"Estoy a mis anchas", dice Andrés Serrano mientras escucha el
bullicio matutino de la calle Gervasio y absorbe la luz solar que
presagia dentro de pocas horas más de treinta grados de temperatura.
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Andrés Serrano en una mañana habanera
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La serie de retratos sobre integrantes
del Ku Klux Klan llamaron la atención sobre la arrogante
persistencia de esa secta racista en EE.UU. Foto: Andrés
Serrano |
"Quiero atrapar los rostros y los gestos de la Isla, sus hombres
y mujeres famosos pero también la gente común, porque cada quien es
un pedazo de historia de una historia mayor; quiero que esta obra
sea tan amplia, diversa y representativa como lo es esta Cuba tan
abierta y cordial".
¿Será este un punto de giro en la carrera del artista? Quién
sabe. Por lo pronto es un hecho que Andrés Serrano haya instalado un
estudio en pleno corazón de Centro Habana y reciba a escritores,
artistas, campeones olímpicos, científicos eminentes, bailarinas y
abuelos, pregoneros y vecinos y luego salga a caminar, observar y
seguir retratando personas y ambientes.
Vino invitado a la Oncena Bienal de La Habana, expuso en la
Fototeca de Cuba y decidió, con la colaboración del Centro Wifredo
Lam, emprender este nuevo proyecto.
Nacido hará pronto 62 años en Nueva York, Serrano es tan admirado
como rechazado por su obra. Cierta recurrencia a reflejar los
humores corporales y, sobre todo, la composición de 1987 en la que
mostró un crucifijo anegado en orina, le valieron una avalancha de
adjetivos descalificadores. Dos congresistas llevaron el asunto al
foro legislativo buscando la interdicción del artista.
"Aquí en Cuba no soy quien hizo Piss Christ, sino
simplemente un artista que trae su obra y es debatida, y puede
gustar o no, pero se respeta la naturaleza estética de la creación
—comenta Serrano—. Es que no soy artista de una sola obra, ni mi
arte necesariamente tiene por qué cargar con el sig
no de la provocación ni de la blasfemia. Creo en el arte como
cuestionamiento de la realidad y como instrumento que ayude a
indagar a cada individuo su propia condición. Soy un artista
conceptual que por pincel usa una cámara fotográfica".
Así lo entienden curadores y marchantes que han puesto a circular
sus obras por prestigiosos museos y galerías de medio mundo. Aun en
Estados Unidos, donde adquirir o colgar en la pared un Serrano
encierra un acto de valor.
"Mis problemas con el medio donde vivo se relacionan, pienso yo,
con criterios moralistas puritanos, que a la larga esconden
conductas hipócritas. En Estados Unidos existe la manía de
etiquetarlo todo. Cuando no me tildan de transgresor u ofensivo, me
ponen el sello de latino, afro, qué se yo. Siento orgullo de mis
raíces, pero quiero que cuando alguien observe una obra mía, lo haga
despojado de preconceptos y estereotipos".
Regresamos al terreno de la fotografía.
"Mientras estudiaba arte en Brooklyn, tuve una novia que manejaba
una cámara. Un día me dije: ¿por qué no tratar de emplearla para
hacer mis cuadros? No creo en la fotografía como ciencia. Jamás
utilizo fotómetros para medir la luz. Me interesa la composición, el
contenido mismo de la imagen. Ni siquiera conozco los secretos del
laboratorio. Por eso no manipulo las fotos".
Una voz pregona en la calle productos del agro. Un relámpago se
instala en la voz de Serrano.
"Soy medio cubano, ¿sabes? Mi madre nació en Key West y a los
pocos años vino a la Isla a vivir con sus padres que eran de aquí.
Después viajó a Estados Unidos donde me tuvo a mí. Nunca aprendió
bien el inglés; hablábamos castellano, con acento cubano, en casa.
Solía cantar una copla dedicada a Martí y la bandera cubana. Todo
esto lo estoy recuperando".