WASHINGTON, 12 junio.— Un senador republicano en Estados Unidos
exigió hoy la renuncia del Fiscal General Eric Holder durante una
audiencia del Comité Judicial de la Cámara alta.
Los estadounidenses merecen un Fiscal General que sea honesto,
que respete las normas básicas de independencia política y la
rendición de cuentas; y se ha probado una y otra vez, tristemente,
que el nuestro no está dispuesto a hacerlo, aseguró el senador
republicano por Texas, John Cornyn.
Por eso, me uno a quienes le exigen dimitir de su cargo, agregó
el legislador.
Cornyn, también expresó su preocupación por los recientes
informes de fugas en materia de seguridad nacional, y aseguró
confiar en que el presidente Barack Obama cambie al titular de
Justicia por alguien a la altura de ese desafío, reportó la cadena
televisiva ABC News.
Las declaraciones del senador republicano se suman al creciente
coro de congresistas conservadores que reclaman la renuncia de
Holder, agregó.
Este lunes, la Comisión de Supervisión y Reforma Gubernamental de
la Cámara de Representantes anunció que el 20 de junio acusará de
desacato a Holder por supuestamente negarse a entregar documentación
relacionada con el controvertido caso Rápido y Furioso.
Holder argumenta que ha testificado ocho veces por la escandalosa
operación y que ha autorizado la entrega de siete mil 600 documentos
al Capitolio.
Una acción de este tipo aprobada por el Congreso, además de
consecuencias políticas para la administración del presidente Barack
Obama, llevaría a una acusación formal contra Holder ante el
Tribunal Supremo.
Durante la audiencia de este martes, la novena en la que
testifica, Holder insistió en que no tiene intención de dimitir,
destacó la televisora.
Ayer escuché al secretario de prensa de la Casa Blanca, Jay
Carney, quien insistió en que el presidente Obama mantiene absoluta
confianza en mí, y por tanto no tengo motivos para abandonar el
cargo, enfatizó el alto funcionario.
Rápido y Furioso fue organizada por la oficina del control de
armas estadounidense (ATF), la cual permitió que miles de fusiles,
ametralladoras y otras armas pasaran ilegalmente la frontera con
México, con el objetivo de rastrear su uso.
Durante la operación encubierta, agentes de la ATF permitieron su
tráfico ilegal a través de la frontera entre México y Estados
Unidos, las cuales fueron a parar a manos de carteles de drogas.
Dos de las armas ocupadas en el sur de Arizona estuvieron
involucradas en el asesinato de un agente de la Patrulla Fronteriza
estadounidense, hecho que destapó el escándalo a principios de 2011.