Los periodistas usan como base de su tarea informativa la
valoración de los llamados seis elementos de un hecho. Con algunas
variantes, estos elementos (conocidos en inglés como las W) son:
quién, qué, cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué.
Apliquemos esa técnica a analizar la candidatura de Mitt Romney,
concentrándonos en dos aspectos fundamentales: ¿por qué y para qué
ha llegado a ser Romney el candidato a la presidencia de Estados
Unidos?
En cuanto al por qué, hay una razón principal: ante la rebelión
de las bases conservadoras sociales y fiscales republicanas contra
los líderes tradicionales del partido republicano, estos necesitaron
un candidato en el cual pudieran confiar para impedir ser
desplazados de las riendas del partido por los integrantes del
llamado movimiento "tea party".
La señal de alarma surgió con la misma crisis política y
económica que sumió en el caos a la presidencia de George W. Bush al
final de su mandato en el 2008 y que dio paso a una ofensiva por
parte de las discrepantes bases del partido, sobre todo a partir del
verano del 2009, de oposición a la reforma del programa de salud
promovido por Obama y acordado con los líderes republicanos del
Congreso. El motín se extendió hasta las elecciones de mitad de
mandato del 2010 con la soberana paliza que recibieron los
demócratas, sin que estuvieran exentos de "castigo" algunos
elementos republicanos "moderados". Los tradicionales líderes
republicanos fueron en parte desplazados por el empuje de la nueva
hornada de legisladores que formaron la numerosa promoción del 112
Congreso de Estados Unidos electo en el 2010 donde predominó la
tendencia "tea party".
La parte de los grupos de poder económico que constituyen el
grueso del respaldo al Partido Republicano, pusieron su apoyo detrás
de una figura centrista como candidato a la presidencia en el 2012
que sirviera de valladar a la avalancha del "tea party" que desde
posiciones extremas y contrarias al tradicional "bipartidismo" de la
política norteamericana amenazaban con desplazarlo de las posiciones
de poder político. Este candidato fue siempre Mitt Romney.
Los elementos que podríamos calificar como el sector "anti-establishment"
republicano impulsaron en contra de Romney a innumerables
candidatos. Ocho políticos republicanos registraron ante la Comisión
Federal Electoral su aspiración a ser el candidato republicano a la
presidencia. Dos (Tim Pawlenty y Herman Cain) se retiraron antes del
comienzo de las primarias. Tres (Michele Bachman, Jon Huntsman y
Rick Perry lo hicieron en las dos primeras semanas de primarias). En
abril se fue Rick Santorum y en mayo, Newt Gingrich. Pero realmente
desde enero de este año la suerte estaba echada y Romney iba a ser
el candidato republicano. Hasta el libertario Ron Paul anunció el 14
de mayo que dejaría de gastar dinero en la campaña de elecciones
primarias.
Ya para ese entonces, se habían formalizado los vínculos
políticos entre Mitt Romney y el "establishment" republicano y el
dinero empezaba a fluir en grandes cantidades, tanto a las arcas de
la campaña de Romney y del Comité Nacional Republicano como a los
Pacs y SuperPacs que apoyan al ya seguro candidato republicano. De
hecho, en mayo superaron en recaudación al de Obama y al Comité
Nacional Demócrata. Los empresarios de tendencia republicana estaban
apostando su dinero a que la crisis económica derrotara a Obama.
Entramos entonces en el ¿para qué?
Los poderes de facto republicanos consideraron que la batalla
fundamental sería derrotar a Barack Obama que, como presidente en
ejercicio, no tendría oposición en las filas demócratas como
candidato a la reelección en el 2012. No había dudas de que para el
2012 la crisis económica se mantendría como el principal motivo de
preocupación tanto para los empresarios grandes, medianos y pequeños
como para la amplia masa de trabajadores. Para la fecha de las
elecciones los índices de desempleo aún se mantendrían elevados y la
situación de la economía europea era una gran interrogante.
En suma, la recuperación económica estaría en entredicho y habría
mucha tela por donde cortar en el debate político electoral para
atacar a un presidente en ejercicio que no contaba con el apoyo del
Congreso, sobre todo en la Cámara de Representantes donde un
numeroso grupo de legisladores sólidamente enlazados de la tendencia
"tea party" eran el peso decisivo en la mayoría republicana.
Para ese propósito, Romney era la personalidad más conocida en el
ámbito nacional por haber participado de manera destacada en la
lucha por la candidatura republicana a la presidencia en el 2008.
Adicionalmente, sus antecedentes como "exitoso" empresario lo
convertían en una elección confiable para los grupos del sector
corporativo enemistados con Obama por su insistencia en una acción
más decisiva del poder ejecutivo y del poder legislativo para
incrementar los impuestos, reforzar las regulaciones al capital
financiero y a las empresas y mantener los programas asistenciales
federales esencialmente en la seguridad social, la salud y la
educación.
Romney era el candidato perfecto para llevar adelante las
tradicionales posiciones conservadoras republicanas: un programa de
gobierno donde se darían amplias facilidades a las empresas privadas
para asumir los servicios de salud y de educación que forman parte
hoy de la actividad gubernamental federal. Serían también eliminadas
o relajadas las regulaciones de protección del medio ambiente en la
exploración, explotación y distribución del petróleo en zonas
terrestres y marinas. Se ampliarían las facilidades para la
actuación del capital financiero. Se reducirían los beneficios de la
seguridad social o los subsidios por el desempleo, mucho de lo cual
se pondría en manos de las empresas privadas. Se restringirían las
posibilidades legales de actuación de los sindicatos, especialmente
de los trabajadores del sector público. Se eliminarían los impuestos
al gran capital en cifras mil millonarias.
Pero al mismo tiempo, estas posiciones rompen el "centrismo" que
ha dominado la política "bipartidista" en Estados unidos. La
filosofía de Romney y de los poderes económicos que lo respaldan se
expresa en términos bien simples: la culpa de la crisis en Estados
Unidos la tienen el Gobierno federal y la largueza en recaudar más y
más dinero mediante impuestos al capital para repartirlo en la
población con gastos excesivos. La solución, de acuerdo a esa
filosofía, es dejar manos libres a los empresarios y banqueros que
son los capacitados mediante el libre mercado para resolver la
situación de crisis creada por Washington.
Para eso es que los grupos de poder republicanos quieren que
Romney sea electo.