Campeón con mucho mérito

Una linda historia

HÉCTOR RODRÍGUEZ ALMARALES

Foto: Ricardo López HeviaUna grave enfermedad no me ha dejado otra alternativa que ponerme a escribir, para lo que soy algo moroso, pero no dejo de comprender que la humanidad no hubiera llegado hasta hoy si no es por la escritura.

Soy natural de Ciego de Ávila y me dispongo a hacer un poco de historia a partir del tremendo triunfo de su selección en la Serie Nacional 51. Si alguien conoce esa pelota es el que suscribe, por haberla vivido. Pasaron poquito más de cinco décadas para ganar su primer torneo nacional. Yo inicié mi carrera de narrador deportivo junto a la de la pelota revolucionaria en tierras avileñas y no ha resultado nada fácil el haber llegado hasta aquí.

En los primeros años de los sesenta, en todo Ciego no había un estadio de pelota para mayores. Solo el de los "Maristas", que era más bien para muchachos y con poco más de 200 pies hasta las cercas, aunque tenía una enorme valla de alto. Ahí se dio banquete Miguel Cuevas pegando jonrones.

En aquella época, Ciego de Ávila era una región de la provincia de Camagüey y los torneos se jugaban entre ellos y se les llamaba torneos regionales. Ciego contra Morón, que sí tenía el segundo estadio de Cuba, frente a Esmeralda, Chambas, etcétera.

¿Quiénes eran aquellos jugadores?

Los que no pudieron ser profesionales, o los que ya tenían trabajo asegurado en su territorio. O aquellos que tenían temor a probar suerte en Estados Unidos o México. En fin, no eran los mejores peloteros cubanos, pero eran buenos y algunos con condiciones.

Don Miguel Cuevas encabezaba aquel grupo junto a Everildo Hernández. Ambos llegaron a la primera Serie Nacional y el primero al equipo Cuba. Sin embargo, no puedo olvidar a un grupo de jugadores, en lo que hoy es la provincia, que hicieron posible el comienzo del desarrollo alcanzado por ese béisbol.

Mayito Salas, buen pelotero y su primer manager en la Serie 17; Jackie Ortega era el receptor y hoy trabaja en la fábrica de cepillos; el chino Conde, buen lanzador; Justo Santos, gran jardinero central; José Luis Valdés y Silvino Martínez, destacados jardineros; Félix Herrera, que era de Matanzas y llegó a la nacional; Raúl González, abuelo del hoy tercera base avileño. Un inicialista ya fallecido, Ochoa; entre ellos, técnicos como los hermanos Arnaiz y otros más que hoy no me vienen a la mente y que lamento no mencionarlos. Esos jugadores y técnicos, junto a los aficionados avileños y dirigentes políticos y deportivos, encabezados por el inolvidable Sergio Gutiérrez, primer director del INDER en Ciego, y José Ramón Cepero, dirigente fallecido tempranamente, comenzaron a acondicionar un pedazo de tierra de una finca que había detrás del instituto preuniversitario y que hoy es el bello estadio José Ramón Cepero. Con enorme esfuerzo, el alma de aquellos trabajos, Orlando Marín, director en los sesenta de los equipos avileños y principal responsable de que la provincia tenga esa instalación, fue labrando, como hacen las hormigas, uno de los mejores escenarios beisboleros del país. Por supuesto, con el apoyo de todas las instituciones.

Yo me voy de Ciego en 1966 y cuando llega la Serie 17, con la nueva división político-administrativa, Ciego de Ávila se convierte en provincia. Ya en aquel momento el equipo de los que habían nacido en la flamante provincia era muy bueno. ¿Pero qué ocurrió? Cuevas, Sarduy, Vicente Díaz, Sergio Quesada, entre otros, ya vivían en la antigua cabecera provincial y pasaron a integrar el equipo Camagüey. Ciego se quedó con un buen pitcheo con Omar Carrero, Lázaro Santana, Manuel Álvarez y Regino Robaina encabezando a aquellos serpentineros, dirigidos por Mario Salas, pero ni buenos bateadores ni defensa de primera. Así fueron los torneos iniciales y los avileños no discutían el título. Cuando aquello no había play off y se jugaba un todos contra todos.

Aunque vivía en La Habana, siempre estuve al tanto del desarrollo del béisbol avileño por medio de mis amigos, sobre todo Meneses, buen conocedor y, hasta hoy, al día en la pelota avileña.

Desde hace más de 12 años, Ciego es potencia beisbolera en todas las categorías. Solo había conseguido un segundo lugar, en la Serie 50, pero tenía para más.

Sin embargo, resulta contradictorio que en su peor campeonato Ciego fue el campeón. Estuvo dando tumbos desde el mismo comienzo. Al aumentar 18 juegos al calendario, se hizo una planificación demasiado rigurosa y el conjunto vino a reaccionar en los últimos choques del primer play off ante Las Tunas. ¿Ya se les olvidó que en el último partido del torneo le ganaron por una carrera a Cienfuegos, que puso su reserva e incluso sentaron a José Dariel Abreu, y si perdían clasificaba Santiago de Cuba y otra hubiera sido la historia?

Con una buena planificación del entrenamiento hubieran paseado la distancia. Hay que apuntar que los peloteros avileños son de los mejores atendidos en todo el país. El Partido, el Gobierno y demás instituciones siempre están arriba de cualquier detalle. Y es como debía ser en todos los territorios.

Para concluir, quiero señalar que hay Ciego para rato y ganarle de ahora en adelante será muy difícil. Es el Industriales y el Santiago de Cuba de esta época. Esperemos al tiempo.

 

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