RÍO DE JANEIRO, 22 junio.— La Conferencia de las Naciones Unidas
sobre desarrollo sostenible, Río+20 concluyó hoy con la aprobación
del documento final por los jefes de Estado y Gobierno, pero con
reservas por parte de varios países.
El texto "El futuro que queremos", recibió el consentimiento de
las 191 naciones reunidas en la Conferencia, a pesar de los
desacuerdos mostrados por muchas de las delegaciones asistentes.
Este documento pide una transición hacia la llamada economía
verde, una propuesta de los países ricos para, desde su punto de
vista, luchar por el medio ambiente y contra la pobreza.
Después de 10 días de reuniones, se firmó el acuerdo, de 53
páginas, que define algunas de las grandes prioridades del planeta,
cuyos recursos naturales están seriamente amenazados.
Entre los puntos de avance está la lucha contra el hambre que
actualmente afecta a de cerca de mil millones de personas.
El plan de acción de los gobiernos del mundo nació fuertemente
criticado por los ecologistas, las organizaciones no gubernamentales
y varias delegaciones de países, que consideraron al texto, no
acorde con los desafíos del planeta.
Muchas de las críticas están referidas a la economía verde, que
según las organizaciones sociales es una de las estrategias del
capital para recuperar la tasa de ganancia, y consiste en privatizar
los ecosistemas y convertir "lo vivo" en mercancía.
Los representantes de los movimientos sociales que participan en
la Cumbre de los Pueblos mostraron hoy su insatisfacción tras una
reunión con el Secretario General de las Naciones Unidas (ONU), Ban
Ki-moon.
Las organizaciones participantes en la Cumbre, paralela a Río+20,
explicaron que la ONU no dio ninguna garantía de que los gobiernos
realmente pondrán en práctica las decisiones acordadas en el
cónclave.
Por su parte, Ban Ki-moon, consideró de muy bueno al documento
aprobado en esta última jornada del encuentro.
Brasil fue el responsable por construir un consenso posible. El
consenso posible es un punto de partida y no de llegada. Lo que
tenemos que exigir, es que a partir de este documento, las naciones
avancen, afirmó la presidenta brasileña, Dilma Rousseff.
Una de las principales contradicciones de la Conferencia se dio
entre los países ricos, reacios a repartir fondos como en el pasado,
y las naciones en desarrollo, reticentes a ceder más sin esos
compromisos económicos.
Un total de 86 jefes de Estado y Gobierno participaron en la que
fue la mayor cumbre de la historia de la ONU, la cuarta por el
desarrollo sostenible del planeta desde 1972.