Hace 20 años, el 12 de junio de 1992, en este mismo
recinto, el líder de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz expresó,
y cito: "Una importante especie biológica está en riesgo de
desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus
condiciones naturales de vida: el hombre".
Lo que pudo haber sido considerado alarmista,
constituye hoy una realidad irrefutable. La incapacidad de
transformar modelos de producción y consumo insostenibles atenta
contra los equilibrios y la regeneración de los mecanismos naturales
que sustentan las formas de vida en el planeta.
Los efectos no se pueden ocultar. Las especies se
extinguen a una velocidad cien veces más rápida que las indicadas en
los registros fósiles; más de cinco millones de hectáreas de bosques
se pierden cada año y cerca del 60 por ciento de los ecosistemas
están degradados.
A pesar del hito que significó la Convención de
Naciones Unidas sobre Cambio Climático, las emisiones de dióxido de
carbono se incrementaron en un 38 por ciento entre 1990 y el 2009.
Ahora vamos hacia un aumento de la temperatura global que pondrá en
riesgo, en primer lugar, la integridad y existencia física de
numerosos Estados insulares en desarrollo y producirá graves
consecuencias en países de África, Asia y América Latina.
Un profundo y detallado estudio realizado durante
los últimos cinco años por nuestras instituciones científicas,
coincide en lo fundamental con los informes del Panel
Intergubernamental Sobre Cambio Climático y confirma que en el
presente siglo, de mantenerse las actuales tendencias, se producirá
una paulatina y considerable elevación del nivel medio del mar en el
archipiélago cubano. Dicha previsión incluye la intensificación de
los eventos meteorológicos extremos, como los ciclones tropicales, y
el aumento de la salinización de las aguas subterráneas. Todo ello
tendrá serias consecuencias, especialmente en nuestras costas, por
lo que hemos iniciado la adopción de las medidas correspondientes.
Este fenómeno tendría, igualmente, fuertes
implicaciones geográficas, demográficas y económicas para las islas
del Caribe que, además, deben enfrentar las inequidades de un
sistema económico internacional que excluye a los más pequeños y
vulnerables.
La parálisis de las negociaciones y la falta de un
acuerdo que permita detener el cambio climático global son un nítido
reflejo de la falta de voluntad política y la incapacidad de los
países desarrollados para actuar conforme a las obligaciones que se
derivan de su responsabilidad histórica y su posición actual.
Esto se ha puesto de manifiesto en esta reunión, a
pesar del enorme esfuerzo que ha hecho Brasil y que le agradecemos.
Se incrementa la pobreza, crece el hambre y la
desnutrición y aumenta la desigualdad, agravada en las últimas
décadas como consecuencia del neoliberalismo.
Durante estos veinte años, se han lanzado guerras de
nuevo tipo, concentradas en la conquista de fuentes energéticas,
como la ocurrida en el 2003 con el pretexto de las armas de
exterminio en masa que nunca existieron, y la que recientemente se
produjo en el Norte de África. A las agresiones que ahora se
vislumbra continuar contra países del Medio Oriente, se añadirán
otras, con el fin de controlar el acceso al agua y a otros recursos
en vías de agotamiento. Debe denunciarse que intentar un nuevo
reparto del mundo, desatará una espiral de conflictos de
incalculables consecuencias para un planeta ya gravemente inseguro.
El gasto militar total ha crecido en estas dos
décadas a la astronómica cifra de 1,74 millones de millones de
dólares, casi el doble que en 1992, lo que arrastra a la carrera
armamentista a otros estados que se sienten amenazados. ¿A dos
decenios del fin de la Guerra Fría, contra quiénes se usarán estas
armas?
Dejemos las justificaciones y egoísmos y busquemos
soluciones. Esta vez, todos, absolutamente todos, pagaremos las
consecuencias del cambio climático. Los gobiernos de los países
industrializados que actúan de esta forma no deberían cometer el
grave error de creer que podrán sobrevivir un poco más a costa de
nosotros. Serían incontenibles las oleadas de millones de personas
hambrientas y desesperadas del Sur hacia el Norte y la rebelión de
los pueblos ante tanta indolencia e injusticia. Ningún hegemonismo
será entonces posible. Cese el despojo, cese la guerra, avancemos
hacia el desarme y destruyamos los arsenales nucleares.
Estamos urgidos de un cambio trascendental. La única
alternativa es construir sociedades más justas, establecer un orden
internacional más equitativo, basado en el respeto al derecho de
todos; asegurar el desarrollo sostenible a las naciones,
especialmente del Sur, y poner los avances de la ciencia y la
tecnología al servicio de la salvación del planeta y de la dignidad
humana.
Cuba aspira a que se impongan la sensatez y la
inteligencia humana sobre la irracionalidad y la barbarie.
Muchas gracias.