Las elecciones del 2012 en Estados Unidos

¿Por qué y para qué Romney?

Ramón Sánchez-Parodi Montoto (*)

Los periodistas usan como base de su tarea informativa la valoración de los llamados seis elementos de un hecho. Con algunas variantes, estos elementos (conocidos en inglés como las W) son: quién, qué, cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué.

Apliquemos esa técnica a analizar la candidatura de Mitt Romney, concentrándonos en dos aspectos fundamentales: ¿por qué y para qué ha llegado a ser Romney el candidato a la presidencia de Estados Unidos?

En cuanto al por qué, hay una razón principal: ante la rebelión de las bases conservadoras sociales y fiscales republicanas contra los líderes tradicionales del partido republicano, estos necesitaron un candidato en el cual pudieran confiar para impedir ser desplazados de las riendas del partido por los integrantes del llamado movimiento "tea party".

La señal de alarma surgió con la misma crisis política y económica que sumió en el caos a la presidencia de George W. Bush al final de su mandato en el 2008 y que dio paso a una ofensiva por parte de las discrepantes bases del partido, sobre todo a partir del verano del 2009, de oposición a la reforma del programa de salud promovido por Obama y acordado con los líderes republicanos del Congreso. El motín se extendió hasta las elecciones de mitad de mandato del 2010 con la soberana paliza que recibieron los demócratas, sin que estuvieran exentos de "castigo" algunos elementos republicanos "moderados". Los tradicionales líderes republicanos fueron en parte desplazados por el empuje de la nueva hornada de legisladores que formaron la numerosa promoción del 112 Congreso de Estados Unidos electo en el 2010 donde predominó la tendencia "tea party".

La parte de los grupos de poder económico que constituyen el grueso del respaldo al Partido Republicano, pusieron su apoyo detrás de una figura centrista como candidato a la presidencia en el 2012 que sirviera de valladar a la avalancha del "tea party" que desde posiciones extremas y contrarias al tradicional "bipartidismo" de la política norteamericana amenazaban con desplazarlo de las posiciones de poder político. Este candidato fue siempre Mitt Romney.

Los elementos que podríamos calificar como el sector "anti-establishment" republicano impulsaron en contra de Romney a innumerables candidatos. Ocho políticos republicanos registraron ante la Comisión Federal Electoral su aspiración a ser el candidato republicano a la presidencia. Dos (Tim Pawlenty y Herman Cain) se retiraron antes del comienzo de las primarias. Tres (Michele Bachman, Jon Huntsman y Rick Perry lo hicieron en las dos primeras semanas de primarias). En abril se fue Rick Santorum y en mayo, Newt Gingrich. Pero realmente desde enero de este año la suerte estaba echada y Romney iba a ser el candidato republicano. Hasta el libertario Ron Paul anunció el 14 de mayo que dejaría de gastar dinero en la campaña de elecciones primarias.

Ya para ese entonces, se habían formalizado los vínculos políticos entre Mitt Romney y el "establishment" republicano y el dinero empezaba a fluir en grandes cantidades, tanto a las arcas de la campaña de Romney y del Comité Nacional Republicano como a los Pacs y SuperPacs que apoyan al ya seguro candidato republicano. De hecho, en mayo superaron en recaudación al de Obama y al Comité Nacional Demócrata. Los empresarios de tendencia republicana estaban apostando su dinero a que la crisis económica derrotara a Obama.

Entramos entonces en el ¿para qué?

Los poderes de facto republicanos consideraron que la batalla fundamental sería derrotar a Barack Obama que, como presidente en ejercicio, no tendría oposición en las filas demócratas como candidato a la reelección en el 2012. No había dudas de que para el 2012 la crisis económica se mantendría como el principal motivo de preocupación tanto para los empresarios grandes, medianos y pequeños como para la amplia masa de trabajadores. Para la fecha de las elecciones los índices de desempleo aún se mantendrían elevados y la situación de la economía europea era una gran interrogante.

En suma, la recuperación económica estaría en entredicho y habría mucha tela por donde cortar en el debate político electoral para atacar a un presidente en ejercicio que no contaba con el apoyo del Congreso, sobre todo en la Cámara de Representantes donde un numeroso grupo de legisladores sólidamente enlazados de la tendencia "tea party" eran el peso decisivo en la mayoría republicana.

Para ese propósito, Romney era la personalidad más conocida en el ámbito nacional por haber participado de manera destacada en la lucha por la candidatura republicana a la presidencia en el 2008. Adicionalmente, sus antecedentes como "exitoso" empresario lo convertían en una elección confiable para los grupos del sector corporativo enemistados con Obama por su insistencia en una acción más decisiva del poder ejecutivo y del poder legislativo para incrementar los impuestos, reforzar las regulaciones al capital financiero y a las empresas y mantener los programas asistenciales federales esencialmente en la seguridad social, la salud y la educación.

Romney era el candidato perfecto para llevar adelante las tradicionales posiciones conservadoras republicanas: un programa de gobierno donde se darían amplias facilidades a las empresas privadas para asumir los servicios de salud y de educación que forman parte hoy de la actividad gubernamental federal. Serían también eliminadas o relajadas las regulaciones de protección del medio ambiente en la exploración, explotación y distribución del petróleo en zonas terrestres y marinas. Se ampliarían las facilidades para la actuación del capital financiero. Se reducirían los beneficios de la seguridad social o los subsidios por el desempleo, mucho de lo cual se pondría en manos de las empresas privadas. Se restringirían las posibilidades legales de actuación de los sindicatos, especialmente de los trabajadores del sector público. Se eliminarían los impuestos al gran capital en cifras mil millonarias.

Pero al mismo tiempo, estas posiciones rompen el "centrismo" que ha dominado la política "bipartidista" en Estados unidos. La filosofía de Romney y de los poderes económicos que lo respaldan se expresa en términos bien simples: la culpa de la crisis en Estados Unidos la tienen el Gobierno federal y la largueza en recaudar más y más dinero mediante impuestos al capital para repartirlo en la población con gastos excesivos. La solución, de acuerdo a esa filosofía, es dejar manos libres a los empresarios y banqueros que son los capacitados mediante el libre mercado para resolver la situación de crisis creada por Washington.

Para eso es que los grupos de poder republicanos quieren que Romney sea electo.

(*) Fue Jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington entre 1977-1989 y Viceministro de Relaciones Exteriores.

 

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