Minindustrias alimentarias

Crecer sin fisuras en la calidad

El cierre de dos minindustrias en la capital y el cese de otras diez por procesos de “reparación”, apuntan hacia la necesidad de mayor capacitación del personal y al perfeccionamiento de su control y desempeño

YUDY CASTRO MORALES y ROBERTO TORRES BARBÁN

Arropadas al calor de necesidades y oportunidades, las minindustrias alimentarias han tomado auge en los últimos dos años, en especial con la aprobación y puesta en marcha de los Lineamientos de la Política Económica y Social, como alternativa para satisfacer, a nivel local, las demandas de cada territorio.

La esterilización de los envases es primordial.

Así, las conservas de frutas y vegetales, zumos, salsas... , que apenas veíamos en algunos mercados, hoy se exhiben en cualquier tarima, muy cerca de nuestros hogares. En la capital, por ejemplo, ya suman 34 las instalaciones de este tipo, cuyas elaboraciones llegan a diario a cientos de clientes. Por ello, urge que dichos establecimientos garanticen la inocuidad de sus producciones.

Lamentablemente, no todos los locales tienen implementados los procedimientos establecidos para la higiene y manipulación de los alimentos. De hecho, varias inspecciones efectuadas a estas instalaciones revelaron un conjunto de irregularidades que obligaron al cierre definitivo de dos minindustrias y al cese temporal de otras diez, pues requerían reparaciones.

Unidos a estas medidas, dichos chequeos, iniciados en diciembre del 2011, también han motivado la toma de otras disposiciones por parte de los organismos competentes, entre ellos el Ministerio de la Industria Alimentaria (MINAL), quien tiene a su cargo el asesoramiento técnico y metodológico de la actividad.

Fotos: Ismael Batista Las barras de tamarindo son uno de los productos demandados en la minindustria Pascualín.

Doris Hernández Torres, directora de calidad y tecnología en el MINAL, informó que actualmente se trabaja en el Registro Nacional de Productores de Alimentos y Bebidas, en el cual se inscribirán todas las entidades procesadoras, transformadoras y productoras, como requisito indispensable para su funcionamiento.

Ello, dijo, "posibilitará un control más exacto de la actividad, pues hoy muchos establecimientos están dispersos y ni siquiera conocemos lo que producen".

Hernández Torres añadió que están inmersos, además, en la elaboración de las Instrucciones Higiénico-Sanitarias y Tecnológicas para las minindustrias, las cuales servirán de guía en temas relacionados con la higiene, la calidad del agua, el manejo integral de plagas, las condiciones en los establecimientos... , a fin de obtener productos inocuos y aptos para el consumo.

Aunque un poco tarde, tales disposiciones permitirán ordenar de algún modo el quehacer de las minindustrias, que si bien nacieron sin reglamentos propios, hoy tienen el reto de trabajar con el mismo rigor de la gran industria.

Capacitación y exigencia, ¿a la par?

Otra de las limitaciones que lastran la consolidación de estas alternativas de desarrollo local, es la falta de personal capacitado para asumir las elaboraciones e implementar sistemas de calidad a su nivel, ajustados a las particularidades de cada lugar.

De ahí la importancia que merece el trabajo desarrollado por Cecilia García Hernández, especialista principal de gestión de la calidad en la Empresa Nacional de Conservas, subordinada al MINAL, quien, luego de analizar las deficiencias detectadas en las inspecciones, emprendió el diseño de un sistema de gestión de la calidad integral (SGCI) para la minindustria cubana.

"Consiste en un conjunto de procedimientos básicos, cuya implementación garantiza la calidad, seguridad e inocuidad de los alimentos elaborados, teniendo en cuenta la protección al consumidor y al medio ambiente, así como otros aspectos de control interno que permitan el mantenimiento de la legalidad", explica.

La opción no puede ser el cierre total o parcial de las minindustrias, sino fomentar, desde los intereses estatales, la capacitación de directivos y trabajadores, sin dejar a un lado el sistemático control de dichas entidades.

Según García Hernández, la única experiencia de ese tipo tuvo lugar en el 2010, cuando el Ministerio de Salud Pública convocó a un curso de capacitación para los trabajadores de las minindustrias en La Habana, el cual abarcó temas relacionados con el control de la calidad, tecnología, buenas prácticas de higiene, metrología, empleo de aditivos alimentarios y etiquetado. Lamentablemente, no se ha repetido.

Iniciativas propias

Interesados en perfeccionar su desempeño, los responsables de las minindustrias La esperanza, ubicada en el Wajay, y Pascualín, perteneciente al municipio de Habana Vieja, solicitaron la asesoría de la especialista Cecilia García, quien, desde enero del 2012 labora en la implementación del sistema de gestión de la calidad en ambas unidades.

"Ahora el trabajo es mucho más organizado y los procedimientos que empleamos garantizan la inocuidad de nuestras producciones" afirma Jesús Rodríguez Pascual, administrador de la minindustria Pascualín, entidad que elabora alrededor de 30 variedades entre encurtidos, zumos, barras de guayaba, maní, tamarindo, salsas de tomate... , los cuales se expenden en seis establecimientos de los municipios de Habana Vieja y Arroyo Naranjo.

También resultan significativos los convenios establecidos con el Consejo de la Administración Provincial para adquirir materias primas. "En los mercados estatales nos venden las frutas y vegetales que por la calidad o el tamaño no compra la población. Y para obtener envases propicios para esta actividad, realizamos contratos con la Empresa Provincial de Materias Primas". Han establecido similares métodos de trabajo con otras entidades como las de Bebidas y Licores, Labiofam y la Empresa Geominera.

Actitudes válidas para quienes pretenden consolidar la actividad de las minindustrias, pues a ellos corresponde encontrar sus fuentes de abastecimiento, realizar (en la medida de sus posibilidades) inversiones para mejorar las condiciones tecnológicas y, sobre todo, buscar asesoría para implementar un Sistema de Gestión de la Calidad elemental, de modo que puedan hacer sostenible su forma de producción.

 

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