Los acontecimientos de las últimas semanas relacionados con
Bolivia demuestran que la administración norteamericana organiza un
complot dirigido a intentar, con un supuesto derrocamiento del
presidente Evo Morales, romper el proceso de integración que
actualmente vive Latinoamérica, contrario a los intereses
hegemónicos de la Casa Blanca, luego del reciente golpe de Estado
contra el mandatario paraguayo Fernando Lugo.
Estados Unidos considera que Bolivia puede ser ahora el eslabón
más débil de la cadena que hoy une en América Latina a un importante
grupo de países inmersos en procesos revolucionarios y de defensa de
su soberanía e independencia, que nada quieren saber acerca del
otrora dominio de Washington en esta región.
A juicio de analistas políticos, para conseguir materializar su
nuevo plan perverso, la Casa Blanca cuenta con el respaldo de la
derecha gobernante en Chile, que ha endurecido sus posiciones hacia
su vecina Bolivia, y a los golpistas franquistas paraguayos,
financiados por el Pentágono y sus servicios secretos.
Precisamente reportes de prensa revelaron hace pocos días que un
diputado ultraderechista implicado en el derrocamiento de Lugo
negoció con el régimen de Barack Obama la instalación de bases
militares norteamericanas en la frontera paraguayo-boliviana.
Hasta el momento Washington no ha reaccionado ante esa peligrosa
noticia, como suele hacerlo siempre cuando maquina sus actuaciones
de desestabilización o sus agresiones militares contra cualquier
nación del mundo, pero lo cierto es que cuando el río suena es
porque piedras trae, según reza el refranero popular.
El complot de Estados Unidos incluye, además, acciones
subversivas internas concebidas con la debilitada y desprestigiada
derecha tradicional en Bolivia, implicada directamente en el motín
policial que se escenificó hace dos semanas en ese país, y en
exacerbados conflictos indígenas como el de la región de Tipnis, que
han sido utilizados para crear una imagen de supuesto caos y
debilitamiento del Ejecutivo del presidente Morales.
Por supuesto que la prensa conservadora nacional, además de
conocidos medios internacionales golpistas como la cadena
norteamericana CNN y otros españoles como El País, del consorcio
conspirativo mediático Prisa, forman parte de la operación
desestabilizadora contra Bolivia.
Pero para pesar de Washington, que menosprecia la inteligencia
natural de la cultura milenaria indígena, las autoridades y pueblo
bolivianos están al tanto de cuanto paso dan sus adversarios para
dar al traste con el proceso de cambios en curso en esa nación
sudamericana, donde prima la serenidad y la respuesta adecuada en el
lugar y momento oportunos.
Los complotados contra Bolivia, semejantes a los que lo hicieron
en Paraguay y lo hacen también contra Venezuela y Ecuador, por citar
algunos países blancos permanentes de la Casa Blanca, no podrán
materializar su objetivo porque Evo cuenta con el respaldo popular
suficiente para asestarles otra derrota a sus enemigos.