El
19 de junio de 1907 dejó de existir en la capital cubana la mujer
que engendró al más preclaro de los cubanos y junto a su esposo,
Mariano Martí, supo guiar al niño José Julián por senderos de
honestidad, de decoro, de dignidad. Fue ella Leonor Pérez Cabrera,
la madre de nuestro Héroe Nacional.
A 105 años de su muerte, nada mejor que recordarla con una de las
cartas que José Martí le dedicó, por constituir uno de sus grandes
amores.
"Madre mía:
Todavía no me siento con fuerzas para escribir. No es nada, no es
ninguna enfermedad; no es ningún peligro de muerte: —la muerte no me
mata, caí unos días cuando la infamia fue muy grande; pero me
levanté. La gente me quiere, y me ha ayudado a vivir. Mucho la
necesito: mucho pienso en Vd.: nunca he pensado tanto en Vd.: nunca
he deseado tanto tenerla aquí. No puede ser. Pobreza. Miedo al frío.
Pena del encierro en que la habría de tener. Pena de tenerla y no
poderla ver, con este trabajo que no acaba hasta las diez y media de
la noche. Bueno: los tiempos son malos, pero su hijo es bueno. Nada
más ahora: Vd. lo sabe todo: esta palabra de hijo me quema. Lea ese
libro de versos: empiece a leerlo por la página 51. Es pequeño —es
mi vida. Pero no crea que sea floja, ni que corre riesgo ninguno, ni
que está en salud peor de lo que estaba este hijo que nunca la ha
querido tanto como ahora".
J. Martí, 1892
Esta no es la primera misiva que Martí le escribió a su madre ni
la última en la que se despidió de ella porque pensaba que no iba a
retornar a Cuba. Es una de las tantas que llegaron hasta el humilde
hogar, salidas de su corazón de patriota.
Martí cayó primero. Tuvo fuerzas doña Leonor para soportar la
ausencia total del hijo tan amado y que tanto la amó y le
proporcionó momentos inolvidables y de entera emoción.