Una
grave enfermedad no me ha dejado otra alternativa que ponerme a
escribir, para lo que soy algo moroso, pero no dejo de comprender
que la humanidad no hubiera llegado hasta hoy si no es por la
escritura.
Soy natural de Ciego de Ávila y me dispongo a hacer un poco de
historia a partir del tremendo triunfo de su selección en la Serie
Nacional 51. Si alguien conoce esa pelota es el que suscribe, por
haberla vivido. Pasaron poquito más de cinco décadas para ganar su
primer torneo nacional. Yo inicié mi carrera de narrador deportivo
junto a la de la pelota revolucionaria en tierras avileñas y no ha
resultado nada fácil el haber llegado hasta aquí.
En los primeros años de los sesenta, en todo Ciego no había un
estadio de pelota para mayores. Solo el de los "Maristas", que era
más bien para muchachos y con poco más de 200 pies hasta las cercas,
aunque tenía una enorme valla de alto. Ahí se dio banquete Miguel
Cuevas pegando jonrones.
En aquella época, Ciego de Ávila era una región de la provincia
de Camagüey y los torneos se jugaban entre ellos y se les llamaba
torneos regionales. Ciego contra Morón, que sí tenía el segundo
estadio de Cuba, frente a Esmeralda, Chambas, etcétera.
¿Quiénes eran aquellos jugadores?
Los que no pudieron ser profesionales, o los que ya tenían
trabajo asegurado en su territorio. O aquellos que tenían temor a
probar suerte en Estados Unidos o México. En fin, no eran los
mejores peloteros cubanos, pero eran buenos y algunos con
condiciones.
Don Miguel Cuevas encabezaba aquel grupo junto a Everildo
Hernández. Ambos llegaron a la primera Serie Nacional y el primero
al equipo Cuba. Sin embargo, no puedo olvidar a un grupo de
jugadores, en lo que hoy es la provincia, que hicieron posible el
comienzo del desarrollo alcanzado por ese béisbol.
Mayito Salas, buen pelotero y su primer manager en la Serie 17;
Jackie Ortega era el receptor y hoy trabaja en la fábrica de
cepillos; el chino Conde, buen lanzador; Justo Santos, gran
jardinero central; José Luis Valdés y Silvino Martínez, destacados
jardineros; Félix Herrera, que era de Matanzas y llegó a la
nacional; Raúl González, abuelo del hoy tercera base avileño. Un
inicialista ya fallecido, Ochoa; entre ellos, técnicos como los
hermanos Arnaiz y otros más que hoy no me vienen a la mente y que
lamento no mencionarlos. Esos jugadores y técnicos, junto a los
aficionados avileños y dirigentes políticos y deportivos,
encabezados por el inolvidable Sergio Gutiérrez, primer director del
INDER en Ciego, y José Ramón Cepero, dirigente fallecido
tempranamente, comenzaron a acondicionar un pedazo de tierra de una
finca que había detrás del instituto preuniversitario y que hoy es
el bello estadio José Ramón Cepero. Con enorme esfuerzo, el alma de
aquellos trabajos, Orlando Marín, director en los sesenta de los
equipos avileños y principal responsable de que la provincia tenga
esa instalación, fue labrando, como hacen las hormigas, uno de los
mejores escenarios beisboleros del país. Por supuesto, con el apoyo
de todas las instituciones.
Yo me voy de Ciego en 1966 y cuando llega la Serie 17, con la
nueva división político-administrativa, Ciego de Ávila se convierte
en provincia. Ya en aquel momento el equipo de los que habían nacido
en la flamante provincia era muy bueno. ¿Pero qué ocurrió? Cuevas,
Sarduy, Vicente Díaz, Sergio Quesada, entre otros, ya vivían en la
antigua cabecera provincial y pasaron a integrar el equipo Camagüey.
Ciego se quedó con un buen pitcheo con Omar Carrero, Lázaro Santana,
Manuel Álvarez y Regino Robaina encabezando a aquellos serpentineros,
dirigidos por Mario Salas, pero ni buenos bateadores ni defensa de
primera. Así fueron los torneos iniciales y los avileños no
discutían el título. Cuando aquello no había play off y se jugaba un
todos contra todos.
Aunque vivía en La Habana, siempre estuve al tanto del desarrollo
del béisbol avileño por medio de mis amigos, sobre todo Meneses,
buen conocedor y, hasta hoy, al día en la pelota avileña.
Desde hace más de 12 años, Ciego es potencia beisbolera en todas
las categorías. Solo había conseguido un segundo lugar, en la Serie
50, pero tenía para más.
Sin embargo, resulta contradictorio que en su peor campeonato
Ciego fue el campeón. Estuvo dando tumbos desde el mismo comienzo.
Al aumentar 18 juegos al calendario, se hizo una planificación
demasiado rigurosa y el conjunto vino a reaccionar en los últimos
choques del primer play off ante Las Tunas. ¿Ya se les olvidó que en
el último partido del torneo le ganaron por una carrera a
Cienfuegos, que puso su reserva e incluso sentaron a José Dariel
Abreu, y si perdían clasificaba Santiago de Cuba y otra hubiera sido
la historia?
Con una buena planificación del entrenamiento hubieran paseado la
distancia. Hay que apuntar que los peloteros avileños son de los
mejores atendidos en todo el país. El Partido, el Gobierno y demás
instituciones siempre están arriba de cualquier detalle. Y es como
debía ser en todos los territorios.
Para concluir, quiero señalar que hay Ciego para rato y ganarle
de ahora en adelante será muy difícil. Es el Industriales y el
Santiago de Cuba de esta época. Esperemos al tiempo.