera
reprimida durante el gobierno de Carlos Prío.
Jesús Montané Oropesa recordaba que la primera gestión que Fidel
y Abel realizaron juntos, dirigida para lo que sería el planeamiento
de una acción futura, había sido un viaje al municipio de Colón,
donde vivía el doctor Mario Muñoz, médico y radioaficionado a quien
le solicitaron la instalación de una pequeña planta de radio, que
sería clandestina, la cual se hizo realidad pero apenas fue
escuchada, pues tenía un campo emisor muy reducido en el Vedado y
finalmente fue detectada. Ese viaje a Colón, según Montané, lo
realizó Fidel en el automóvil de Abel Santamaría y fue donde comenzó
a cohesionarse, indisolublemente, la acción de ambos hacia un mismo
fin.
Pronto el apartamento donde vivía Abel en un edificio de 25 y O,
en el Vedado, junto a su hermana Haydée, se convertiría en el centro
de trabajo clandestino del Movimiento que se conocería después con
el nombre de Generación del Centenario, por consolidarse justamente
en el año del Centenario de José Martí. Entre los primeros que
visitaron aquel apartamento, hoy Museo Abel Santamaría, estaría Raúl
Gómez García, maestro y dirigente sindical, del colegio privado
Baldor y entre los primeros integrantes de la Dirección. Gómez
García había fundado antes, con otros compañeros, el pequeño
periódico clandestino Son los mismos, que se fundiera muy
pronto con otra idea de Fidel, plasmada en El Acusador;
periódicos uno y otro, impresos en mimeógrafo.
La captación y organización de una vanguardia revolucionaria
numerosa y nueva, con toda su complejidad, no serían conocidas por
fuerza antibatistiana alguna, ni por los servicios secretos
castrenses. Tanto fue así que en vísperas de la partida hacia
Santiago, el propio doctor Fidel Castro se personó, en calidad de
abogado, en el Buró de Investigaciones para interesarse por alguien,
sin que despertara sospecha, ha relatado Melba Hernández.
El Movimiento que se alzaría en armas fue cuidadosamente
organizado en células revolucionarias secretas y tan discretas en su
actuación que la composición y movimiento de estas solo eran
conocidos por Fidel y Abel.
Una razón más para que en la madrugada del 26 de Julio de 1953,
Fidel expresara a sus compañeros que Abel Santamaría Cuadrado era el
segundo jefe del Movimiento y determinara que comandara la
retaguardia del Moncada, junto al doctor Mario Muñoz, las dos
mujeres: Haydée Santamaría y Melba Hernández; Raúl Gómez García y
otros jóvenes porque era Abel quien lo sustituiría de no lograrse el
asalto por sorpresa, planeado, y él pudiera caer en la acción.
El Movimiento de la Generación del Centenario integrado en esas
células, realizó prácticas de tiro en diversos lugares de la antigua
provincia de La Habana, como Calabazar, así como en Artemisa,
Guanajay e incluso en el Club de Cazadores del Cerro, centro de tiro
deportivo privado de cierta elite al que tuvo acceso el joven Pedro
Miret Prieto y hasta en el Salón de los Mártires de la Universidad
de La Habana. Además, contó con una vanguardia en solitario, Renato
Guitart, quien vivía en Santiago de Cuba, sin que jamás se filtrara
que estaba en gestación, y próximo a accionarse, el asalto a la
segunda fortaleza militar de la dictadura en Santiago y el cuartel
de Bayamo.
Entonces, Fidel, excandidato a Representante a la Cámara por la
Ortodoxia en las frustradas elecciones de 1952, era para todo el
mundo el joven abogado de la ortodoxia establecido en un bufete con
dos colegas del ramo: Azpiazo y Rassende, en la calle Tejadillo,
para atender Asuntos Civiles, fundamentalmente.
Sin embargo, la madrugada del 28 de enero de 1953, más de 1 000
jóvenes del Movimiento marchaban junto a los estudiantes y el pueblo
con antorchas encendidas, y lo hicieron también a lo largo de la
calle San Lázaro vía Parque Central, a plena luz del sol: esa fue la
manera más contundente que tuvo el rebelde Fidel de comprobar cuán
organizada estaba la convocatoria de las células del Movimiento
revolucionario que dirigía, aparentemente apartado de los
acontecimientos políticos.
Martí sería proclamado por el doctor Fidel Castro, acusado y
acusador en el juicio del Moncada por las acciones del 26 de Julio,
como el único "autor intelectual del Moncada". Hasta en este extremo
martiano de que "en silencio ha tenido que ser" fue reivindicado el
Apóstol de la Independencia, en el centenario de su nacimiento, hace
59 años.