Según explica Orlando Rey, director de medio ambiente del
Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), existen
también elementos, quizás un poco menos conocidos, que desde épocas
tempranas evidencian un cambio de pensamiento que trae consigo el
gobierno revolucionario con respecto a estos temas. Ejemplo de ello
lo constituye la promulgación de la primera Ley Forestal en 1959 y
con ella, la creación de nueve parques nacionales.
Aun así, la celebración en 1992 de la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro, Brasil,
también conocida como Cumbre de la Tierra, marcó pautas en el
desarrollo de acciones medioambientales en nuestro país. Recordemos
que allí el Líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, alertó
sobre la progresiva liquidación de las condiciones naturales de vida
del hombre, lo cual ponía en riesgo la supervivencia de la especie
humana.
A partir de entonces, el Gobierno cubano, conjuntamente con las
instituciones encargadas de la protección del medio ambiente,
comenzó a desarrollar proyectos y estrategias de trabajo con el
propósito de cumplir los compromisos contraídos en los documentos
aprobados en Río y en los cuales se respalda el concepto de
desarrollo sostenible, como vía para satisfacer las necesidades de
las generaciones presentes sin comprometer las del futuro.
La primera expresión concreta de ello —explica Orlando Rey—,
ocurrió en el propio mes de la Conferencia de Río. En ese año se
discutía con el pueblo cubano una reforma constitucional, en la cual
se incluyó la modificación del artículo 27 de nuestra Constitución,
que originalmente solo se refería a la protección del medio
ambiente. A partir de la reforma, se introdujo el concepto de
desarrollo económico y social sostenible.
En 1994, se crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio
Ambiente, con lo cual se fortalece institucionalmente la protección
del medio ambiente en función de hacer más racional la vida humana y
asegurar la supervivencia, el bienestar y la seguridad de las
generaciones actuales y futuras.
Posteriormente, en 1997, la Asamblea Nacional del Poder Popular
aprobó la Ley 81 del medio ambiente, que ha servido de base para
importantes legislaciones complementarias, normas y otros
instrumentos de gestión ambiental, incluidos elementos regulatorios
y de supervisión estatal.
Otras de las herramientas con las que cuenta el país para la
implementación de su política en este sentido —valora el Director de
Medio Ambiente del CITMA—, son las estrategias ambientales, tanto
nacionales como sectoriales y territoriales, confeccionadas con el
propósito de ejecutar acciones para mejorar el desempeño ambiental y
estrechamente relacionadas con los aspectos económicos, sociales y
ambientales, lo que las convierte en estrategias para el desarrollo
sostenible.
La Estrategia Ambiental fue adoptada por primera vez en 1997 y
estuvo vigente hasta el 2007, momento a partir del cual se
confeccionó una segunda edición para el periodo 2007-2010. En la
actual Estrategia, enmarcada para la etapa 2011-2015, se identifican
como los principales problemas ambientales del país la degradación
de los suelos, las afectaciones a la cubierta forestal y la
contaminación —ya sea ocasionada por residuales líquidos o sólidos,
las emisiones a la atmósfera y la contaminación sónica, productos
químicos y desechos peligrosos. También se señalan la pérdida de la
diversidad biológica, la carencia y dificultades con la
disponibilidad y calidad del agua, así como los impactos del cambio
climático, detalla Orlando Rey.
Resulta importante destacar —precisa el directivo—, que
conjuntamente con el fortalecimiento institucional, la actividad
ambiental en el país ha contado con la valiosa contribución de los
resultados de la ciencia y la tecnología.
Las acciones desarrolladas en la década del 90 del pasado siglo
para proteger el medio ambiente, son de gran significación para
nuestra sociedad, sobre todo si tenemos en cuenta que fue esta una
década marcada por las carencias económicas del Periodo Especial.
"La práctica internacional es que cuando los problemas económicos
se vuelven acuciantes, se pone de lado la agenda ambiental, pues la
presión para emplear los recursos naturales y satisfacer necesidades
inmediatas es mucho mayor. Sin embargo, en Cuba no ocurrió así",
afirma Orlando Rey.
Y en ello tuvo mucho que ver la política llevada a cabo para, a
pesar de la crítica situación económica, desarrollar esquemas de
protección ambiental para no emplear intensa e indiscriminadamente
los recursos naturales, pues de otra forma estaríamos comprometiendo
el futuro. "Esta política no implica sacrificar las necesidades del
desarrollo, sino hacer avanzar de forma armónica la economía, la
sociedad y la protección del medio ambiente."
Asimismo, en nuestro país existe una estrecha relación entre el
pensamiento ambiental y el económico, asegura el Director de Medio
Ambiente del CITMA. En el transcurso de todos estos años, para Cuba
ha sido prioritario mantener un equilibrio entre los aspectos
ambiental, económico y social. Cada año, por ejemplo, el CITMA y el
Ministerio de Economía y Planificación analizan de conjunto las
inversiones propuestas para determinar en qué medida pueden afectar
o no el entorno donde pretenden desarrollarse. Al mismo tiempo,
deciden dónde y cómo invertir determinados recursos en los problemas
ambientales existentes.
Todo eso se traduce en la mejora de una serie de indicadores
ambientales, pues nada hacemos con firmar montones de leyes sin
acciones concretas. En Cuba sabemos adónde vamos y qué debemos
hacer. El Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente es,
además, una institución cuyas sugerencias, decisiones o
planteamientos son tenidos en cuenta por las instancias de gobierno.
Dos décadas después de la primera Cumbre de la Tierra, para nadie
es un secreto que los retos ambientales son inmensos; también lo son
los económicos. No obstante, nuestros proyectos están en
correspondencia con el principio planteado en 1992 en Río de que el
hombre constituye el centro de las preocupaciones ambientales. De
ahí que no veamos de manera aislada la puesta en práctica de
estrategias de desarrollo sostenible, sino como complemento
indiscutible para resolver los acuciantes problemas económicos,
sociales y ambientales que amenazan la propia existencia de la
especie humana.